No me resistí a mi hijo
Jamás se me hubiese pasado por la cabeza que algo así pudiese suceder, pero a veces ocurren cosas que no imaginaríamos ni en la más depravada de nuestras fantasías. Mi nombre es Carmen, tengo 50 años y estoy casada con un marinero, por lo que aquellas personas que vivan en la misma situación ya sabrán lo que eso significa, tener a tu marido 15 ó 30 días en casa y varios meses embarcado en alta mar. Tengo un trabajo de media jornada por las mañanas, el cual me viene muy bien económicamente y sobre todo me ayuda a relacionarme con otras personas. Por las tardes me dedico a arreglar la casa, hacer las compras necesarias y de vez en cuando salir a tomar un café con mis amigas. Las noches son más largas y aburridas, sobre todo en invierno; cenar temprano y meterse en cama a leer un libro hasta quedarse dormida, excepto la noche de los viernes, que toca partida de mus con las amigas, cada viernes en una casa distinta.
Tengo un hijo de 20 años que se llama Miguel, el cual me ayuda mucho en las tareas de la casa, y me entretengo con él las largas noches de invierno, jugando al parchís o viendo películas de video; aunque supongo que eso será hasta que empiece a salir más con sus compañeros o conozca alguna chica.
Me gusta ver la televisión en cama antes de dormirme, y en ocasiones pongo alguna peli porno para masturbarme y quedarme relajada, pues al no estar mi marido tengo que conformarme con mis manos, y con un fenomenal consolador que me regaló hace cuatro años. Me encanta mirar la película mientras me introduzco el consolador y me acaricio el clítoris con mis dedos. Tengo que decir que soy muy caliente, esas escenas me ponen a cien y suelo tener dos o tres orgasmos mientras dura la cinta. Antes las alquilaba en el cajero del videoclub, pero desde hace algún tiempo las compro por Internet, y ya tengo una buena colección escondida en el fondo del armario. Cuando mi marido está en casa solemos verlas juntos, le encanta ver como me masturbo observando esas orgías que se montan los actores, mientras él me introduce primero el consolador y luego acaba metiéndome su polla para correrse dentro de mí. Muchas veces me he imaginado a mí misma inmersa en la película, rodeada de corpulentos hombres y jóvenes mujeres, todos dedicados a darme placer. Pero al igual que casi todos los hombres, mi marido Rafa, una vez que se vacía en mi coño, se da la vuelta y se duerme, con lo que no me queda más remedio que seguir yo solita con la fantasía para poder correrme al menos otra vez más.
Hace ahora poco más de dos años que ocurrió algo insólito en mi vida, una experiencia que jamás podré olvidar. Era una tarde de invierno, fría y lluviosa, de esas que lo único que apetece es meterse en cama calentita. El día había sido bastante ajetreado y me encontraba bastante cansada, por lo que me propuse dormir lo antes posible para recuperar fuerzas. Faltaba todavía un mes para que Rafa volviese a casa, esa noche me tocaba de cenar sola, pues mi hijo Miguel casi nunca cena, después de las tremendas meriendas que se pega.
A eso de las 9 de la noche decidí irme para la cama, me puse mi camisón de raso preferido, me encanta sentirlo pegado a mi piel. Me miro en el espejo, levantando suavemente el camisón hasta ver mis redondas cachas, y bajando ligeramente el escote hasta que aparece mi pecho. Me gusta verme así, con mi cuerpo de mujer madura, quizás con algún kilito de más, pero sigo conservando unos buenos pechos y un culo redondito y nada caído.
Estaba a punto de apagar la luz cuando entró Miguel en mi habitación, "¿Puedo ver la televisión aquí mamá?, la tele de la salita está estropeada y hoy echan una de acción en el canal de cine", me dijo. "Bueno, - contesté yo -, ponte el pijama y métete aquí en cama. No le des demasiada voz, y ten cuidado de no despertarme cuando te vayas". A mí las películas de acción no me gustan demasiado, y como estaba cansada me giré hacia un lado de la cama y me puse a dormir.
