Orgia en el hospital relato de sexo gratis

Autor: anonimo63237 | 15-Sep

Orgias

Estando yo en el hospital, mi mujer me montó un numerito, que fue icreible y se le escapó de las manos.

El sábado, tuve la desgracia de tener un accidente con el

coche, me rompí­ una pierna, y me dijeron que pasarí­a unos dí­as en el hospital para hacerme una serie de pruebas, y ver como avanzaba mi estado.

Afortunadamente, el domingo apareció mi mujer, (gracias a

dios que ella no iba en el coche conmigo) estaba algo preocupada pero cuando me vio se tranquilizó.Comparto habitación con un señor algo mayor que yo y con un abuelote, la cuarta cama esta vací­a.

Laura, al verme algo decaí­do, intentó

animarme, diciéndome que no me preocupara por el coche y todo eso, como vio que no daba resultado, se le ocurrió una idea, para llevarla acabo me hizo una serie de preguntas, las cuales, yo no comprendí­a para que le serví­an, ella, sólo me decí­a que me limitara a contestar.

Después estuvo un rato charlando conmigo,hasta que llegó la hora de irse.

Se despidió diciendo que tení­a que preparar su actuación, al marcharse, vi como se agenciaba una bata de enfermera que habí­a olvidada detrás de la puerta.

El lunes por la mañana fue algo agitado, entre los médicos y las visitas el dí­a se pasaba corriendo, pero mi mujer no vino a verme.

Después de que recogieran las bandejas de la cena, llegó la hora más tranquila, pues ya no vendrí­an a molestarnos hasta que apagaran las luces, que serí­a al cabo de un

par de horas.

Como las camas estaban separadas por cortinas, no hablaba con mis compañeros de cuarto, dándome tiempo a pensar en mis cosas.

A los pocos minutos,la tranquilidad se rompió al oí­r entrar a una enfermera, esta fue directamente al hombre que habí­a a mi lado, para mi sorpresa, corrió la cortina que nos separaba, más de la mitad, podí­a ver al hombre tumbado hasta el pecho, ya que dichas cortinas me tapaban el resto, al igual él no podí­a verme la cara, y no sabí­a si dormí­a o no, el caso es que aluciné cuando vi que la enfermera en realidad era mi mujer; esta iba con la bata súper ajustada; se le veí­a más que un simple canalillo, el uniforme era más corto de lo normal, y por las

transparencias, se podí­a averiguar que debajo de aquella excitante bata blanca no habí­a nada más; iba desnuda.

Cerró la puerta discretamente y se acercó al tipo diciendo:

-No se preocupe acabaré pronto, sólo es una pequeña rutina.

-pues no habí­an venido a esta hora hasta hoy-dijo el tipo

molesto.

-Eso es por que no me dio tiempo a venir, permí­tame que lo

esculte dijo destapándolo hasta la cintura.

Cogió el aparato que llevaba en el bolsillo para dicha faena,se puso los auriculares y metió el extremo con su delicada mano por la abertura delantera de la bata del paciente, no sin antes inclinarse para que el enfermo

tuviera una buena vista de sus apetecibles pechos.

-Según el informe, tiene una rodilla fracturada en tres

partes dijo metiéndose en su papel mientras lo escultaba.

-y eso que tiene que ver con mi respiración.

-Bueno, yo debo hacerle un chequeo a fondo.

-Yo si que te hací­a un chequeo a fondo a ti... dijo el hombre por lo bajito para que no lo oyera.

Pero si que lo escuchó y pensó que la actuación saldrí­a a

pedir de boca.

-Respire.

-Ha sido un dí­a muy largo y tengo ganas de descansar-dijo mal humorado.

-Mire, tengo una idea, jugaremos a los médicos, usted me deja que lo esculte primero y después me lo hace a mí­, así­ sabrá que se siente al ser el enfermero y no el enfermo ¿siii?

-Bueno dijo el tipo con una picara sonrisa en la cara.

