Aventuras y desventuras de una meretriz de lujo

Autor: Felbarsal | 31-May

Grandes Relatos
Nota del autor

Esta es una novela pornográfica, no lo voy a negar. Pero el lector sagaz, observará que la pornografía queda relegada a un mero instrumento, pero necesario, porque va unido a los personajes que por razones particulares de cada uno, caen en las profundidades de sus circunstancias, o de su miserias.

No lo neguemos, todos somos licenciosos aunque algunos pretendan mitificar el sexo como descendiente del alma y del amor.
Y no nos engañemos, en el sexo basado en todas las mas bajas pasiones del ser humano, es lo que al final casi todos caemos. El amor es maravilloso para mover los sentidos más nobles del ser humano. Pero no seamos hipócritas: la mayoría de las veces fornicamos más que hacemos el amor.

Advertirán también los lectores, que la protagonista no tiene apellidos; el motivo es muy simple: no pretendo que ninguna dama en la que coincida el nombre y los mismos, pueda verse reflejada en la historia.

Juro, que Manolita es un personaje
El lector encontrará en los primeros capítulos de la novela escenas escabrosas; pero como todos sabemos que existen en la mente humana ese tipo de aberraciones sexuales, no he totalmente inventado; que no me he basado en su concepción absolutamente en las posibles circunstancias reales de ninguna mujer, por lo que si hay coincidencias con algunas, vuelvo a jurar que nada tengo que ver con ellas he querido esquivarlas, eso sí he procurado narrarlas en su cruda realidad, pero con cierta sensibilidad.

Narro dos escenas de escatología en las primeras páginas que pueden herir la sensibilidad de algún lector. Aunque el lector agudo se habrá percatado, que, lo que intento es poner de manifiesto la bajeza moral de unos individuos que bajo su apariencias de personas ejemplares, viven en ellos los más asquerosos extravíos sexuales. Y que eran merecedores de tales defecaciones.

Manolita se hizo así misma en una sociedad que limitaba los derechos de las mujeres; porque supo ver, oír y callar en aquellos años de represión. Y durante la Democracia fue fiel a si misma y a su pasado.
Bien es verdad, que mantuvo un grave pecado hasta la vejez; pero al fin y al cabo no afectaba a terceros, sólo a su conciencia. Y al final como pecadora arrepentida, halló la absolución, y quedó en paz con ella misma y con Dios.

A Partir del capítulo VI. Página 41. conocerán a la auténtica Manolita; y al final, se darán cuenta, que el fondo de esta historia es un canto a la ternura.

Que la disfruten.

