Contemplación de un culito tan perfecto, empinado, redondo y firme
Cuando fue a llevarle a Diego algo para que cenara, lo encontró dormitando, tendido boca abajo en el camastro y después de dejar en el piso el cuenco con trozos de carne asada y unas papas hervidas y un vaso de agua se demoró unos instantes en la contemplación de ese culito tan perfecto, empinado, redondo y firme, según había comprobado el día anterior al sobarlo varias veces durante la paliza. Las nalgas se veían surcadas por algunas líneas de tono rosáceo levemente inflamadas y entonces decidió que volvería para aplicarle la pomada que usaba en casos como éste.
?Ese culo va a ser un festín para estos tres degenerados?, pensó mientras zamarreaba al jovencito para despabilarlo.
-Ay, ¿qué?? ?murmuró Diego mientras se sentaba en el camastro y se frotaba los ojos con los dedos de ambas manos.
-Te traje la comida, rico, ahí tenés el cuenco en el suelo.
El chico había estado elaborando un proceso de resignación y esperanza a la vez. Sabía que no podría evitar que lo cogieran y entonces lo único que le quedaba era soportar lo mejor posible ese tan duro trance y pensar, ingenuamente, que después lo liberarían.
Mientras bajaba de la cama y se dirigía hacia el cuenco preguntó:
.¿Me van a dejar ir después de que? me? me lo hagan?
-Probablemente. ?le contestó Ligia ocultándole la verdad para no estimular su resistencia y entregarlo a los Amos lo más manso posible. ?A lo mejor te quieren dar una o dos veces más pero irte te vas a ir. ?remató con una construcción lingüística impecable que concluía con una verdad.
El chico se sentó en el piso junto al cuenco con la comida y dijo: -No hay cubiertos?
-No, no hay cubiertos. ?replicó Ligia disponiéndose a humillarlo.
-Pero?
-No te hagas el fino, ricura, comé con las manos y listo, o en cuatro patas y con los dientes, como los perros? -le dijo la mujerona y soltó una risita malévola.
El chico la miró, espantado, pero comenzó a comer con las manos en reemplazo de los cubiertos, impulsado por el hambre y también temeroso de un nuevo castigo, porque Ligia empuñaba la vara en su mano derecha. De pie ante él, lo observaba con mirada perversa y sus labios curvados en una sonrisa sádica. De todos los jovencitos que habían sido llevados a la mansión éste era el primero que no se había doblegado en la doma. Pensaba que le resultaría muy divertido que los tres viejos lo usaran por la fuerza y se preguntaba cómo seguirían las cosas de allí en más, porque estaba en claro que el cautiverio de esta nueva presa iba a prolongarse durante meses, como era costumbre.
Cuando Diego terminó de comer Ligia recogió el cuenco y el vaso y le dijo antes de marcharse:
-Ahora vuelvo a pasarte una pomada por las nalgas, porque tenés algunas marcas un poco inflamadas.
Poco después la mujerona regresaba con la crema y su inseparable vara y le ordenaba al chico que se pusiera en cuatro patas sobre el camastro, posición que no era imprescindible pero que a ella la excitaba. Diego obedeció, Ligia abrió el pote, untó algunos dedos de sus manos con el contenido y se aplicó a la tarea. Primero puso crema en la totalidad de las marcas para después comenzar a recorrer el culito con masajes que eran como caricias que por momentos se hacían crispadas, por la excitación que Ligia sentía. De pronto entreabrió ambos cachetes y fijó su vista en el orificio anal, minúsculo y rosadito. Aplicó allí un poco de crema y sin más apoyó la punta de su dedo índice de la mano izquierda en la entradita. El chico se percató, aterrorizado, de la intención de la matrona y corcoveó para evitar la penetración. Ligia sabía que no podía usar la vara y entonces apeló a una maniobra de persuasión:
-Calmate, lindo, es apenas un dedo? Pensá que esos tres viejos te van a meter algo mucho más grande y yo lo que quiero es que de alguna manera vayas sabiendo lo que es ser penetrado y te vayas acostumbrando?
-Es que no me gusta?¡no me gusta! ?gimoteó el jovencito.
-¿Alguna vez te metieron algo en este lindo culito? ?preguntó la mujerona manteniendo la punta de su dedo en la entrada del orificio anal.
-¡Noooo!?
-Entonces, ¿cómo sabés que no te va a gustar?
-Por favor, señora? por favor? -suplicó Diego sintiendo la impotencia de no poder explicar su negativa, aunque por fin dijo:
-Es que a los varones no? no se les mete cosas en la cola?
-Hay muchos varones a los que les meten cosas en la cola? ¡y les encanta! ?retrucó Ligia.
-Sí, pero ésos son putos?
-Bueno, a lo mejor a vos te termina gustando, no podés saber antes de probar.
