Teníamos una vida no muy rutinaria, no obstante no era la primera vez que reclamaba por mas pasión en nuestra vida sexual. Tales motivos de queja eran quizás reflejo de un malestar escondido y más amplio que el propio sexo. Sin embargo, a pesar de todo yo la deseo aún mas que en un principio. Aquellas veces, las primeras en las que la miraba veía su corazón antes que cualquier atributo físico, hoy es una mujer que para mí conlleva las mejores dotes femeninas. Hermoso cuerpo, lindos pechos, una cola seductora, y sobre todo un estímulo espiritual que deja por el piso a cualquier competidora.
Quizás al caminar por la calle no pueda evitar mirar otras chicas, pero ninguna es siquiera comparable al deseo que siento por ella, que como si fuera poco se duerme y despierta conmigo todas las mañanas.
Fue en una de esas épocas en las que comenzó a venir por casa una amiga de ella, simpática, por demás conquistadora, dormía en casa debido a problemas para encontrar donde alquilar por poco dinero, nosotros no teníamos ningún problema y por cierto, nunca tuve la menor intención de algo con la amiga. De todos modos el tiempo fue relajando la convivencia y ya la miraba con otros ojos, quizás después del baño me sentía provocado, mi mente rodeaba su cuerpo varias veces durante la noche, luego de acostado, en momentos de relax, con sus piernas sobre una silla, lograba inmiscuirme en sus muslos mas allá de lo permitido, aunque era mas lo que podía imaginar que lo que realmente veía.
Fue así que un día regreso a casa, tarde, luego de un casamiento al que yo le regalaba las fotos a los novios, encuentro a esta chica sobre mi cama, desnuda boca abajo, con un cuello cubierto de cabello rozando sus hombros, las manitos sobre la almohada y una espalda encorvada como una ola de mar, terminando en una curva silenciosa, abrumadora, que era su cola asomando al final de la cintura, delineando sus nalgas en dos mundos perfectamente asomados a la víspera del amanecer, una pierna algo mas arriba que la otra dejaban ver dos posturas de sensualidad mas que suficientes para dejar hipnótico a cualquiera. Esos muslos bien armados, con la piel de la mañana perfumando la vista y seguramente bendiciendo al afortunado que se posara sobre ellas.
Apenas movió su cuerpo para acomodarse y fue una danza de placer, su cola se elevó apenas por un instante de la sábana, sus piernas cambiaron la orientación y dejó que viera desde este lado ese pubis depilado, escondido casi debajo de su pierna, con un pecho asomando desde lo bajo, aterciopelado, suave, perfecto tamaño para la palma de mi mano. Desde este ángulo notaba mas la curva de su cintura, delgada, pequeña como al de una bailarina, su cadera continuando la sinuosidad de un médano.
A su lado mi novia, también desnuda, cualquiera hubiera supuesto una noche de lujuria entre ambas, pero a mí me costaba imaginarlo. En ese instante en que me iba a retirar al sofá del living los ojos de Sandra, mi novia se abrieron como un búho, me inmovilicé, ella me hizo un gesto con sus dedos en la boca, pidiendo silencio, entonces se acercó al pie de la cama, me tomo del cinturón, lo desabrochó, bajó el cierre y descubrió mi verga erecta de mirar a su amiga. Me hizo un gesto cómplice y se dedico a chuparla sin miramientos, la introdujo en su boca, entera, erecta, mojada y dura, bien dura. El calor de su boca era el acompañamiento al calor de mi vista posada sobre la amiga, mientras sentía su lengua juguetear con mi pene y sus manos acompañando el ritmo de la masturbación que me profería, me acariciaba con su otra mano los testículos acomodando un placer ciego, desconsolado y al que yo sólo podía con mis manos acariciar su cabeza, yendo y viniendo al compás de su chupada.
Yo miraba a la amiga aún dormida, estirada boca abajo en la cama y mi novia me lamía descontrolada obedeciendo los deseos de mis noches pasadas, sólo que con un agregado, mi novia me masturbaba, no yo.
Continuó la tarea por largo rato, hasta que en un momento escucho:
- Yo también quiero - dijo la amiga entre dormida.
Ella, la amiga, despertaba tímida y no tan dormida, pero incapaz de moverse mas allá de su actual postura, entonces terminé de quitar mi ropa, y gateando me poso sobre ella, gozando de esas curvas desconocidas, vírgenes para mí. Mi novia se ubicó delante, yo detrás, ellas se besaron como conociéndose, yo me dediqué a recorrer su espalda con todo lo que tenía, mis manos, mi pene, mis piernas abrazándola.
Mi novia se pone debajo de ella, como para que ella pudiera besarle los pechos, cosa que hacía rítmicamente, gozosamente, no pude resistir la escena, con la cola de ella asomando en la cama, mi cama. Mi novia gozando de ella y sus lamidas, y yo penetrándola lentamente por detrás, sus grititos eran pequeños, su boca estaba entretenida con las tetas de mi novia, y yo, con una postura similar a la de un lagarto, me dedicaba a gozar de la penetración, entrando y saliendo de esa cola firme y dura, redonda, una “cucharita” que obedecía a la mas sutil de las penetraciones, una cola capaz de albergar al mas ardiente de los excitados de este planeta, con todo el calor del verano, con el abrigo del invierno, refugio de forasteros y caricia para observadores mundanos.
Cuando comenzó a mover rítmicamente su cadera hacia mi no pude resistir acabar sobre ella, la potencia de su culo cuando rozaba y frotaba mi sexo dentro de ella no eran de película, eran de una mujer caliente y deseable, deseosa. Obviamente no pude resistir mas y mi orgasmo asomó como propio de un volcán, dejando caer el líquido en su cola aún jadeante.
Los tres nos desvanecimos en la cama, pero mi novia no resistió sentarse sobre mí, como más nos gustaba. Mi erección no tardó, su presión tampoco, sus muslos apretados sobre mis piernas, cabalgando de adelante, luego hacia atrás, la amiga comenzó a frotar sus pechos, más prominentes que los de ella, haciendo que ella y yo estalláramos en un increíble estampido de semen que alcancé a desprender. Ahora si, en un orgasmo nuevo, quizás no tan fuerte, pero doloroso y placentero a la vez, sus tetas aún acariciadas por las manos de la amiga, sus cuerpos sentados sobre el mío, ellas ahora enfrentadas y yo con la cola de la amiga sobre mi pecho, ondulado, oceánico, prominente, se besaron y se frotaron con mi pija dentro de las piernas de mi novia, hasta que ella retrocedió ligeramente quedando mi pene erecto entre ambas, las que se ocupaban de masajear mientras alternaban caricias entre ellas, gimiendo sentía como las manos de alguna me frotaban el pene intermitentemente, cada vez mas furiosas, la amiga se introdujo mi miembro emborrachado de placer entre sus piernas, un clítoris por demás lubricado, entro tan livianamente que el calor produciría un nuevo estallido próximamente, aunque la reiteración de orgasmos daría mas tiempo a la aventura, mi novia tomo la cadera de su amiga y comenzó a frotarla sobre mi vientre, sostén de su cuerpo, albergue de mi pija empapada de sensaciones húmedas y calientes deseosas de llenar su cueva escondida entre sus piernas, abiertas para mí, regocijándose en humedad propia de tanta piel, de tanto jadeo, de tanto deseo. Al acabar en un nuevo orgasmo los tres nos desvanecimos enredados unos con otros, extenuados de varias horas de placer sexual, creo que ahora si, dormiremos en paz.
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