No sé cuanto tiempo llevaba dormida, cuando de repente me despertaron unos gemidos en la televisión, los cuales claro está que no me parecían de una película de acción. Abrí ligeramente los ojos y en una esquina del espejo de la cómoda pude observar la pantalla de la televisión, y cual no fue mi sorpresa al ver que esos gemidos eran de una película porno. De repente me vino a la cabeza, ¡¡cómo se me había podido olvidar!!, se quedó en el video la cinta que había visto la noche anterior. Gracias al olvido, ahora tenía a mi hijo metido en mi cama viendo una película porno, y por los movimientos que notaba en la colcha, supuse que se estaba masturbando mientras observaba esas escenas de sexo.
Por un momento pensé en girarme y decirle con delicadeza que todavía era joven para eso, pero supongo que si hubiese hecho eso, él se habría sentido muy avergonzado, y no me apetecía hacerlo pasar por ese trago. En una ocasión, más o menos un mes antes, ya había visto como se masturbaba en su cama. Cierto día llegué a casa antes de lo previsto, subí a mi cuarto y al pasar por delante de la habitación de Miguel, escuché unos ligeros jadeos, había dejado la puerta entreabierta. Me asomé con precaución para que no me viese, y pude observar como estaba tumbado encima de la cama y se masturbaba; me quedé como hipnotizada mirando como lo hacía hasta que soltó su lechita. Y ahora estaba en mi cama haciendo lo mismo, a lo cual no quería darle mayor importancia, pues aunque no es normal que un chico se masturbe en la cama de su madre, sobre todo si su madre está acostada en esa cama aunque sea dormida, supongo que las ganas le pudieron, y puesto que yo tengo un sueño muy pesado, pensaría que estando tan dormida no me enteraría.
Supuse que no tardaría demasiado en eyacular, pues con esas edades y una película porno delante no suelen durar mucho, y al acabar se iría a su habitación, así que me quedé quieta, pensando en que al día siguiente tendría que lavar las sábanas. Pero Miguel se estaba recreando con la película y aguantando todo lo posible, y a mí la situación comenzó a crearme un cierto morbo, al sentir los gemidos de la película, y el movimiento de las sábanas que indicaba el vaivén de la mano de Miguel en su polla. Comencé a notar como mi cuerpo se excitaba por la situación, y cada vez me entraban más ganas de bajar mi mano y acariciarme el coño, pero no podía moverme demasiado para que mi hijo creyese que seguía dormida.
De repente un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, Miguel había posado su mano encima de mis caderas, y comenzó a subirme lentamente el camisón, con mucho cuidado para no despertarme, hasta que mi culo se quedó totalmente al descubierto, bajo el camisón nunca llevo nada para dormir. No sabía que hacer, ahora sí debería decirle que eso no estaba bien, que yo era su madre y esas cosas debería hacerlas con su novia cuando la tuviese, pero tampoco sabía hasta donde iba a llegar. Quizás sólo quería tocarme para sentir la piel de una mujer mientras se masturbaba, y por otro lado yo estaba completamente bloqueada, era incapaz de moverme y mucho menos de articular palabra.
Comenzó a acariciarme el culo muy suavemente, muy poco a poco, con esas manos suaves. Recorría mis nalgas, bajaba hacia mis muslos y volvía a subir muy lentamente, lo cual hacía que yo estuviese cada vez más excitada ante tal situación. Noté como se colocaba lateralmente hacia mi lado y se acercaba más a mí, hasta que llegué a notar su polla pegada suavemente a mi culo. Todo lo hacía con sumo cuidado de no despertarme, y eso me calentaba más todavía.
Una vez estuvo pegado a mí, siguió acariciando mi culo y mis piernas, podía sentir como palpitaba su polla, excitándome cada vez más; su mano recorría mi pierna hasta que poco a poco llegó hacia mi barriga, se detuvo unos instantes en esa zona y comenzó a bajar hacia el pubis, en donde se detuvo de nuevo acariciando muy lentamente los pelos de mi coño, quizás como esperando alguna reacción por mi parte y tener que parar. Pero yo era presa de la excitación, y aún sabiendo que lo que estaba sucediendo no estaba bien, era incapaz de pararlo.
Cuando tuvo seguridad de que seguía dormida, bajó más su mano y comenzó a acariciarme el coño, que ya estaba completamente empapado, y con tal suavidad acariciaba, que tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no soltar un gemido de placer. En ese momento ya no aguantó más y se corrió contra mis cachas mientras seguía con su mano en mi coño. Me entraron unas ganas enormes de coger su mano y restregarla contra mi clítoris para correrme yo también, pero me mordí los labios y aguanté el tipo.
