El secreto de mi madre

Autor: Anónimo | 02-Dec

Amor Filial
Hoy mi madre es una mujer de 63 años, vive con mi padre y dos de mis hermanos y, como siempre ha sido, es una mujer de su casa, bastante religiosa, muy formal y, como a ella le gusta decir, es una mujer muy decente. Yo tengo 45 años estoy casado con una mujer estupenda, trabajo como contable y llevo una vida familiar muy estable en todos los aspectos. Sin embargo a pesar de todo lo formal que soy, fruto de la educación recibida por mis padres y en especial por mi madre, he de confesar que comparto con ella un secreto y que no es otro que el hecho de que un día hice mía a mi madre, vamos que me la follé como no recuerdo haber follado nunca.

Precisamente ella tenía entonces cuarenta y cinco años y yo acababa de cumplir dieciocho. Nunca mas hubo nada entre nosotros y jamás hablamos de ello. Mi madre había tenido una educación muy conservadora y las relaciones sexuales que tenía con mi padre eran mas bien escasas y por aquello de que tenía la obligación de cumplir. Ello no obstante, como cualquier ser vivo ella tenía unas necesidades que cuando aparecían sofocaba masturbándose hasta que se le pasaba.

Ocurrió que falleció un tío de mi madre en una época en la que desplazar a toda la familia para una semana podía suponer un quebranto económico importante y por ello mi padre decidió que fuera yo de acompañante porque el trabajaba y porque tampoco le interesaba desplazarse. Tomamos el tren y viajamos durante casi un día hasta el pueblo del difunto y cuando llegamos al hostal caímos rendidos casi sin decirnos buenas noches. Nos habían asignado la única habitación disponible y no nos importó compartir la única cama existente. Una amplia cama de matrimonio mayor que la de mis padres.

Mi madre había decidido que tras el entierro nos quedaríamos un par de días para acompañar a la familia y regresar a continuación. El entierro fue como todos los de los pueblos mucha gente y mucho lío, muchas visitas y mucho trabajo. Aquel día volvimos al hostal casi a las 11 de la noche y bastante fatigados pero menos que el día anterior.

Nos acostamos y comentamos un poco los hechos del día hasta que mi madre dijo que debíamos dormir. Tras darnos un beso de buenas noches nos dimos la vuelta de manera que nuestros culos quedaron uno frente a otro, a un palmo escaso de distancia. Hacía calor en aquella habitación que olía a cerrado y a humedad. Yo no tenía sueño. Primero me desabroche la camisa del pijama y más tarde acabé por despojarme del pantalón. No tenia sueño así que permanecí durante un largo rato con los ojos abiertos mirando al techo sin ver nada que no fuera la más absoluta oscuridad reinante en la sala. Mi madre tampoco podía dormir. Dio varias vueltas buscando la postura cómoda pero al no hallarla acabó por colocarse boca arriba como yo hacía rato que estaba. Primero note un movimiento extraño de abajo arriba al que no di importancia pero, que deduje mas tarde, había sido causado por ella al levantarse el camisón. Al poco volvió a moverse de nuevo pero lo que hizo fue retirar la manta que nos cubría y luego oí un casi imperceptible ruido que provocaba al pasar su mano por encima de la tela del camisón. Se estaba acariciando los pechos y simultáneamente se estaba introduciendo el dedo en la vagina con bastante mas rapidez de la normal. Seguro que quería acabar cuanto antes no sé si para que yo no me apercibiera o porque le molestaba tener que hacerlo.

Ante aquello que estaba ocurriendo, mis sensaciones, mi imaginación, mis dieciocho años y el calor, mi polla se disparó y todos mis poros se abrieron. Ella seguía dale que te dale dejando escapar de tanto en tanto un jadeo involuntario. Me volvía hacia su lado. Ella se quedo quieta. Esperó antes de seguir pero me volví a mover y hubo de parar de nuevo. De nuevo aguardó y de nuevo inició su juego solitario. Estaba cachonda y ya no podía parar. Siguió. Entonces me volví a mover y ella se quedo inmóvil. Moví mi mano lentamente por encima de su cuerpo hasta hallar su brazo mientras noté que ella contenía la respiración. Baje la mano a lo largo del brazo hasta hallar la mano y busque el dedo húmedo que apoyaba sobre su coño. Tire suavemente de su mano hacia mí y sin que ella opusiera resistencia la lleve hacia mi boca en la que introduje el dedo húmedo para chuparlo suavemente. Ella permanecía inmóvil. Le solté la mano y la retiro de inmediato. Se dio la vuelta. Esta vez su culo desnudo había quedado frente a mi polla y sin apenas moverme lo pude comprobar. Cuando ella lo notó se retiró lo poco que pudo pero yo ya estaba demasiado salido. Pase mi brazo por encima de la cintura y le acaricié una teta. Era flácida, y el pezón flojo pero para mí aquello era cálido como la leche y suave como la seda. Se volvió hacia mí y me susurró.

