El negro cebolla de la playa

Autor: davicio | 21-Nov

Gays
Como cada año, parte de mis vacaciones de verano las paso en la provincia de Cadiz, desde la primera vez que fui sus playas me parecieron unas de las mejores de toda España.
Aunque todas sus playas son estupendas yo siempre he preferido las playas nudistas, o las pequeñas calas donde poder despelotarme a gusto y tomar el sol sin nada de ropa que te moleste.
Ese dia habia ido a una pequeña cala cerca de la playa de Castillejos, en Caños de Meca, tras encontrar un sitio tranquilo, coloque mi toalla, me quite el bañador y tras darme un pequeño baño para refrescarme, me puse a tomar el sol.
Empezaba a quedarme dormido cuando note la presencia de alguien cerca de mí. Levanté la cabeza y entreabriendo los ojos ví a un hombre de color de ébano colocando la toalla a pocos metros de donde me encontraba. Me lo quedé mirando con interés ya que la verdad es que estaba muy bien. Era una especie de gigante pues mediría cerca de 1.90 según calculé inicialmente. La presencia de aquel poderoso mandinga hizo que mi polla diese un pequeño respingo sin poderlo evitar. Sin embargo aun se endurecio más cuando se despojó del bañador rojo que llevaba dejando al aire la larga pitón que le colgaba entre las piernas. Aquello era enorme pese a estar en reposo y no pude menos que pasar mi húmeda lengua a lo largo de mis labios mojándolos con mi saliva mientras imaginaba el montón de cosas que podría hacer con aquel plátano de chocolate.
Aquel guapo muchacho se levantó de repente y se dirigió corriendo al agua haciendo bambolear su polla de un lado a otro. Aquella imagen me tenía totalmente confundido. No podía apartar la vista de él viéndole nadar cerca de la orilla. Me imaginé entre sus brazos siendo follado con desesperación. Me propuse entablar conversación con ese formidable macho con cualquier tipo de pretexto. Cinco minutos más tarde salió del agua mostrando su verga un tamaño aun mayor. Por lo visto el efecto producido por la fría agua sobre su polla había hecho que ésta se endureciese un tanto. Aquel dardo mediría cerca de dieciocho centímetros y eso que aun no se encontraba en plenas condiciones.
Me coloqué mirándole apoyado en los codos y con un silbido llamé su atención. Con una mano le indiqué que se acercara. Mientras se aproximaba no pude dejar de mirar el tremendo colgajo que poseía, escondidos mis ojos bajo los oscuros cristales de mis gafas. Era realmente espectacular. Jamás había visto un espécimen de ese tipo. Al llegar junto a mí se me quedó mirando de arriba abajo sonriéndome con su blanca dentadura. No perdió detalle de mis musculos y bajó su mirada hasta llegar a mi morcillona verga, la cual devoró con sus negros ojos.
Le pedí un cigarro ya que me había olvidado de comprar y con una sonrisa me pidió si podía sentarse conmigo para hacernos compañía. Asentí con la cabeza y se levantó corriendo recogiendo sus cosas y sentándose junto a mí. Le pregunté cómo se llamaba y me dijo que prefería no decirmelo para mantener el secreto entre nosotros. Estuvimos diez minutos charlando de diversas cosas durante los cuales no pude evitar, de vez en cuando, dirigir mi vista hacia su tentadora entrepierna. Aquel hombre me sonreía dándose cuenta del nerviosismo que me embargaba. La verdad es que aquel moreno tampoco perdía oportunidad de traspasarme con su mirada.
Al pedirle un segundo pitillo, aquel fuerte macho se agachó hacia mí ofreciéndome sus jugosos labios entre los cuales extrajo una caliente lengua que recogí entre mis labios dándonos un caluroso beso de tornillo. Nuestras lenguas entablaron una lucha incansable retorciéndose entre sí como dos serpientes y traspasándonos nuestras respectivas salivas. Me sentía en la gloria con aquel hombre y estaba dispuesto a entregarme a él sin ningun tipo de reserva.
