Me llamo Daniel, tengo 19 años y soy un chico tímido e introvertido; pero sólo eso, no soy un tonto. Incluso entre mis amigos y gente de confianza, salvo por lo de introvertido, tengo una actitud más relajada. La cosa es que nunca tuve las agallas de salir con una chica, lo que me llevó a ser virgen hasta hace poco. Es más, no sabía besar y nunca lo había hecho.
Soy bien parecido y varias chicas me han dado miradas como dándome luz verde para que las enamore o las invite a salir, pero yo nunca me he atrevido; hasta comentarios me han hecho y yo nunca encuentro como llevar una conversación con ellas sin aburrirlas; lo que me ha llevado a huir de salidas con mis amigos en las que ellos van en busca de chicas, porque me da vergüenza no saber actuar en frente de una situación de este tipo. Es un círculo vicioso, es causa y consecuencia, y me tiene bien hundido, pero algo me pasó hace algunas semanas y veo luz al final del túnel gracias a ello.
Me visitó "mi hada madrina". Disculpen lo tonto que suena pero les confieso que me parece que esta mujer merece esa denominación. La realidad de todo es que a quién visita es a mi mamá, ya que se trata de una nueva vecina que se la ha llevado bien con ella y rápidamente se han hecho amigas. Esta mujer es un poco bonita, sólo un poco aunque no es fea; yo más bien la encuentro linda y simpática más que bonita. Pensando en tener una relación con ella sólo le encuentro un contra: su edad, 31 años. Les puedo describir que es blanca, alta, delgada y con rasgos elegantes.
Cuando mi mamá me la presentó la encontré atractiva, y discretamente le di una miradita de arriba a abajo. Ella por su parte desde un principio demostró que me encuentra atractivo. No es que me haya hecho esa idea, sino que en sus posteriores visitas, su mirada y su sonrisa me dieron esa primera impresión. Además mi mamá me fastidió un poco en esos días porque ella le comentó que soy simpático y se sorprendió cuando supo que no tengo novia.
Un fin de semana llegó a mi casa y yo estaba solo. No me sentía capaz de encontrar un tema agradable de conversación, lo que me atemorizaba y me impulsaba a despacharla rápidamente, a pesar de lo antipático que esto representa. Esto último, entre otras cosas, y el hecho de que ella es muy amigable, me dio algo de valor; valor que nunca antes tuve porque jamás, ni siquiera me había unido a una conversación de mi mamá con ella.
Por otro lado, admito que me sirvió de ayuda la idea de que mi mamá ya estaba por llegar, así que le ofrecí una bebida y me senté con ella en la sala. Cuando ya no encontraba qué decir, ella me comentó que la intención de su visita era entregarle una revista a mi mamá, y entonces se la iba a dejar conmigo porque tenía que irse a hacer unas compras. Cuando se puso a buscarla en su bolso, yo impulsivamente traté de darle un vistazo disimulado a sus pies.
En vista de haber llegado a este punto, haré un paréntesis para contarles lo siguiente, aunque no sé si me comprenderán: encuentro fascinante el que una mujer tenga los pies bonitos, o al menos bien cuidados de no ser así. Digo esto considerando que de tenerlos feos no es culpa suya. Lo cierto es que es un afán que toda mi vida he tenido, y cuyo origen y explicación desconozco por completo.
De todos modos desde un punto de vista estético, salvo por ser en exceso superficial, esta actitud no es tan retorcida; como sí lo es el hecho de que al gustarme una mujer, instintivamente, tal como sucedería si quisieran saber si alguien tiene los ojos del color que les gusta, yo busco saber... bueno, ya deben imaginarse. Discúlpenme pero no fui capaz de terminar de escribir la explicación de mi comportamiento porque sé que no es propio de alguien con la mente sana. El consuelo que me queda es que yo no soy superficial en otros aspectos, y en incontables ocasiones me siento seducido por el carisma, la personalidad, la nobleza y otras cosas más allá de lo físico, que pueden hacer que me guste una mujer haciendo caso omiso a mi inmunda naturaleza.