- ¿Qué estas haciendo hijo? - parecía asustada por haber sido sorprendida.

- Sssshhh - dije yo, y busque su boca.

La besé sobre los labios apretados. Una vez y otra, suavemente. Le pase la lengua por los labios sin que ella hiciera nada. Intentó retirarse pero le sujete con fuerza el mentón y la obligue a permanecer en aquella postura. Mi otra mano acariciaba la teta que tenía al alcance y note que muy levemente el pezón se endurecía. Seguí pasando mi lengua por sus labios esperando alguna respuesta por su parte pero no llegaba. Continué manoseando el pecho con todo cuidado apretando suavemente hasta el limite de que no le doliera. Despegó los labios un poco y exhaló, trago saliva. Volví a besarla. Volví a ofrecerle mi lengua y note que aquellos labios empezaban a abrirse. La atraje hacia mí y posé mi mano sobre su culo moviéndola lentamente de forma circular sobre el y deslizando el dedo superficialmente sobre la unión de las nalgas. Mi polla dura y caliente apoyada sobre su vientre, mientras el vello de mis testículos se enredaba con el de su pubis. Seguí un buen rato sobre el culo y la teta. Ella abría la boca y dejaba escapar algún leve jadeo, casi inaudible.

Noté que más tarde movía su cabeza hacia adelante como buscándome pero me aparté para que no lo consiguiera. Pasé a acariciarle los muslos de afuera hacia adentro pero me paraba justo antes de llegar hacía la zona más sensible una y otra vez para aumentar su excitación. Volvió a adelantar la cabeza y me volví a apartar, sus jadeos ahora ya habían subido de tono. Deje que mi mano acariciara su vientre ella lo contrajo y yo no fui mas allá. Noté que la estaba encendiendo pero quería volverla loca. Seguí con mi juego provocador. Reanudé mis caricias por los muslos y pase a la cara interior subiendo lentamente. Ella levantó la pierna para permitirme llegar pero tan pronto noté que el flujo vaginal ya se le deslizaba muslo abajo baje la mano para mantener su excitación. Seguíamos tumbados de costado el uno frente al otro. Me acerqué y busque su boca. La encontré abierta y receptiva le metí la lengua y busqué la suya sin que ella supiera que hacer. Explore su boca con suavidad dejando mi lengua quieta en su interior hasta que se atrevió a chuparla primero y luego a lamerla.

Lentamente nuestras lenguas empezaron a danzar en nuestras bocas de una a otra. Mi deseo aumentaba pero ella avanzaba muy despacio y la postura no era ideal. Desabroche el camisón tirando de la cinta que lo cerraba y me puse a lamer el pecho que tenía cercano, por debajo, por los lados y por el contorno del pezón que ya notaba un poco mas duró. Le gustaba. Por su respiración era innegable que le gustaba. Le mordí el pezón y soltó un gritito, enseguida lo bese y lo tome con mis labios humedeciéndolo, chupandolo estirando de él con los labios hacia fuera. Se puso plana. Se me estaba ofreciendo en su mejor postura conocida. Flexionó las rodillas y mantuvo las piernas juntas en espera de abrirlas a la menor muestra de deseo por mi parte. Pero no hice nada, ni siquiera varié mi posición estaba decidido ha hacerla hablar aunque debiera pasar así toda la noche y aun a riesgo de correrme sobre las sabanas o en sus piernas. Con la mano que tenia disponible acaricié su cara, sus orejas, humedecí mis dedos en su boca y continué sobándola sin llegar a donde ella esperaba. Bajó sus piernas y noté que temblaba.

- Dámelo - le oí susurrar.

- Dámelo.

No hice caso, me daba igual que se corriera, y continué acariciando hasta hacer que no pudiera mas y echara mano de mi polla. La cogió con frenesí y empezó a tirar de ella. Le cogí la mano que tenía sobre mi verga y se la abrí, la fui guiando lentamente en una caricia mientras, ahora sí, yo fui introduciendo mis dedos en su coño encharcado. Un leve movimiento de su pelvis me invitaba a entrar más allá pero no quise hacerlo porque su mano se había detenido. Se dio cuenta de lo que estaba palpando y volvió a recorrerlo con sus dedos ahora pasando suavemente por el capullo y bajando hacia los testículos.

