Autor: andriuxxx | 09-Jan
Después de aquella bestial cogida que me habían dado los de cuarto año pensé que ya había sido suficiente, y era tiempo de seguir la vida normal con mi novio. Sin embargo de a poco fue apagándose la culpa y al mes terminé por buscar a uno de ellos.
El reencuentro fue nuevamente en el auditorio en la madrugada, esta vez mucho más relajados ambos, y el sexo volvió a ser tan caliente como la primera vez, solo que esta vez al terminar ya casi no me sentía mal al pensar en el pobre de mi novio, que a esa altura debía estar durmiendo en su casita.
A partir de allí los encuentros empezaron a hacerse más frecuentes, cada vez que disponía de un rato me escapaba y me entregaba a ese cabron, para disfrutar de su monumental verga, que ya había tomado por costumbre descargar su leche en mi boca.
La único que me preocupaba era terminar enamorándome de él, sin embargo pronto me di cuenta que es Ramiro a quien yo amo, a pesar de que no pueda darme todo el placer que necesito en la cama.
Una noche en la que mi novio no estaba en la ciudad yo estaba franca fui hasta la casa de ese cabron con mi mejor ropa interior, esperando poder pasar una noche agradable junto a él. Al llegar me sirvió un trago de vodka y después de poner una película que había comprado ese mismo día se sentó al lado mío, abrazándome muy cariñosamente. La película contaba la historia de una mujer casada con un hombre de muy buen pasar, que conocía a un profesor del gimnasio y al final de la clase terminaba bañándose junto a él en los vestuarios. Unos días después la invitaban a una fiesta del gimnasio en la cual terminaba acostándose no solo con su profesor sino también con dos clientes del mismo gimnasio. Para ese momento yo llevaba dos vodkas encima y la mano de el ya estaba masajeando mi entrepierna.
- ¿Te gusta lo que ves Anndrea?- Me dijo al oído entre un beso y otro.
- Sí, es muy caliente esta película- Alcancé a contestarle con un suspiro.
- ¿Te gusta tener a muchos hombres para ti solita?
No me animé a contestarle nada, pero el pareció entender el porqué de mi silencio.
- Tu lo que necesitas son muchos hombres que te hagan lo que quieran y te hagan sentir una putita.
- Si, es lo que necesito- Terminé de decir eso y no pude contenerme. Bajé el cierre de su pantalón y acostándolo en el sillón me senté sobre él, enterrando su verga hasta lo más hondo de mí.
Con cada estocada me preguntaba si quería tener una verga más para poder chupar mientras el me penetraba, y yo fuera de mí contestaba con gritos que necesitaba otra verga para mi sola.
Acabamos juntos y casi me muero de vergüenza por las cosas que había llegado a decir producto de mi calentura.
A la semana siguiente mi novio nuevamente tuvo que salir de la ciudad por lo que corri esa noche a buscar a mi matador estrella y al llegar a su departamento hizo todo lo que estaba a su alcance para que pudiera relajarme. Nuevamente el vodka sobre el sillón, la película de los hombres con una sola mujer y su mano masajeándome hasta ponerme a punto.
Golpearon la puerta del departamento y el fue a abrir. No me animaba a darme vuelta para ver quien era, pero finalmente la curiosidad pudo más y al girarme alcancé a ver a dos hombres que acompañaban a mi amigo, dejándome helada.
- Anndrea, te presento a mis primos, Mauro y Daniel-. Los dos hombres eran muy parecidos entre ellos, bastante más altos que el, muy bien vestidos los dos y bastante apuestos.
Los dos se acercaron a saludarme y Daniel al besarme corrió su boca y terminó dándome un hermoso beso en la boca. Rápido de reflejos mi amigo se puso detrás de mí y tomándome las tetas empezó a desvestirme. Daniel siguió con su beso, y por detrás de él pude ver a su hermano desabrochándose el pantalón para dejar al aire una increíble verga que rondaba el tamaño de la de mi amigo. La puso junto a mi cara y no pude evitar meterla en mi boca, llenándola de saliva para poder deslizar mejor mis labios sobre ella. Casi sin darme cuenta mi amigo me había levantado mi falda, y desde atrás hiso a un lado la tanga para enterrármela sin previo aviso, aprovechando que la situación me hacía mojarme como nunca.