(Retomando la historia)
De repente, más rápido de lo que yo esperaba, ella levantó la mirada hacia mí al tiempo que sacaba la revista y me decía que le diera a mi mamá las gracias de su parte. Yo sentí que me había sorprendido en el morboso acto, ya que su movimiento para sacar la revista de su bolso fue tan rápido que no tuve siquiera la oportunidad de cumplir con mi intención y más bien terminé sobresaltándome. Yo que nunca he sabido disimular, me puse nervioso. Ella sonrió y me preguntó que porqué soy tan tímido y no supe contestarle, y luego de mostrarme una sonrisa, para mayor sorpresa en un tono simpático pero aún así vergonzoso para mí, me dijo:
- Qué lástima que hoy llevo zapatos cerrados y no me vas a poder ver los pies
Yo me quedé pasmado. Al haber sido tan discreto, entre comillas, no sabía cuando descubrió mi propósito y sentí mucha vergüenza, pero ella me dijo varias cosas que si bien no me disiparon esa emoción, al menos en aquel momento devolvieron el color natural a mi rostro. A continuación se las voy a citar:
Los zapatos abiertos aparte de que combinan mejor con ciertas vestimentas y me permiten descansar los pies, no me gustan mucho porque se me llenan de polvo casi siempre, y eso es desagradable. Otra de las razones, y quizá la mayor, por la que los uso es que sé que tengo los pies bonitos. No me molestaría que les des un vistazo
En vista de esto me di la tarea de admitirle mi peculiar gusto. De todos modos le pedí discreción, pero ella me impuso que para concedérmela debía enseñarle mis pies. Argumentaba que con semejante exigencia, yo debería tenerlos sanos y presentables, como mínimo.
Como yo no tengo problemas con eso, me pareció un precio muy bajo a cambio de mantener mi secreto. Me dispuse a descalzarme y ella se sentó junto a mí para observarme. Después de pasar la prueba, le pedí que me disculpara.
- No encuentro ofensiva tu manera de pensar. Aunque me parece anormal que sientas cierta decepción al darte cuenta de que la mujer que te gusta no tiene los pies como a ti te parece que debería tenerlos. No sé si estás mal de la cabeza, pero eso da mucho que pensar de ti - dijo.
Nunca me había sentido tan apenado. Exterioricé mis sentimientos con respecto a lo que me dijo, tal como les conté en el paréntesis que hice hace unos párrafos, e incluso más profundamente, y ella me comprendió.
- No te vayas a frustrar por lo que pasó.
- No, está bien
- Tú eres simpático y buena gente. ¿Por qué no tienes novia?
- No sé cómo hablarle a las mujeres. Por ejemplo contigo... estaba bien nervioso de tener que conversar cuando lo normal es que aprovechara la oportunidad
- Pero ya lo estás haciendo, y creo que vas muy bien.
- Bueno, es verdad pero aún así lamento que haya sido por esa bobería mía
- ¡Ves! Ahí está un ejemplo de porqué no tienes éxito con las mujeres. Te encierras en la misma polémica, ya aclaramos lo sucedido y me siento satisfecha con ello. El que aún siga aquí es prueba de ello, quiero que comprendas eso y dejes de sentirte mal, ¿Ok?
- Sí, gracias por entenderme. Tienes razón. Dejemos el asusto de los pies entonces
- ¡Me alegra!, voy a tratar de transformarte. Ya por lo menos me perdiste el miedo
- ¿Qué piensas hacer?
- Para empezar te aseguro que no tienes porque sentirte incómodo conmigo porque a mi me gusta tu compañía tal como eres, y es más, me gustas
- Gracias, tu a mi también
- No me des las gracias, y ya sé que te gusto. Con esa miradita cualquiera se da cuenta. Esos diecinueve no se te notan. A otro de tu edad y con la manera en que me estoy insinuando, a estas alturas me lo tendría que quitar de encima
- ¿Crees que tengo salvación?
- ¡Que preguntas haces! Déjame averiguarlo
Se me acercó y luego me acarició el mentón y me besó en los labios suavemente.
- ¿Te gustó?
- ¿Cómo podría no gustarme?
- ¡Si no me hubiera lavado los dientes hoy!.
- ¡¿Quién sabe?!.
- ¡Qué muchachito!. Cierra la puerta para que podamos besarnos un poco más
- Siento demostrarte más ingenuidad pero no sé hacerlo bien.
- No te preocupes que me lo imaginé. Te voy a dar una clasecita.
Seguí sus consejos y me pasé un buen rato practicando. Ella parecía disfrutarlo y mi corazón estaba súper acelerado y casi me pellizco por no saber si era realidad o no. ¡Ah! y además de esto se me paró "ustedes saben qué" pero no le presté la mayor atención porque la vi bien concentrada en lo suyo y creo que me sentí en confianza como para no avergonzarme si ella lo notaba. Me pedía que no le apretara tanto los labios.