Capítulo 1

Durante 30 años he regentado una Casa de Putas; (permitan que lo denomine de esta forma un tanto displicente); pero es que en mi País, el pueblo liso y llano donde los hombres van a \"aliviarse\", lo llaman así: Casa de Putas.
Podría haber empleado otros nombres menos significativos, como por ejemplo: casa de tolerancia, serrallo, casa de citas, casa de lenocinio, casa de trato, casa pública, prostíbulo o burdel; pero sería intentar disfrazar lo que por mucho que se intente disimular, siempre será lo que es: una Casa de Putas.
Por ella han concurrido miles de hombres de todas las edades y personalidades: el político, el estudiante, el catedrático y el militar; ya que desde su apertura, ha atravesado por múltiples apariencias debido a las circunstancias política sociales de cada momento.
También podría escribir un libro de mil páginas narrando todas las anécdotas, ocurrencias, eventos y peripecias allí acaecidas; pero me voy a limitar a narrar aquellas vivencias que bien personalmente o mis chicas, fueron testigos directos de las mismas; y el resto, a contarles las aventuras y avatares en los que me vi implicada.
Inicié mi actividad en el año 1960; tenía a la sazón veinte años. Mi País estaba regido por una Dictadura; ya que había salido de una guerra fraticida por culpa de las ideas políticas y religiosas. Y ya se sabe, el triunfador, impone las suyas a la fuerza.
La sociedad imperante era machista, y exclusivamente entendía de dos tipos de mujeres: decentes o putas. Pero la gran paradoja, es que las decentes estaban socialmente más \"puteadas\" que las prostitutas.
Seguro que se preguntarán los motivos de algo que parece incongruente, pero es que aquella sociedad, era la incongruencia propia.
La mujer decente era la que defendía los valores que dictaba la Santa Madre Iglesia: llegar virgen al matrimonio, ser fiel y sumisa esposa, e ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar.
Y las casadas, quedarse preñadas todos los años, ya que la venta de anticonceptivos estaba muy controlada; además de ser pecado mortal su utilización para evitar los embarazos.
A las decentes solteras que les dejaba el novio abandonadas y fecundadas, si eran pobres se convertían en la vergüenza de la familia, y eran repudiadas. Pero si eran ricas, hacían \"un viaje de turismo al extranjero\", y por arte de birlibirloque volvían \"desembarazadas\".
Las familias numerosas eran premiadas por aquel Régimen, y las consideraban ejemplos de madres abnegadas dignas de los mayores elogios las que rebasaban la docena de hijos. Por eso no es de extrañar, que el peor insulto que se le podía hacer a un hijo, era llamarle \"hijo o hija de puta\". Y el que se atrevía a llamárselo a otro, seguro que el final eran los juzgados o las Casas de Socorro. La madre era lo más sagrado del mundo, ¡Y pobre del que se atreviera a mancillar su honor!
Sin embargo nosotras, las putas, no teníamos los \"privilegios de las decentes\". Podíamos vestir pantalones, fumar y beber alcohol, y nos pintábamos el rostro con todo tipo de perfiles. Alternábamos en clubes, y cruzarnos de piernas para que se nos vieran las bragas.
Las Casas de Citas, durante un tiempo estuvieron toleradas por el Régimen, pero con severísimos controles sanitarios; y el acceso a las mismas estaba exclusivamente reservado para los hombres mayores de edad.
Creo haber resumido en pocas palabras el tipo de sociedad que imperaba en mi País en aquellos años. O sea: una sociedad machista, donde el hombre era la fuerza, y la mujer su reposo en caso de la esposa, y su entretenimiento en caso de la querida o puta, que venía a ser lo mismo.
La diferencia entre puta y querida, estribaba generalmente en la edad y en el físico. Las muy jóvenes y agraciadas, aspiraban a tener ese amante millonario pero cateto, que les mantenían hasta que se cansaban de ellas; pero el final de casi todas era el mismo: El burdel.