Dirigió su boca a uno de mis pezones, empezando a comerselo con gran apetito. Aquella caricia consiguió hacerme gemir por primera vez. Sus labios se unían a mi pezón como auténticas ventosas dándole un tratamiento demoledor. Al mismo tiempo alargó su velluda mano hacia mi candente polla haciéndome dar un respingo. Separé mis piernas y me dejé hacer. Aquel negrazo sabía lo que se hacía.
Estaba deseoso de que juntara sus calientes labios a rabo y así se lo pedí. Se situó de rodillas entre mis piernas abriéndolas con sus manos y se quedó observando mi polla. Se pasó la lengua por los labios imaginando el banquete que se iba a dar a mi costa. Subió entre mis piernas lamiéndome con infinita dedicación mis poderosos muslos. No tenía ninguna prisa por llegar al objeto de su deseo. Deseaba hacerme sufrir al máximo. Mi cuerpo vibraba gracias a la caricia de su caliente lengua la cual humedecía mis muslos. Finalmente llego a mis pesadas pelotas, dandoles una ligera lamida.
Aquel experimentado hombre me sonrió y acerco sus labios a mi polla, uniendo sus carnosos labios a mi rosado glande. Creí ver las estrellas con aquella caricia. Envolvia mi polla entre sus grandes labios. Su ávida lengua exploró cada centimetro de mi verga produciéndome placeres indescriptibles. Mis jadeos y gemidos se oían en toda la playa. Estaba recibiendo una de las mejores mamadas de mi vida. Y ante una inminente corrida le pedi que parase, no queria correrme tan rapido.
Mi amante de aquella mañana se puso de pie ayudándome a situarme de rodillas entre sus piernas. Quedé prendado de aquel brutal aparato que en breves segundos iba a ser todo mío. Tomé su daga entre mis labios y en el interior de la boca, en el paladar, comenzando a azotarlo con la lengua. Su gran tamaño me produjo arcadas pero pese a ello no cejé en mi empeño. Lo sentí crecer junto a mi garganta, tras la caricia bucal. Alargué los brazos, trepando por el vientre sudoroso del negro hasta llegar a su torso, sin soltar la presa de mi boca. Le pellizqué con fuerza las tetillas y la excitación del hombre se tradujo en una mayor dureza del miembro que descansaba entre mis labios. Entonces empecé a moverme, comencé a mover la cabeza sobre su miembro, aproximándome y alejándome, tragándolo y escupiéndolo, una oscilación placentera, chupándolo en toda su longitud, ensalivándolo, mordisqueando el frenillo que sujeta el prepucio doblado sobre el glande a punto de estallar.
Aquel hombre me cogió del cabello ayudándome en el movimiento continuo de mi felación. Deseaba hacerle la mejor mamada de su vida hasta que se corriese en el interior de mi ardorosa boquita. Quería notar cómo iba a brotar la totalidad del elixir con el que estaba seguro que aquel negro me iba a regar. Estaba sediento ya que tenía la garganta seca debido a la comida de rabo que le estaba haciendo. Mi lengua ensalivaba con gran dedicación aquel torpedo humedeciéndolo con ferviente pasión. Lo extraje del interior de mi cavidad bucal y empecé a masturbarlo con furor mientras adoraba aquel oscuro tallo entre mis manos. Aquel potente moreno no pudo aguantar por más tiempo aquel furibundo masaje que le estaba prodigando con mis dedos y mi mano y acabó explotando sobre mi cara yendo a parar su copiosa corrida sobre mi barbilla, mi pecho y mi golosa boca la cual se tragó con deleite aquella ardiente catarata de semen con que me obsequió aquel negro maravilloso.