Cuando Laura se cansó de oí­r su respiración le dijo;

-ahora usted a mí­- ella le entregó el aparato y se inclinó un poco más para que el hombre pudiera jugar a los médicos, este comenzó a escultar un poco por encima

de sus tetas, pero poco a poco fue bajando hasta la conchita, mi mujer, al ver que el uniforme entorpecí­a el trabajo del paciente, se desabrochó el primer botón así­ podrá hacerlo mejor, las tetas estaban apunto de salir, el hombre tení­a los ojos abiertos de par en par con la palma de su mano rozando aquellas maravillosas tetas.

-¿Le gustan?-le dijo de pronto.

El tipo se quedó sin habla son naturales ¿a que no lo dirí­a?

-Bueno¦.

yo al ver que se quedaba atascado tuvo que reaccionar rápidamente.

-Mí­relas dijo abriendo su bata para que sus hermosos y bien

formados pechos salieran a la vista

-¿Qué me dice?

-Si.

Son muy bonitas¦.

!glup!

-No se corte, toque dele toque.

El hombre, puso una mano sobre la delicada piel de sus senos mueva la mano, pálpelas, aprételas, toque bien ,Laura inclinó su cabeza hacia

atrás, soltando un ligero suspiro para que notara que le gustaba.

-puedo usar la otra mano.

-No pregunte, por favor, hágalo.

El tipo le empezó a manosear las tetas con descaro, Laura

inclinó del todo la cabeza hacia atrás y comenzó a jadear como una perra en celo.

-Ooooooooh, como me gusta que me toquen las tetas,miró al hombre y vio que la tení­a tiesa

-vaya ¿y este bulto? dijo acariciándole la verga por encima de la sabana.

-Me puso muy caliente señorita.

-tendré que comprobarlo dijo apartando la sabana y metiendo

su mano por debajo de la bata del paciente, para después acariciarle los huevos que están muy cargados.

-Si, hace por lo menos un mes que no cojo¦

-Pues esto hay que arreglarlo, podrí­a hacerle daño, ¿Qué le

parece si le hago un masaje? dijo agarrándole la pija y empezando a pajearlo.

-OH enfermera, que bien lo hace.

-Tú no dejes de tocarme, que a mí­ también me gusta decí­a mi

mujer alto y claro para que la oyera

-¿quiere que le haga el boca a boca?

El hombre la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia sí­,

obligándola a tumbarse encima de él, ella le ofreció su boca, y el tipo le metió la lengua hasta la garganta.

-Este no es el boca a boca que me enseñaron, pero me gusta

más.

-¿Va a ayudarme a descargar?

-Claro, ¿Dónde le gustarí­a hacerlo?

-¿Dónde podrí­a hacerlo?

-Bueno, como no queremos manchar las sabanas, podrí­a hacerlo dentro de mí­, ¿Qué le parece?

-Si, me parece bien, pero tendrá que ayudarme.

-No se preocupe, me encargaré de todo.

Dicho esto, volvió a manosearse con aquel tipo, mientras,

le agarro la pija y se la puso en la entrada de su concha para después metérsela suavemente, no tuvo que desabrocharse el uniforme para hacerlo, pues era demasiado corto, su concha comenzó a subir y bajar por todo lo largo de la verga.

-¿Lo estoy haciendo bien? preguntó Laura.

-De maravilla, me esta haciendo muy feliz.

-Para eso estoy aquí­, debo hacer que su estancia sea lo más

agradable posible dijo entre jadeos.

-Enfermera, estoy a punto de acabarle.

Dí­game lo puta que es.

-Sí­ii, soy muy puta, soy tu enfermera puta, me gusta

cogerme a todos los pacientes que puedo, me da igual quienes sean o cuantos,sólo quiero sus porongas para que me hagan gozar, y me encanta que me llenen de leche la concha y el culo­, me gustarí­a garcharme al hospital entero todos los dí­as,incluidas las visitas.

-¿Y las mujeres?

-Las mujeres, pueden chupar mi conchita después de gogerme a sus maridos y familiares, acabao como una perra nada más de pensar en sus lenguas entrando en mi chochito y lamiéndolo.

-¡Acabooo.acaboooo..!

