Una noche al rojo vivo
Yo me imagino que estamos sentados uno frente al otro hablando amigablemente, envueltos en una leve penumbra, aunque podemos vernos perfectamente, acompañados por una suave música que nos envuelve y acompaña. Tú llevas unos zapatos negros, de tacón alto y fino, medias negras transparentes, una minifalda ajustada del mismo color, que marca toda tu bonita figura, una blusa blanca con botones, con alguno ya desabrochado, dejando entrever unos preciosos senos enfundados en un sujetador también blanco.
Mantienes las piernas cruzadas, como en la película de Sharon Stone "Instinto básico", dejando al descubierto toda la pierna, pero sin mostrar nada en definitiva. En un momento dado, empiezas a desabrocharte muy lentamente algunos de los botones de la camisa, por lo que el sujetador comienza a verse mas claramente, y poco a poco, con mucho estilo, entreabres tus piernas, dejando entrever las braguitas blancas que destacan mucho frente a las medias y a la minifalda de color negro
Yo que hasta ese momento realizaba miradas esporádicas a tus piernas, comienzo a no apartar los ojos de la evolución que se está realizando en torno a tu cuerpo, y es en ese momento cuando tu me indicas que vamos a realizar un juego en el que yo solo miraría pasase lo que pasase, que no te podía ni tocar, ni hablar, y ni tan siquiera masturbarme, solamente mirar y estar totalmente quieto, como petrificado, que tu harías el resto, que me calentarías hasta ponerme al rojo vivo, sería como un juego de seducción.
Acepto, y noto como poco a poco mi pene comienza a dar señales de una excitación creciente, pero según el pacto, no puedo ni tocarlo.
Tu terminas de abrir las piernas, dejando al descubierto un pasadizo precioso, terminado en un triángulo blanco que son tus braguitas, la falda está bastante subida, terminas de desabrocharte la camisa y empiezas a tocarte con la mano derecha los pechos por encima del sujetador, en el cual ya están señalados los botones que han marcado los pezones endurecidos, y con la mano izquierda, comienzas a acariciarte tu sexo por encima de las braguitas. Yo cada vez estoy más excitado, y solamente se escucha en el ambiente tus jadeos, y esa música dulce e insinuante que envuelve el ambiente enfundado en una semipenumbra.
Con gran habilidad te sacas el pecho izquierdo del sujetador, te humedeces el dedo índice de la mano derecha, y comienzas a pasártelo por el pezón, que como acto reflejo, se te pone erecto. Te lo aprietas ligeramente, lo pellizcas con cara de pícara viciosilla, te pasas la mano entera por tu seno, y mientras con la izquierda, te has apartado un poco hacia un lado las braguitas y vas metiéndote el dedo muy suavemente en la vagina, entrando y saliendo sinuosamente. Acto que acompañas con jadeos acompasados. Ante ese espectáculo, ya estoy totalmente erecto, el pantalón aprieta mi pene, y mis testículos parece que vayan a estallar, me gustaría tocarme, o acariciarme, pero no puedo, estoy totalmente petrificado, viendo ese agradable espectáculo, pero sin poder participar, solo ver y aguantar, pues una sola acción rompería el acuerdo, el juego, y el espectáculo.
De un cajón próximo extraes dos vibradores, uno con forma de pene, y el otro de plástico blanco y en forma de bala (el tradicional). Coges el segundo, es grueso, y con él empiezas primero a pasártelo muy suavemente por el pecho, bajando poco a poco por tu cuerpo hasta llegar a las braguitas. Te lo pasas una y otra vez por fuera mientras jadeas cada vez más fuerte. Terminas por quitarte la camisa y el sujetador, que es de apertura frontal, mientras imprimes a tu rostro una mirada lasciva e insinuante, dejando al descubierto dos preciosos pechos tersos y turgentes, muy bien formados, que invitan a ser acariciados y besados pero cosa que no es posible por lo convenido.
Por fin, con la mano izquierda, retiras hacia un lado la braguita, y con mucha lentitud, comienzas poco a poco a introducirte el vibrador en la vagina, arrancando de tu garganta unos quejidos de placer. La introducción primero es lenta, aumentando el ritmo, y dándole al regulador de la velocidad para que ésta aumente. Optas por quitarte al fin, y con movimientos muy estudiados y provocativos, las braguitas quedándote solamente con las medias y los zapatos. Tu imagen es preciosa, tu pelo largo resbala por tus hombros, y todo tu cuerpo adquiere una imagen deslumbrante debido a la luz que entra tenuemente por una ventana. Mientras en mis pantalones aparece un enorme bulto producido por la excitación que tengo.
Sigues jugando con un vibrador en la vagina, coges el otro y te lo aplicas al clítoris, por lo que el placer aumenta ostensiblemente, haciendo que tu cuerpo se vaya convulsionando, y los jadeos sean más continuos y prolongados. Tienes las piernas totalmente abiertas frente a mí, metiendo y sacando el vibrador de la vagina, pasándotelo por toda la zona y volviéndolo a introducir, está totalmente embadurnado de flujo vaginal fruto de la excitación reinante.