- ¡Eso lastima!.
Acaricia y succiona un poquito cada labio a la ves, el inferior o el superior, cualquiera de ellos uno por vez.
- Arrópalo entre los tuyos suavemente. Trata de entrar en mi ritmo
Terminamos de besarnos y ella comenzó a limpiar el lápiz labial de mi rostro y me dio un beso bien sonoro en la boca, como con cariño. Con este beso creo que disfruté más que con los otros, y con el silencio y su mirada directo a mis ojos sentí deseos de abrazarla y hasta la erección se me bajó y terminé diciéndole que creo que me he enamorado de ella. Me dijo que le caigo muy bien pero que disfrutara el momento sin hacerme ilusiones bobas.
- Déjate de eso. Debe ser la emoción del momento. Yo también me siento así. Admito que de verdad me gustas mucho, sino no llego a este extremo. Yo no soy así
- Lo sé... Bueno, pareces buena persona. Por eso me gustas
- Para serte sincera, me gustaría ir aún más lejos... ¿Te gustaría estar conmigo?
- ¿No crees que es muy arriesgado?
- Claro que sí, pero podemos ser cuidadosos y no habrá problemas
- Creo que estoy un poco fuera de mí
- Yo también, pero no importa
Noté que ella ya no estaba tan firme como antes y estaba un poco temblorosa, pero eso hizo que me sintiera más enamorado y atraído por ella. Después de todo era débil como yo. Me comenzó a quitar la ropa. Me quitó la camisa y luego me bajó el pantalón junto con el interior. De manera casi desesperada me dejó en pelotas y se quedó ahí sentada mirándome el pene, y menos mal que ya a esas alturas lo tenía más flácido que erecto. Quiero aclarar que si debo estar desnudo frente a alguien, prefiero no tenerlo parado. Sentí un poco de vergüenza que me mirara desnudo, pero ella no tardó mucho en demostrarme su agrado con una cara de grata sorpresa acompañada de un comentario: ¡Qué monada de pene!. Y después me rodeó con sus brazos alrededor de la cintura y en un tono más bajo dijo algo así como: ¡Menudo desperdicio!
Luego se levantó y me besó un poco más, antes de hacerse a un lado y comenzar a quitarse la ropa. Me quedé parado frente a ella y cuando ya estaba casi desnuda, sólo le faltaba quitarse las bragas, se me comenzó a parar el pene, y no se me ocurrió más que decirle:
- Es la primera vez, desde que no soy un niño, que estoy desnudo frente a una mujer, y siempre creí que me daría más vergüenza tenerlo así tieso
¡Y es verdad! es que cuando se me para, el prepucio se me echa para atrás él solo, y aunque lo devuelva a su lugar, no se mantiene allí y entonces el glande me queda expuesto. Y pues, a pesar de que me demostró recibir una buena impresión al vérmelo flácido, imaginé que le parecería feo o gracioso con esta nueva apariencia. Puede deberse a que el pudor me dominó finalmente, a pesar de la emotividad del momento. Entonces sonrió y se me acercó, y luego de agacharse, me besó los testículos, que ya se me habían contraído.
- No seas tonto, es algo natural que tarde o temprano te iba a pasar
- Al mirarte no pude evitar que me pasara. Te ves bien. Mis primeras tetas y mi primera "tu sabes" que veo
- ¡Coño! es que de verdad que estás bien achantado. ¿Quieres bañarte conmigo? Así te acostumbras a tu desnudez y a la mía, y se relaja tu cosita (Sonrió)
- ¡Es que él no me hace caso!.
- Por poco me saco un ojo con esa cosa. Vamos a llevarnos la ropa y la dejamos en tu cuarto por si acaso.
Subimos al baño y nos comenzamos a duchar. Entre besos y caricias, ella prácticamente me bañó, y por supuesto me lavó "ustedes saben qué" y la verdad es que comencé a sentirme cómodo con mi desnudes, aunque mi pene siguió erecto un rato más. Cuando ella comenzó a bañarse, me dio la espalda y yo la abrasé. Tomé el jabón de su mano y la ayudé. Le enjaboné el pubis y los senos, y con la mano que tenía libre la mantuve rodeada y aferrada a mí con desespero. Al final le lavé los pies y satisfice mi capricho después de todo. Le froté con jabón cada dedito y al terminar le besé uno de sus pies, ella me sonrió y apenas le solté el pie, lo usó para toquetear juguetonamente mis testículos y mi pene, que ya estaba flácido y colgaba graciosamente mientras yo estaba agachado. Le dije que se me iba a parar de nuevo si seguía haciéndolo, le sonreí y me levanté.