-¿Te gustarí­a que estuviera aquí­ tu mujer, y ver como me

chupa la concha y la leche que me estas dejando dentro?

-¡Sí­, si, si!- el típ­o empezó a acabarle.

-Dí­melo, y vendré como una perra abierta de piernas.

OH cuanta leche me estas dejando dentro, sigue así­, lléname, llena todo mi conchita.

El típ­o descargó todo su semen en la argolla de mi mujer, lo que ella agradeció luego, bajándose de la camilla y chupándole la verga para no dejarle ni la última gota.

Laura se abrochó un poco la bata y fue al toilette,

estaba orinando, cuando entró el vejete, ella sin inmutarse le dijo:

-¿No ves que está ocupado?

-Es que, la he visto y he oí­do lo que decí­a, eso de que usted está aquí­ para hacer que la estancia de los pacientes sea lo más agradable posible.

-¿Y?

-Tengo un problema, mire.

El viejo sacó su olvidado choto, lo tení­a tieso como hace

años no lo habí­a tenido.

-¡Esta durita! dijo Laura.

-Sí­, y hace años que no lo esta, deberí­a aprovecharla, pero

necesito ayuda.

-¿Quiere que yo le ayude?

-Sí­.

Abra la boca y no se mueva.

Laura le sonrió y comenzó a abrir la boca lentamente, el

vejete se le acercó y le metió la mitad, mientras que él masturbaba la otra mitad.

Nada más de pensar en su pija, descansando encima de la lengua de esa mujer, le daban ganas de acabar.

-venga hijita, chúpala allí­ sentada, comenzó a hacerle al

vejete una mamada de la que nunca se olvidarí­a.

-Llámame nietita,-paró un momento de chupar para decirle

últimamente, he descubierto que me pone caliente que un viejo me coja y me diga nietita, hazlo y haré todo lo que me pidas.

-¿quieres ser mi nietita?, sos una putona pervertida, sigue

chupándola así­ nietita.

El vejete bajó una mano y la metió dentro del escote de mi

mujer para tocar sus hermosas tetas, Laura se desabrochó el primer botón para facilitarle la tarea, él puso la otra mano detrás de la cabeza de mi mujer, y la obligó a meterse la pija en la boca cuan larga era.

Notó como su cabezota atravesaba la estrecha garganta de la mi mujer.

Laura sintió su pija restregándose en su campanilla, y como empezaba a gotearle el liquido seminal del vejete, señal de que estaba casi apunto de acabar.

El cuello de mi mujer ardió al notar el

caliente esperma derramándose en su interior, el glande se le hinchó mientras escupí­a semen en la garganta de mi mujer, el placer era inmenso, el cipote casi

no le cabí­a, parecí­a que le arrancarí­a la campanilla.

-¡Que maravilla, que maravilla nietita!, ¡haces las mejores

mamadas del mundo! Laura le relamió el cipote para limpiárselo.

-La tení­as muy grande abuelito.

-¿Me acompañas a mi cama?

-Claro que si.

Laura se levantó y agarró al vejete de la cintura, este

con la mano más próxima le subió el uniforme y le acarició las nalgas durante todo el trayecto, la enfermera lo ayudó a acostarse, pero el paciente puso enseguida su poronga al descubierto.

-¡¿Otra vez?! exclamó mi mujer.

-¡Estoy de racha!

-Estás recaliente abuelito dijo entre risitas.

-Nietita, ¿por qué no te subes y te metes mi vieja poronga en tu joven conchita?

-Dame un segundo y te daré mucho gusto.

Mi esposa abrió la cortina del viejo que tení­a en frente, y

vi su pija tiesa como el palo de un barco, Laura, se me acercó y me susurró al oí­do como se la habí­a mamado en el baño, y que el siguiente espectáculo lo verí­a con mis propios ojos, después se dirigió a la cama del viejo y se subió mientras le preguntaba:

-¿Te importa que nos miren?

-No no, vamos nietita cabalga... mi mujer se quitó el

uniforme para que viera como su conchita se tragaba aquella hermosa verga.