Las penetraciones pronto se hicieron feroces y a la verga de Daniel se sumó la de Mauro, casi del mismo tamaño. Si en mi boca ni siquiera entraba mucho más que la cabeza de una sola, las dos se volvían un trabajo imposible, por lo que me limité a llenarlas de saliva y pasar mi lengua por las dos juntas mientras las juntaba con mis manos y movía la cabeza iba de atrás hacia delante ayudada por la metida de verga desde atrás de mi amigo.
Después de un rato decidieron cambiar de posición. Mauro se sentó en el sillón, y mi amigo me acomodó sobre él. Empecé a cabalgarlo mientras los otros dos se paraban a su lado para ofrecerme sus vergas, las cuales chupaba y masturbaba completamente descontrolada.
Tan entusiasmada estaba que no alcancé a notar que mi amigo se había bajado del sillón y ahora estaba masajeando mi ano con lubricante. Aunque me dolía muchísimo la cabeza presionando en la entrada, por alguna razón no podía dejar de moverme sobre Mauro, y esto fue aprovechado por mi amigo, que a la segunda estocada la dejó ir entera, arrancándome un grito desgarrador que lo asustó un poco, pero que llegó a excitar a Daniel, quien sin avisar me llenó la boca de una enorme cantidad de leche, mientras que algunas gotas fueron a dar en mi cara y otras en mis tetas.
Toda pegoteada como estaba seguí recibiendo a los otros dos que coordinaban perfectamente para entrar y salir al mismo tiempo por mis orificios hasta arrancarme mi primer orgasmo. No recuerdo bien que fue lo que dije en ese momento, pero seguro debió ser algún insulto o algo por el estilo. Lo cierto es que el orgasmo duró mientras ellos seguían penetrándome, hasta que mis piernas se quedaron sin fuerzas y tuve que pedirles que pararan.
- Vamos a parar cuando queramos, putita-. Contestó Mauro acelerando el ritmo. ? A las putas como tu es mejor tenerlas así, y darles hasta que pidan por favor.
Después de decir esto me hizo dar vuelta y fue el quien la metió por mi ano, dejando mi concha a disposición de mi amigo, quien antes de ensartarme apretó mi clítoris con la lengua, provocando otra oleada de electricidad, que me llevó a apretar la verga de Mauro con mi ano, hasta casi hacerlo acabar. Rápidamente, sabiendo de la inminencia de su orgasmo, me tomó de la cintura y volvió a darme vuelta, pero esta vez agachó mi cabeza y después de un par de chupadas me dio su leche, la cual a decir verdad me pareció mucho más sabrosa que la de su hermano.
Solo quedaba mi amigo, quien aprovechando que mi culito estaba lo suficientemente dilatado volvió a ensartarme por allí mientras su mano masajeaba mi clítoris. Cambiamos un par de posiciones hasta que por fin terminamos juntos en un nuevo orgasmo que me dejo abatida.
No tenía fuerzas para levantarme, el cuerpo me pesaba una tonelada, y solo quería seguir ahí acostada hasta reponerme. Cerré los ojos e intenté descansar, pero apenas un segundo después de hacerlo pude sentir que algo rozaba mis labios. Me desperté y pude ver la enorme verga de Daniel metiéndose entre mis labios. Solo atiné a abrir la boca y dejar que me la metiera hasta el fondo de mi garganta. Con mis piernas abiertas y completamente desnuda estaba a su entera disposición, por lo que en poco tiempo, gracias a la chupada que me brindó Mauro pude recobrar mis fuerzas. Ya sin poder controlarme para no interrumpir aquella masacre decidí llamar a mi casa para avisar que me quedaría a dormir de una amiga. Al ver el celular tenía unas cuantas llamadas perdidas de mi novio. Simplemente le mandé un mensaje diciendo que mi celular se había quedado sin batería y lo apague para poder seguir disfrutando de esas calientes vergas.
Aunque ellos podían turnarse y descansar, yo estaba casi todo el tiempo recibiendo esas hinchadas vergas por todos mis agujeros. Fue realmente agotador, sin embargo los orgasmos se sucedían uno tras otro haciéndome notar por más que ame a mi novio nunca voy a poder dejar de disfrutar de otras vergas que tan caliente me ponen al verlas.