Se acerca el orgasmo, pero no deseas correrte todavía. Por lo que dejas sobre la mesa los dos vibradores totalmente humedecidos, y con mucha lentitud te levantas y te acercas donde estoy yo, totalmente excitado y sin moverme, y comienzas muy suavemente a pasarme la mano por encima del pantalón, y a acercar tu sexo a mi cuerpo. Desprendes un olor atrayente, mezcla de perfume muy femenino y del olor a tu cuerpo totalmente excitado. Me indicas, susurrante, que no debo de correrme todavía, que te avise cuando esté próximo a ello, para evitar terminar tan rápidamente, pues es ahora cuando me ibas ha hacer disfrutar a mí.
Comienzas a desabrocharme el pantalón y la correa, todo ello sin apartar tus ojos de los míos. Ya con el Slip a la vista, introduces tu mano agarrando mi pene suavemente pero con decisión, y comienzas a besarlo, y acariciarlo. Estoy casi a punto del orgasmo, tú lo detectas y paras. Vas a la mesilla y coges el vibrador, me bajas los pantalones y con suavidad comienzas a pasármelo por el pene totalmente sonrosado y erecto, mientras que con la mano izquierda, comienzas a tocarte el clítoris y a meterte los dedos en tu sexo totalmente húmedo y excitado.
Ya estamos lo dos desnudos y me invitas a ponerme en pie, pero todavía me aguardaba una grata sorpresa, me guías hasta tu habitación, en el dormitorio había una luz producida por varias velas situadas estratégicamente por el dormitorio, y puedo ver allí que había una serie de objetos que me eran muy familiares y que su vista me hizo abrir los ojos de par en par. Allí se encontraban dos irrigadores de depósito con sus correspondientes gomas, diversas peras unas vaginales y otras réctales, varias sondas, guantes, mas vibradores de diversos tamaños y unas cuerdas, y algún otro objeto que no pude definir en esos instantes.
Al ver ese espectáculo, tus palabras fueron breves pero contundentes:
"Vamos a llenarnos y a disfrutar con estas lavativas".
Acto seguido te tumbaste en la cama, y con todo el fuego que tenía yo en mi cuerpo comienzo a besar todo tu cuerpo palmo a palmo, tu sexo, húmedo y resbaladizo, mi lengua se introducía en tu vagina como un ariete, arrancándote unos gemidos de aprobación, pasando a la zona anal y realizando la misma operación. Con presteza, me enfundo en la mano derecha uno de los guantes de látex que había encima de la mesita, pongo sobre los dedos índice y medio crema suavizante y dilatadora y la aplico a tu ano, introduciendo poco a poco los dedos, uno detrás de otro en tu ano, mientras toco tu sexo, colocándote a cuatro patas para realizar la operación mas cómoda y relajada.
Cuando logro que los dedos entren y salgan con facilidad, cojo una de las gomas del irrigador y te introduzco la cánula con precisión hasta el fondo del ano, acto que te arranca un gemido al notar ese cuerpo largo y grueso penetrar tus entrañas, abriendo el grifito y dejando correr el agua que templada comienza a inundar tus intestinos. La excitación se hace latente en ti, el agua penetraba y poco a poco tus gemidos aumentan, comienza a notarse el vientre abultado debido al líquido que te inundaba, y sin mediar palabra, te inserto un gran vibrador dentro de la vagina y el ronroneo que produce el motorcito del mismo se confunde con el jadeo que tu produces cada vez más acentuado
Ya se han terminado los dos litros que contenía el depósito, retiro la cánula de tu ano, acto seguido enfundo mi pene en un preservativo, lo embadurno después con pomada lubricante, y lo acerco a tu ano humedecido y ligeramente goteante, estás deseando expulsar todo el líquido, deseas explotar, pero ahora es cuando viene mi gozo, que también es el tuyo, y consiste en penetrarte teniendo todo el líquido dentro de ti, cosa que hago con presteza acoplándose rápidamente el ano a este nuevo cuerpo extraño que es mi pene. Poco a poco va entrando y saliendo hasta que penetra en toda su longitud y se pierde dentro de tu ano, se acerca el clímax para los dos, pues al mover mi pene, muevo el líquido que llevas dentro produciendo una sensación de placer incontrolable
Como estoy detrás de ti, me inclino ligeramente hacia ti, y cojo tus pechos con fuerza, mientras te penetro con pasión, notando que se acerca el orgasmo, la eyaculación, la explosión de mi semen, y tus jadeos y convulsiones llegan al límite, ambos estamos sudorosos, y el momento llega entre convulsiones, y gritos de placer llegamos al orgasmo, llegando incluso a escaparse algunas gotas de agua producidas por la entrada y salida de mi pene en tu cuerpo.
Quedamos los dos extenuados, pero satisfechos, retiro rápidamente mi pene de tu ano, y tu al instantes te diriges al baño para expulsar toda el agua contenida en tu intestino, acto que te produce gran placer al ir expulsándola y vaciándote poco a poco, yo mientras me dejo caer sobre la cama, rodeado de aparatos y utensilios que a buen seguros volveríamos a utilizar junto con otros que ésta vez no se habían usado. El placer junto a Luisa estaba asegurado, pues su fantasía, imaginación y atrevimiento no tenían limites. A lo lejos escuchaba como expulsaba el agua con fuerza, y poco después como utilizaba la ducha para limpiarse y liberarse del sudor producido por la excitación. Me di cuenta que también era el momento de tomar yo un baño. Había sido una reunión muy placentera, difícil de olvidar, y que se repetiría con frecuencia en días venideros.
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