Ahora era de suponer que se retiraría lentamente, pues la película ya se había acabado y él ya se había corrido. Se quedó quieto por unos momentos, pero sin despegarse de mí, con su mano posada sobre mi sexo mientras su polla comenzaba a bajarle. Por un momento creí que se había quedado dormido, pero el poco rato ante mi sorpresa comenzó a acariciarme el coño de nuevo, y noté como poco a poco su polla volvía a crecer. ¡No me lo podía creer!, no había tenido suficiente y ya estaba de nuevo empalmado y jugando con mis labios vaginales, frotando su mano contra mi coño completamente mojado por mis jugos, y mi corazón a cien por hora a punto de darme un infarto. Llevó su mano hacia su polla y suavemente comenzó a frotarla contra la raja de mi culo, mojado por su semen, lo cual hacía que su pene se deslizase sin ningún problema, haciendo que me estremeciese cada vez que la punta pasaba por mi ano y acariciaba esa zona. Decidí que tenía que facilitarle la labor, por lo que balbuceé unas palabras sin sentido para hacerle creer que estaba soñando. En ese momento se echó hacia atrás, pero continué unos instantes y aproveché para moverme y llevar mi culo más hacia atrás, para que la entrada hacia mi coño quedase más libre. Una vez estuve bien colocada, me quedé inmóvil de nuevo, por lo que ganó confianza y supuso que seguía profundamente dormida.
Se acercó de nuevo a mí, y comenzó a buscar con su polla la entrada hacia su casita, muy despacito y con mucha suavidad, hasta que su punta llegó hacia mi agujero y comenzó a entrar muy suavemente. No le costó demasiado trabajo, pues entre lo empapado que estaba mi coño y el semen de su anterior corrida, la zona estaba completamente lubricada. Poco a poco su polla fue entrando en mi coño hasta el tope, siguiendo con movimientos muy suaves hacia adentro y hacia fuera, mientras su mano se recreaba en acariciar mi clítoris y yo hacía innumerables esfuerzos para no gritar de placer. Podía sentir su respiración acelerada en mi cuello, y los latidos de mi corazón estoy segura de que tenía que notarlos, hasta tal punto que comencé pensar que él sabía que estaba despierta, pero fuese como fuese, tenía que seguir el juego como si no me enterase de lo que estaba sucediendo.
Apenas habían pasado dos o tres minutos desde que me la había metido dentro, cuando ya no pudo contenerse más, su mano acariciaba con más fuerza mi clítoris y noté como se corría de nuevo, pero esta vez se vino dentro de mí. Ahora sí, ya no pude resistirlo y tuve un orgasmo fenomenal; noté como mi cuerpo comenzaba a convulsionar y apreté fuertemente los labios para no gritar. No sé cuanto tiempo duraron los temblores, pero parecía que no iban a acabar nunca, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de esa manera. Miguel no dejó de acariciarme en ningún momento mientras me corría, como queriendo que yo también disfrutase del momento aunque hipotéticamente estuviese dormida.
Se quedó todavía unos momentos con su polla dentro de mí, hasta que empezó a bajarle de tamaño, se separó y se levantó sigilosamente para no despertarme. Cuando hubo salido de la habitación abrí los ojos como platos, estaba completamente asombrada por lo que había sucedido, ¡mi hijo me había follado!, y para mí había sido el mejor polvo que había echado en muchos años. No conseguía dormirme pensando en lo sucedido y seguía muy excitada, por lo que tuve que masturbarme un par de veces más, hasta que quedé rendida y logré conciliar el sueño.
A la mañana siguiente nos vimos como siempre durante el desayuno. Miguel tenía cara de estar ligeramente asustado por si yo me había enterado.
- Buenos días mami
- Buenos días Miguel, ¿Qué tal la película de anoche?
- Estuvo muy bien, y tú ¿Qué tal dormiste?
- ¡Uufff! de maravilla, hacía tiempo que no dormía tan bien.
- Por cierto mamá, ¿No ibas hoy a llevar la televisión de la salita para arreglar?
- Ah
si, pero será mejor que la lleve tu padre cuando venga, creo que el técnico de siempre está de vacaciones y no sabría a cual llevar.
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