-¡Que buena pija tienes abuelito, soy una nietita muy puta, mira como me meto tu pija!

El movimiento de sus nalgas me excitaba, nadie moví­a las

caderas como ella.

El vejete deseó que aquello fuera el cielo; esa hermosa

joven, de pelo negro, ojos verdes y labios carnosos, saltando sobre su pija con su cuerpo desnudo, acariciándose esos preciosos pechos tan suaves y gimiendo de placer.

Laura notó como aquel choto se hinchaba, preparándose para soltar una gran descarga, -la noto abuelito, está muy grande, acabale adentro a tu nietita... el pene efectuó su primera descarga con un potente chorro de leche,

lo que sugirió a mi mujer una explosión de placer, el vejete exhaló de placer,

-no te pares nietita le dijo,

-no pararé mientras tu pija siga dura abuelito, podemos garchar durante toda la noche después de la descarga, el

miembro no mermó ni un ápice, Laura estaba disfrutando de lo lindo, el abuelote se sentí­a más feliz y satisfecho que nunca.

Diez minutos más tarde volvió a acabarle dentro de la concha de mi mujer.

-¡Que gusto, que gusto me das abuelito, si, así­, acabame más,lo quiero todo dentro, así...­ así­!

Laura, siguió saltando hasta que el pico se quedó flácido,

después de desmontar, le preguntó si le habí­a gustado, pero el abuelote no le contesto, ¡se habí­a dormido!, la enfermera rió al pensar que el viejo no la habí­a escuchado mientras decí­a lo bien que se lo pasaba.

Cogió su bata y se la puso, se acercó a mí­ y me dijo que se habí­a quedado dormido, me destapó, y vio

mi pija dura y preparada para el asalto final, -un momento me dijo antes de encargarme de ti debo deshacerme de las pruebas, voy a limpiarle la pija al abuelo dicho

esto, se dirigió a la cama del vejete, agarró su vergha flacida y se la metió en la boca para empezar a chuparlo mientras me miraba, él, siguió dormido mientras mi mujer

le succionaba los últimos jugos, cuando creyó que ya la habí­a limpiado bastante,tapó al paciente con la sabana.

-Así­, tapadito me miró y me dijo tengo que cuidarlo por si

sigues aquí­ más tiempo y echó a reí­r.

Acercándose a mí­, agarró mi tranca y la chupó con la gran

maestrí­a de su experiencia, no hay nada más placentero que la boca de mi mujer,con sus labios y esa lengua tan juguetona.

A mi me gustaba acabarle en la boca,y estaba a punto cuando la puerta se abrió, Laura me tapó corriendo sin poder evitar hacer ruido.

-¿Quién esta despierto? -se oyó una voz.

Mi esposa, salió corriendo para fingir que era una enfermera que habí­a entrado para echar un vistazo al estado de los pacientes, delante de la puerta, se encontró a un doctor y a un guardia de seguridad, su plan se iba a

ir al carajo en el mejor momento.

Decidió improvisar lo primero que se le ocurriese:

-¿Quién es usted, que hace aquí­? dijo el doctor.

-Sólo he venido a comprobar el estado de los pacientes.

-Yo soy quién da esa orden y no recuerdo haber dicho nada de esta habitación, explí­queme que hace usted aquí­.

-¿No quiere saber cual es el estado de los pacientes?-dijo mi mujer.

-Dí­gamelo contestó el doctor entre cerrando los ojos.

-Bueno, hay una cama vací­a y los demás pacientes duermen, el doctor insatisfecho por el informe se dispuso a decir algo, pero Laura fue más rápida y dijo

-¿quieren ver lo que llevo debajo del uniforme? sin esperar

contestación lo abrió de un tirón arrancando los botones si no llevo nada los dos hombres se miraron.

-Deje que me ocupe yo doctor, Señorita ¿sabe que no puede

estar aquí­? dijo el guardia cerrando la puerta.

-¿Me van a castigar? preguntó metiéndose un dedo en la boca

y chupándolo incitantemente mientras mecí­a su cuerpo de derecha a izquierda.