Tras aquella monumental corrida quedé gratamente sorprendido observando cómo aquel a****l encabritado no perdía un ápice de su vigor. La virilidad de aquel apuesto muchacho no perdía fuelle invitándome a un nuevo combate.
- Espero que aun guardes fuerzas para mi culo!- le dije con cara de vicio.

Con aquellas palabras deseaba hacerle desear follarme; en aquellos momentos estaba dispuesto a entregarme a él sin ningun tipo de cortaprisa. Me sentía poderoso con aquel hombre a mi lado. Deseaba que me cubriese con su poderosa masculinidad hasta perder el sentido entre sus musculosos brazos.
Mi amante de aquella mañana me ofreció su mano derecha para ayudarme a levantar y, mirándome fijamente a los ojos sin decir palabra, me hizo acompañarle hasta unas grandes rocas donde podríamos retozar sin nadie que nos molestase. Colocó la toalla sobre una roca donde podríamos tumbarnos sin problemas. Era una roca plana la cual era perfecta para poder follar como a****les. Nos abrazamos nada más llegar allí y aquel hombre comenzo a jugar con los pelos que adornan mi pecho. Subió hacia mi cuello empezando a darme fuertes lametazos en el mismo logrando hacerme vibrar de deseo. Se entretuvo un buen rato con mi apetitoso cuello hasta situarse a mi espalda dedicándose ahora a chuparme la nuca. De ahí pasó a los lóbulos de mis orejas llevándome a un estado de locura absolutamente maravilloso. Aquel moreno sabía qué puntos de mi anatomía debía tocar para lograr hacerme sentir en la gloria.
Me situó de espaldas a él mostrándole mis nalgas en todo su esplendor. Estaba ansioso y necesitado de que algo duro y poderoso empezase a darme placer. Me moví un instante hacia atrás y me topé con la presión de su polla terriblemente erecta golpeando contra mi pierna. Me excité ante semejante coloso, sentí como de mi polla comenzaba a salir grandes cantidades de precum .
Aquel hombre era muy fuerte. Con una solo mano, me obligó a agacharme apoyando la cabeza sobre la húmeda roca. . Se movía frenéticamente detrás de mí. Me dio una palmada en el culo con su poderosa mano haciéndome chillar. Volvió a darme varias palmadas hasta ponerme las nalgas de un color rosado.
Sus manos empezaron a sobar mis nalgas a conciencia con lo cual no tardé en entrar en calor. Inesperadamente sentí unos gruesos dedos moviéndose circularmente alrededor de mi ano, acariciándolo con suma delicadeza. Incliné las caderas hacia delante. El contacto de mi estómago con la fría roca me produjo una sensación un tanto extraña. Pensé que si hubiera podido restregar mi polla contra la pierna de mi amante ocasional no hubiese tardado en correrme brutalmente. Estaba tan excitado que no podía soportarlo más.
- Vamos, follame ya- suplique
- Estás a punto para sentir mi polla en tu interior.
Pese a no poder negar mi nerviosismo, traté de relajarme y entreabrí las piernas preparándome para la embestida que se avecinaba. En aquel instante, un dedo penetró mi ano. Al principio se introdujo lentamente, pero después entró y salió cada vez más rápido hasta hacerme enloquecer por completo. De repente aquel bastardo deslizó otro dedo en mi dilatado esfínter.
Dos fornidas manos me agarraron por las caderas. El ardiente glande de su grueso tallo rozó el exterior de mi pequeño agujerito. Creí que no estaba seguro de querer penetrarme, pero en una rápida embestida sentí cómo se abría paso en mi interior. Chillé sin poderlo resistir, aquel cabrón me había metido su enorme verga sin la más mínima compasión. Lloré ante semejante intromisión en mis entrañas. Abrí los ojos como platos degustando con placer aquella estupenda verga. Mi cuerpo se movía y agitaba al ritmo de sus acometidas. Arqueé la espalda, arañé con las uñas la roca y contraje la respiración. Los latidos de mi corazón se aceleraron.