-¡Noooo! ¡no quiero ser puto! ?gritó el jovencito mientras la matrona disfrutaba cada vez más de esta nueva forma de imponerse a la víctima de turno. Siempre había empleado el rigor de la vara y del cinto, pero sentía que no estaba nada mal esto de ir imponiéndose sicológicamente a su presa.
-Tenés que entender una cosa, precioso: acá no importa lo que vos quieras o no quieras. Metete esto en tu cabecita.
-No puede tratarme así? -insistió Diego movido por la angustia.
-Lección número dos. Podemos tratarte como se nos dé la gana. ?le contestó Ligia al par que le acariciaba la cara con fingida ternura y el chico cedía a ese sentimiento mentiroso que era como un oasis en medio de su desesperación. ?Y depende vos cómo te tratemos, bien si te portás bien, mal si te portás mal. Ligia siguió acariciándolo un poco más, hasta que le dijo: -Muy bien, nene lindo, ahora vas a ser buenito con mami, ¿cierto? Para que mami te trate bien.
El chico no contestó, pero apenas se movió cuando Ligia le fue metiendo el dedo despacio, muy despacio. Era tanto su sentirse desvalido, indefenso, que esa mínima muestra de ternura por parte de la mujerona, aunque ignoraba que era fingida, lo había aflojado.
El dedo ya estaba introducido hasta el nudillo y Ligia sonreía, complacida de esa primera victoria.
Paseó su otra mano lentamente por las nalguitas, se inclinó hasta rozar con sus labios la nuca del chico y le murmuró:
-¿Ves que no es tan terrible, precioso?? Contale a mami qué sentís? -dijo Ligia mientras movía su dedo en redondo dentro del tierno culito que estaba estrenando.
Diego se sentía conmocionado y con una profunda vergüenza debió admitir que estaba experimentando placer, un placer intenso, extraño, turbador y que jamás hubiera imaginado, pero permaneció en silencio, impedido de reconocerlo, por pudor y por la culpa que ese placer le provocaba. Además, le pasaba algo raro e inquietante cuando esa mujer se llamaba a si misma mami para dirigirse a él.
Se descubrió gimiendo y moviendo sus nalgas hacia atrás una y otra vez, como para acompañar el rtimo de ese dedo que iba y venía adentro de su culo.
Ligia, era una experimentada corruptora y al advertir lo que le ocurría al chico sus labios dibujaron una sonrisa perversa. Con la mano libre abrió el pote de vaselina, se embadurnó el dedo índice, vecino al que tenía metido en el culo de Diego y lo introdujo también, lentamente, disfrutando de ese corcovo inicial y de la entrega posterior acompañada de sonoros gemidos.
Iba tejiendo con paciencia su telaraña en torno de la víctima, abrasada por ese fuego interior que era su ilimitada perversidad. Pensaba en cuando los tres viejos violaran al chico, que quisiera o no -claro que no lo querría- iba a tragarse esas vergas mucho más grandes que sus dos dedos. Le costó reprimir su risa y finalmente, tras unos cuantos embates más, retiró sus dedos del culito, se puso de pie mientras Diego gemía y suspiraba y le dijo:
-A mami le gusta que seas un buen chico, ¿sabés?, mañana nos vemos otra vez. ?y se retiró de la celda dejando a su presa agitada por fuertes y contradictorios sentimientos y sensaciones.
Ya en sus dependencias llamó al ingeniero:
-Disculpeme que lo llame, pero como usted quedó en?
-Hola, señora, es que recién termino de arreglar con los otros. Téngalo preparado para mañana a las diez de la noche.
-Bien, ingeniero. Se lo tengo bañadito, perfumadito y con enema.
-Perfecto. ¿Y cómo se está portando?¿sigue rebelde o se resignó?
-Está un poco menos rebelde. Es que estuve jugando con mis dedos en su culo y le gustó al muy guachito, aunque no dudo de que se va a resistir con el tema de las vergas que son mucho más grandes que mis dedos.
-Bueno, señora, ya le dije que lo vamos a coger por la fuerza y hasta nos va a gustar que se resista, jejeje, eso le va a agregar morbo a la situación.
-Coincido, ingeniero, yo ya me estoy calentando de sólo imaginarlo?
-Otra cosa, señora, lo vamos a coger ahí abajo, en la celda.
-¡Fantástico, ingeniero! ¡fantástico! ?se exalto la matrona. ?¡Es el escenario ideal para una violación!
-Sí, efectivamente. Prepare algunas cuerdas por si se nos da por atarlo.
-De acuerdo, ingeniero? -y ambos se despidieron hasta el día siguiente.
El rumor de su llegada había despertado a Alex, que dormitaba en el futón.
El chico se incorporó a medias y con voz algo pastosa dijo:
-Señora, ¿puedo? preguntarle algo??
Ligia adivinó el sentido de la pregunta y se adelantó:
-¿Querés saber de tu compañerito?
-Sí, por favor?