- Dámelo - volvió a decir esta vez de una forma totalmente audible al tiempo que suspiraba,

- Por favor hijo haz que cese el fuego que siento dentro de mí, por favor hazme tuya, no puedo mas hijo hazme el amor ¡lo deseo tanto!.

Sin decir palabra me puse sobre ella que esperaba abierta de piernas. Sus manos buscaron mi polla y la llevaron hacia su destino en el que no hizo falta ayuda para que se acomodara con total facilidad. Empecé a moverme suavemente en cortas acometidas de mete y saca de las que ella disfrutaba plenamente una y otra vez. Quite la almohada de la cabecera y la puse bajo sus riñones para elevar su pubis y darle mayor placer. Le puse la otra almohada sobre la cara y le susurre al oído que se apretara a ella si quería gritar para amortiguar las voces. Me obedeció sin contestar y chillo, vaya si chillo, chillo hasta correrse como nunca creo que haya hecho. Los espasmos que le provocó el orgasmo la hicieron saltar en la cama como una posesa y resoplar como un rinoceronte. Yo me corrí dentro de ella y permanecí abrazado hasta que sus jadeos empezaron a confundirse con una respiración entrecortada, momento en el que decidí volver a empezar.

- ¿Que haces cariño? ¿No has terminado? - me dijo.

- No mamá, no he terminado le contesté.

- ¿Te ha gustado lo que te hecho? - pregunté.

- Mucho hijo, mucho.

- Pues aun no he acabado de hacerte feliz, quiero que saques la puta que llevas dentro y que te corras hasta que te quedes seca. Que me des todo lo que guardas y que caigas rendida de placer. Cuando tu mente quiera mas y tu cuerpo no lo pueda resistir, entonces habré terminado.

Empecé a besarla y ella me correspondió. Me había retirado y le pedí que se volviera para acariciarla desde detrás. Le tome los pechos y le acaricié el vientre bajando la mano por el pubis hasta introducirle los dedos en busca del clítoris. Lo fui masajeando y note como crecía. Mientras mi polla ya recuperada presionaba su trasero. Acomodé la verga entre sus nalgas y continué con el masaje. Ella no ocultaba el placer que sentía.

- Que placer, Que dulzura. Oh ¡, Oh.

Le empujé la pierna hacia arriba y la levanto dócil. Me arrimé más y mi polla se plantó a las puertas del coño de manera que en cuanto ella lo notó se la introdujo toda. Me puse a embestir y ella se agarró a mi pierna tirando de ella acompañando las idas y venidas de la verga que se deslizaba con facilidad. Mis cojones golpeaban a la entrada de su gruta y ella gemía y gemía. La postura no era excesivamente cómoda por lo que decidí, después de un tiempo montarme sobre ella y continuar un momento antes de agarrarla por los hombros y girar con fuerza hasta voltear y sin salirme de su interior, que ella quedara encima. Entonces le retiré las piernas y la hice incorporar para que quedara montada sobre mí. Comencé a mover la pelvis y mi polla fue mas allá. Empezó a cabalgarme, cada vez con mas entusiasmo. Agarré sus tetas y las aplasté con las palmas de mi mano. Ella saltaba y jadeaba. Su excitación se elevaba cada vez más. Resoplaba y temblaba de gusto mientras su culo me golpeaba una y otra vez.

Ahogo sus gritos de placer poniéndose las manos en la cara y saltó hacia atrás corriéndose en medio de espasmos y a la vez que yo. Quedamos momentáneamente parados, tomando aire. No quería dejarla enfriar y aunque yo también necesitaba recuperar decidí encararme con su delicioso coño. Metí mi cabeza entre sus piernas y ayudado con las manos separé los labios cuanto pude y me puse a lamer, montado sobre ella de manera que le puse mi culo frente a su cara a la vez que mi polla goteaba aún sobre su pecho. No encontré enseguida respuesta a los estímulos a los que me había entregado. Poco a poco empezó a contraer los músculos del vientre y a respirar con mas dificultad despertando de nuevo al placer. Puso sus manos sobre mis nalgas y las apretó fuertemente. Empezaba a esta fuera de si de nuevo. Me dolía la lengua. Descansaba y la sustituía por mis dedos con los que le frotaba con fuerza. Noté cierta humedad en mi trasero y calor: ¡ Me estaba dando lengüetazos en el ano!. Mi polla creció hasta empujar uno de sus pechos como si quisiera clavarse en el. Seguí aún lamiendo el dulce chocho oyéndola jadear.