El moreno embestía una y otra vez, sin dar muestras de cansancio y, mientras su verga taladraba mi ano, volví la cabeza. Aquel hombre tenía la mirada perdida y buscaba aire con dificultad. Lanzó un gemido de placer y me embistió con tanta furia que casi me hizo levantar del suelo. Mi polla estaba a cien, estaba tan excitado que supe que no tardaría en correrme. Tan solo era cuestión de segundos.
Sentí la acometida de aquel negro mientras invadía mis intestinos. Ladeé la cabeza y contemplé la escena con excitación. Estaba siendo sodomizado sin el más mínimo descanso por aquel maravilloso semental. La escena me resultó tan sumamente morbosa que acabé perdiendo el control de mí mismo y me corrí sin remedio.
Mi amante me dejó descansar unos breves momentos para poder recuperar el aliento extrayendo aquella flecha de mi conducto anal. Tenía la verga totalmente endurecida. Mi mirada le ponía cachondo y, unos segundos más tarde, comprobé el tamaño descomunal de aquel músculo demoledor.
El hombre empezó a sobarse la polla con sus dedos. Le miré a los ojos y ambos sonreímos. Conscientes de lo que iba a ocurrir, apoyé mi mano en su hombro y me levanté. Mis piernas apenas podían sostenerme.
El negro empezó a acariciarse su descomunal barra de hierro. Aquel cilindro se curvaba hacia arriba apuntando hacia el cielo y desafiándome sin reparo. En mi vida había visto una boniato tan grande, sin exagerar diría que aquello mediría cerca de veintitrés centímetros y no pude creer cómo aquello había podido entrar en mi estrecha cavidad. Por suerte estaba circuncidado y no era muy gruesa lo que sin duda la convertía en un aparato ideal para follarme de una manera tan brutal como lo estaba haciendo.
Tendido sobre la roca con el culo desnudo, observé cómo aquel macho se cogía la verga y empezaba a masturbarse, corriendo el prepucio adelante y atrás. Cada vez estaba más dura y sólo deseaba sentirla dentro de mí.
De pronto sentí la presión de sus manos sobre mis nalgas. Inesperadamente, la punta de su lengua penetró lentamente por mi retaguardia. Estuvo un par de minutos lamiendo mi ano, para dejarlo bien lubricado, finalmente escupio y yo volví la cabeza para ver al moreno dirigiéndose hacia mí con su espléndida herramienta negra apuntando directamente hacia mi ano.
Sujetó mis nalgas con las manos, deslizando sus pulgares hasta alcanzar mi ano y luego introdujo lentamente en él la punta de su glande.

¡Voy a taladrarte!, exclamó y me penetró violentamente desgarrándome por dentro.

Sus acometidas eran cada vez más intensas y, aunque al principio me estremecí de dolor, no tardé en jadear de placer.
Al imaginar el aspecto de su terrible falo palpitando en mis intestinos, deslicé la mano por mi abdomen hasta rozar sus enormes pelotas, que bailaban al ritmo que marcaba su cadera.
El negro se dejó caer sobre mi espalda. El pecho lo tenía empapado en sudor. Sentí los acelerados latidos de su corazón a flor de piel, escuché sus gemidos entrecortados mientras me penetraba, la presión de su carne desgarrando los músculos de mi esfínter. La follada era cada vez más y más intensa. Notaba cómo sus huevos golpeaban contra mis nalgas sin descanso. Aquella barra candente me quemaba las entrañas; sin embargo era una sensación formidable.
Quería moverme pero su cuerpo me lo impedía. De pronto, sentí como su polla se endurecia aun mas, como se tensaba y el calor del semen de aquel apuesto negro inundándome el culo. Mis piernas apenas me sostenían y caí de rodillas sobre el suelo, notando el peso de aquel enorme negro sobre mi espalda.

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