-Se retobó, che, hubiera tenido que despellejarle el culo y eso no se puede hacer porque sería arruinarle tan lindas nalguitas, así que mañana los viejos lo van a coger por la fuerza. Acabo de darle dedos y ¿podés creer que el muy turrito se calentó?, jejeje? Claro que con las vergas va a ser muy distinto, seguramente se va a resistir.
-¿Lo van a violar? ¿en serio?
-Claro, ¿qué, te da lástima?
Alex tragó saliva y tras una pausa murmuró:
-Es que? no? lástima no? Me da un poco de culpa pero? pero me gustaría ver, estar ahí?
El asombro agrandó los ojos de Ligia: -¡¿Estás hablando en serio, mocoso?!
-Sí? sí, señora? contestó Alex con la cabeza gacha por la vergüenza.
La mujerona sintió que empezaba a excitarse. Le ordenó al chico que saliera del futón, se sentó en el borde y le ordenó que permaneciera de pie delante de ella, con las manos atrás.
-Contame por qué querés ver cómo los Amos se cogen a tu compañerito?
Alex se mordía nerviosamente el labio superior y vacilaba.
-¡Hablá! ?le exigió la matrona elevando el tono.
-No sé bien, señora? -pretextó Alex. -Pero?
-¡Pero qué!
-Es que? creo que me? que me calentaría? -admitió el jovencito con las mejillas encendidas de vergüenza y excitación.
Los labios de Ligia dibujaron una sonrisa libidinosa.
-Ah, muy bien, veo que te estás convirtiendo en un putito pervertido.
Alex permaneció en silencio mientras se retorcía nerviosamente los dedos de ambas manos.
-Es de muy pervertido, de muy morboso excitarse viendo cómo tres viejos se comen a un compañerito de colegio? ¿No te importaría que Diego te vea allí?
-No, señora? no me importaría porque? porque no pienso volver al colegio ni a mi casa?
Ligia lanzó una carcajada celebratoria de esa muestra de emputecimiento extremo por parte de Alex.
-Yo? yo ya no soy el que era cuando? cuando ustedes me agarraron, señora?
-Cuando te agarramos eras un putito reprimido que fantaseaba con viejos sátiros? Pero ahora ya no sos un putito reprimido sino un apasionado tragavergas, ¿cierto??
-Sí, señora? es cierto? -reconoció el chico.
-A mí también me gustaría que estuvieras ahí, nene putito y pervertido, así que voy a hablar de esto con los Amos a ver si ellos autorizan. ?prometió Ligia.
-Gracias? gracias, señora?
-Mañana vas a tener visitas, pero a las seis de la tarde, así que si los Amos dan el permiso no va a haber problemas.
-¿Visitas??
-Sí, visitas de ésas que a vos te gustan? Dos tipos, uno de setenta y otro de setenta y dos.
-Bueno, señora? -murmuró el jovencito que entre la posibilidad de ver cómo Diego era violado y la sesión de sexo que él tendría al día siguiente había empezado a excitarse, y Ligia lo notó, por supuesto.
-Mmmmhhhhh, esa verguita se está inquietando, ¿qué pasa?
-Es que? es que me estoy excitando, señora? -admitió el chico aunque no se atrevió a pedirle a la mujerona que hiciera algo al respecto.
Ligia vio en esa calentura del jovencito una oportunidad para hacerlo sufrir y dijo con tono burlón: -¿Ah, sí?? Mirá vos? Seguramente estás calentito por lo de mañana con esos dos viejos y también por la posibilidad de ver cómo se cogen a tu lindo compañerito? Apuesto a que te gustaría que yo me pusiera a jugar con tu hermoso culo? Que te metiera el consolador, que después te ordenara que te masturbes y que te tomaras toda tu lechita? ¿Me equivoco, putito?
Alex tenía el rostro ardiendo. Tragó saliva, se aclaró la garganta y finalmente reconoció con voz apenas audible: -No? no se equivoca, señora?
-Pero no voy a hacer nada de eso? -dijo. -Te quiero bien caliente para mañana con esos dos viejos y para evitar que te masturbes a espaldas mías vas a dormir atado. ?y se dirigió a su dormitorio, donde guardaba diversos elementos de dominación. Volvió rápidamente con una cuerda de un metro de largo y luego de hacer que el chico se tendiera de espaldas en el futón le amarró ambas manos al parante lateral. Antes de retirarse a su dormitorio experimentó el sádico goce de ver la expresión de crispada angustia en el bello rostro de Alex.
Era muy tarde para llamar a Mara, de manera que debió conformarse con el consolador mientras pensaba en lo que pasaría al día siguiente: Alex usado por dos vejetes y más tarde la violación de Diego contemplada por su ya pervertido compañerito de colegio.
-Esto se está poniendo muy lindo? -se entusiasmó mientras se introducía el consolador entre jadeos calientes.
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