- Eso es lo que quiero. ¡¿Ya sabes qué vamos a hacer verdad?! Tonto.
- Creo que sí.
- ¡Más te vale! vamos al cuarto.
Yo cerré la puerta y al voltear la vi ahí como un hada; ¡pero mejor!... acostada desnuda en mi cama; se veía hermosa, tierna y complaciente, esperando por mi. Una vez acostado a su lado comencé a besarla apasionadamente, aunque delicada y amorosamente; una mezcla sin sentido de muchos de mis sentimientos reprimidos. Ella me correspondió a la perfección y me abrazaba, y nos abrazábamos hasta más no poder, le acaricié el rostro, el cabello y los senos; bese sus mejillas, sus labios, su frente, sus senos, su cuello y sus manos. En medio de toda la euforia me dejé llevar, y guiado por el tacto y quizá por el mismo instinto, mi pene encontró el camino a su vagina y comencé a penetrarla. Lo hice suavemente; mientras seguía acostado sobre ella.
Cuando comencé a sentir el placer del coito, me di vuelta y ella se arrodilló en la cama, sentada sobre mi ingle y sin dejar de abrazarme y besarme, y entonces comenzó a mover sus caderas de un lado al otro y de atrás hacia delante, así que llegué al tope y no pude contenerme. Entonces toqué el cielo. Los minutos que pasé con ella se fueron volando, pero en mi memoria serán eternos por siempre.
¡Disculpen!, les debe sonar rebuscada y exagerada mi descripción, pero comprendan que es difícil de explicar; de encontrar palabras que le hagan honor a las emociones que se sienten al amar, y mucho menos de la manera en que yo fui recibido y salvado de la miseria por esta linda mujer. ¡Bueno!, ahora sí ya más sobrio, les terminaré de contar lo sucedido después.
Luego que terminamos nos dimos un par de besos y un te quiero se me escapo, pero fue una bobería; aunque fue bello y puro lo que hicimos debemos ser realistas y aceptarlo tal como debe ser: no es ser esclavo de lo que puedan pensar los demás, pero una relación amorosa entre nosotros no es posible. Y bueno, nos desatamos, sobre todo yo, y creo que ella hacía tiempo que no tenía pareja aunque no quise preguntarle para no involucrarme más. No sé si de aquí a más tarde me dé otra calentura y quiera estar con ella, pero en lo más profundo de mi corazón prefiero que quede el momento que vivimos y que no lo arruinemos con encuentros clandestinos.
Bueno, luego del prófugo te quiero nos quedamos abrazados en silencio, me dio mucho sueño y lentamente me quedé dormido mientras pensaba en todo aquello. Cuando desperté ella estaba en una esquina de la habitación medio escondida y ya con la ropa puesta.
- No hagas ruido que llegó tu mama.
- ¡Y se nos olvidó secar el baño!.
- ¿Tu siempre lo secas cuando te bañas?.
- ¡Bueno!, no.
- ¿Entonces... tonto?
- Vístete y sales. En lo que haya un chance me avisas para salir escondida.
- Está bien... no te preocupes
Me vestí, salí, saludé a mi mamá y la atendí un rato y en cuanto se descuidó y salió al patio, abrí la puerta de la calle y al ver todo despejado, fui y le avisé que podía salir. Antes de que se fuera le di un abrazo, le agradecí y me besó en la mejilla y me dijo que pensara que había sido un sueño. Se fue sin problemas y hasta ahora ha venido de visita un par de veces y he tratado de incluirme gradualmente en las conversaciones con ella, y que no se me salga frente a mi mamá, la confianza que ahora siento con ella.
¡¿Qué más les puedo decir?!.
¡Ah! lamento que haya sido así y que no pasara algo más entre nosotros, pero queda el consuelo de que lo que pasó, fue grandioso.
Les seré sincero, nos seguimos demostrando afecto cada vez que podemos, con miradas profundas y todo lo demás que se puede mostrar con distancia y disimulo. Un día de estos estoy seguro que le diré Escapémonos lejos
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