Capítulo 2

Año 1958

Vivía en un pueblecito muy pequeño llamado Los Alcores; y en esa hora tonta que dicen tenemos las mujeres, un viajante de alpargatas muy guapo él, me hizo una tripa cuando tenía diecisiete años.
Mi padre y mis dos hermanos me echaron de casa por considerar que era la deshonra de la familia. Mi pobre madre nada pudo hacer, salvo llorar y rezar todos los días. Y fui estigmatizada por el alcalde, como una maldición para el pueblo.
Con mi barriga, una falda, un jersey, un sujetador y dos bragas, y sin apenas recursos económicos, abandoné el pueblo y me vine a la capital a buscarme la vida; pero lo que encontré fue mucha hambre y piojos.
Gracias a don Celestino, el párroco del pueblo, me aceptaron en una casa de beneficencia para chicas descarriadas.
A las dieciséis semanas de embarazo, aborté de una forma natural, ya que si quería tener a esa criatura.
No sé como me sobrevino, porque no me dieron explicaciones, sólo escuché decir que estaba muy débil y con anemia, y que el feto no había podido seguir el proceso de gestación debido a la falta de los elementos necesarios para la culminación de la vida.
Superado el trauma que me supuso el aborto, y rebasado el tiempo máximo que podía permanecer en la casa de acogida, me pude colocar de mujer de la limpieza en una de las casas de citas más famosa del lugar. Ya había cumplido los dieciocho años.
Aquí empezó mi vida a resurgir; pues aunque durante seis meses, me hinché a limpiar todos \"los restos del amor pagado\" que dejaban aquellos señores de porte tan distinguido; allí mismo aprendí más de la vida en esos ciento ochenta días, que el resto de la misma intentando ser una mujer honesta y honrada, tal como mandaba la Santa Madre Iglesia.
Un día después de comer me dijo doña Patrocinio, la dueña de la casa:
--Manolita, ¿Sabes que los clientes se fijan más en ti que en mis niñas?
Efectivamente, así era. Muchas veces tuve que parar los pies a más de uno de aquellos señores haciéndome la tonta. La verdad que tenía 18 años esplendorosos, pero a todos decíamos que tenía veintiuno, ya que al ser menor no podía ejercer la prostitución.
El comisario Fernando Lopetegui era amigo íntimo de doña Patrocinio; y cómo se acostaba gratis con todas las niñas, hacía \"la vista gorda\". Por eso me adelanté a ejercer \"el oficio\".
--Ya me he dado cuenta; pero mire usted, yo no sé si serviré para esto.
--Ven conmigo, verás como vas a sorprenderte. Me dijo a la vez que me tomaba de la mano y me llevaba a su habitación; en donde el lujo, el boato y el buen gusto se manifestaba por las cuatro paredes y en el techo.
--¿Te gusta lo que ves?
--¡Jolín! Claro que me gusta, esto no lo tienen ni las señoras más ricas de mi pueblo.
--Es que las señoras decentes no pueden tener estos lujos.
--¿Y por qué no? Pregunté con ingenuidad manifiesta.
--Porque las señoras decentes dependen de sus maridos; y éstos, las tienen como siervas, no como amantes. Y las esposas no necesitan estas clases de atenciones, es un pecado; pero para las queridas no, porque como ya están condenadas a ir al Infierno, en la Tierra pueden hacer lo que quieran.
No podía entender sus razonamientos, pero lo que observaba a mi alrededor no era un sueño, era una realidad palpable. Abrió un armario y quedé alucinada de la cantidad de vestidos a cual más bonitos que contenía.
--Te voy a transformar para que compruebes lo preciosa que eres. Después de manipular mi rostro y mi cuerpo durante un buen rato, dijo:
--Mírate en el espejo.
No quedé alucinada, quedé totalmente deslumbrada; en unos minutos me había convertido en una princesa.
Me desprendió de mis viejas y vetustas ropas; dio libertad a mi pelo del color del oro, dejando que transitara hasta más allá de mis hombros, pues estaba preso en una especie de moño que parecía más bien un repollo.
Dio una sombra profunda y misteriosa a mis ojos, y emitió luz a mis labios; labios sensuales que invitaban perennemente a ser besados. (Eso era lo que me decía aquel viajante que me dejó preñada)
Mí cuerpo de un metro setenta centímetros, adquirió unas dimensiones desconocidas dentro de aquel vestido que doña Patrocinio había estimado el ideal para que se luciera en mí anatomía. Parecía una diosa salida del Olimpo.
Odiaba a mis caderas y mi trasero porque me parecían demasiado anchos, y mi pecho también me parecía desproporcionado, pero ¡Oh! milagros de la plástica: fui ubicada por doña Patrocinio en mi verdadero espacio...
...Y aquella burda y paleta niña de pueblo, se había convertido en una mujer capaz de poner a sus pies a todos los hombres...
Por mi mente pasaron fugazmente las imágenes que me hicieron tan desgraciada: el pueblo, mi familia, la casa de acogida, el hambre, los piojos, y el aborto. Y supe al instante que mi vida había cambiado radicalmente.
Doña Patrocinio miraba con delectación la obra de arte que acaba de crear conmigo; y al ver la expresión agridulce de mi rostro, supo que aquella Manolita que limpiaba \"su Casa\", se iba a convertir en una princesa al alcance de muy pocos. Sólo pude abrazarme a ella y darle las gracias.
--¿Te atreves a salir al salón así? Me dijo muy convencida. Dentro de poco empezarán a llegar los clientes, te aseguro que todos cuando te vean se van a poner a tus plantas para solicitar tus favores.
--Una pregunta ¿Cuánto ganan sus chicas?
--En un mes, más que tú en un año limpiando la basura que dejan esos que te van a admirar como a una diosa en cuanto te desnudes delante de ellos, porque tu cuerpo Manolita es como el de una deidad.
Quedé perpleja, y al recordar todas las vicisitudes que me trajo aquella hora tonta, y me dije: acordándome de Vivien Leigh en la película: \"Lo que el viento se llevó\".
?A Dios pongo por testigo, que si por mi vulva dejé de ser una mujer honrada; por mi vulva seré reivindicada\"

Continuará. (Dependiendo de la aceptación que tenga esta novela que consta de 69 capítulos)

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