- Tengo sed mi amor - susurraba. Y me acariciaba la cabeza.

Dejé mi tarea con la lengua seca y dolorida y fui a besarla buscando la humedad de su boca.

- Necesito beber.

- Si cariño, ahora beberás de mi fuente cálida el dulce licor del placer que, caliente de mis entrañas, guardo para ti - dije yo.

Me puse cercano a ella tumbado, la tomé por los hombros y la incorporé luego la empujé a hacia abajo llevando su mano a mi polla y haciendo que la tomara.

- Metetela en la boca y chupa suavemente. Pasa tu lengua una y otra vez hasta que sientas como se te inunda de dulzor y deja que corra por tu garganta. ¡Saborea este momento y siente en tu boca como sientes en tu coño delicioso! - le dije.

Se agarró a chupar y lamer con frenesí mientras yo le introducía los dedos en el chocho en un mete saca que la hacia retorcerse. Nos corrimos. Yo en su boca y ella entre espasmos de placer. Soplaba y gemía cuando le saque mi verga de su boca. Respiraba con dificultad. En la oscuridad reinante me incorporé y busque a tientas el baño. Pase y encendí la luz. Me di una ducha rápida y salí. La luz del baño al volver me la mostró tendida boca abajo tendida exhausta sobre la cama. Vi fugazmente su culo blanco y ancho y sus piernas abiertas que me invitaban a poseerlo. De inmediato me excité y me fui hacia ella. La tome por las caderas y la levanté con fuerza logrando que se arrodillara y cayera hacia delante.

- No puedo mas hijo. No puedo más. Déjame por favor - imploró.

No la escuché. Estaba cegado por aquella corta visión de su culo y la penetre por detrás. El coño ya no estaba tan húmedo pero no me fue difícil abrirme paso hasta el fondo.

- Ya basta. Me duele. Te lo suplico. ¡ Por Dios ¡

Oír eso me encendía mas y seguí empujando acompasadamente agarrado a aquellas nalgas carnosas que apreté con fuerza hasta deslizar mis dedos por la raja y llegar al ano donde me entretuve presionando levemente con el dedo. Llevó su mano hacia la que yo apoyaba en su agujerito estrecho y trató de apartarla con fuerza al tiempo que me decía

- Por ahí no, Por ahí no!

Empujé con violencia mi dedo y este se abrió paso por aquella estrecha cavidad a todo lo largo y después empecé a encogerlo y desplegarlo en su interior al tiempo que no paraba de follarla por el coño.

- No, No Aaaahhh! - gritaba sobre la almohada que le amortiguaba los lamentos.

Rompió a sollozar y entre lagrimas y jadeos se corrió de nuevo y de nuevo yo dentro de ella. Cayo hacia adelante cuan larga era y en medio de un llanto desconsolado suplicando que la dejara se durmió. Yo no tardé en caer rendido abrazado a ella sudoroso y feliz. Un ruido que creí lluvia me despertó horas después. Era mi madre que se duchaba. Salió del baño y me zarandeó sacándome del sopor.

- Venga perezoso que nos vamos! - estaba de muy buen humor.

- ¿Que como? - dije yo desperezándome.

- ¿Has descansado bien? - me preguntó.

- Si mama - conteste yo - ¿ Y Tu?

- Fantásticamente. Pero vamos, date prisa porque hemos de desayunar y marchar a la estación no sea que perdamos el tren.

No dije nada. Me levante y duché en un abrir y cerrar de ojos y después de desayunar tomamos un taxi que nos llevó a la estación. Mi madre estaba radiante y muy simpática. Apenas hablamos durante el viaje y llegamos a casa entrada la noche y sin que nos esperaran. Ella contó que habíamos adelantado la vuelta porque había mucha familia y porque entendió que allí no hacíamos nada una vez que asistimos al entierro. Todos estuvieron de acuerdo y no se habló más.

Probablemente la prudencia de mama hizo que aquello no volviera a repetirse y que llegara a arrinconarse en nuestras mentes como si nunca hubiera sucedido pero lo cierto es que ocurrió y que fue delicioso. Tanto como ahora ha sido recordarlo.

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