-Tenemos que hacerlo.

El guardia, se acercó a ella y le quitó lo que quedaba del

uniforme, la cogió en brazos y la llevó a la cama vací­a mientras el doctor cerraba las cortinas, la tumbo y fue hacia el doctor usted primero, yo vigilaré le dijo antes de desaparecer tras las cortinas, el doctor se acercó a la cama,mi mujer se abrió de piernas,

-buena chica, ahora estate quietecita... le dijo mientras desenfundaba su verga bien dura.

Seguidamente, se tumbó encima de mi esposa y le clavó la tranca para después empezar a bombear.

-¿te gusta así­? Enfermera.

-Más fuerte, cojame doctor, soy mala, así­.

-¿Habí­as venido a cogerte a los pacientes?

-Si, uno de ellos es mi marido.

-¿Te gustarí­a que te dejara volver otro dí­a?

-OH si doctor.

-Puedo dejarte entrar y que te lo pases bien sin que nadie te moleste, a cambio, tendré derecho a cojerte si me apetece antes o después de tu visita, ¿Qué te parece?

-Será estupendo, nos lo pasaremos en grande.

-Te voy a acabar, quiero ver como te tocas las tetas. Laura

comenzó a masajearse los pechos

-¡así­, así­, que te acabo putona!

-Sí­ doctor, todo dentro de mí­, ¡OH cuanta leche!

Después de disfrutar de mi esposa, el doctor se guardó su

aparato y fue a avisar al guardia, este, apareció enseguida quitándose el cinturón donde colgaba la porra y las esposas, se desabrochó el pantalón y lo bajó a media pierna, para después subirse a la cama donde lo esperaba mi mujer abierta de piernas.

-El doctor me a dicho que sos muy puta, muy bien dijo el guardia poniendo la punta de su pija en la entrada de la concha de mi mujer ahora quietita, que te voy a garchar y voy a acabarte dentro prosiguió mientras su poronga entraba de un empujón.

-Haré lo que usted me diga señor guardia.

El hombre, que era más bajo, comenzó a lamerle las tetas

mientras jadeaba y se la metí­a rápidamente como un perro en celo, sus manos recorrí­an todo el cuerpo de mi esposa, esta, se contorneaba para exhibir toda la sensualidad de su carne.

Llegó un momento, en que el hombre puso cara de

esfuerzo y dejó le dejo la pija metida hasta el fondo en la concha de mi mujer, mientras se acababa intensamente, ella soltó un largo gemido de placer al notar el calor

del semen llenando su concha, el guardia, descansó un rato sobre el cuerpo desnudo de mi esposa antes de levantarse y abrocharse los pantalones.

Al momento, llegó el doctor con un uniforme nuevo para Laura, ya que el otro se habí­a quedado sin botones.

-Te he traí­do esto, espero que te venga bien, dijo el doctor yo me tengo que ir, ¿la acompañaras a la salida cuando quiera marcharse? le preguntó al guardia.

-Claro que si doctor, faltarí­a más, dijo él antes de que su

compañero se fuera.

-Bueno señorita, ¿la acompaño a la salida?

-Aun no le he prestado mis servicios a mi marido, ¿le

importarí­a darme un poco de tiempo?

-Por supuesto, vamos.

-¿Me va a acompañar?

-No puedo dejar a la gente sola andando por el hospital, aun que vaya disfrazada, y después de lo que te has dejado hacer, no te importará que mire.

-Si son las normas, está bien.

Ambos entraron en mi zona, Laura, depositó el uniforme encima de una silla que habí­a al lado de mi cama (seguí­a desnuda), al verla, me puse tieso de pensar en lo que había escuchado y lo que debí­a haber hecho mi mujer,

ella se acercó a mí­, me destapó y sacó mi pija, para después subirse a la cama con cuidado de no hacerme daño.

-Ya soy toda tuya amor me dijo, con una mano, se

metió mi pija en la concha y empezó a darme el polvo que habí­a estado esperando todo el dí­a, su respiración comenzó a acelerarse, unos pequeños gemiditos ya escapaban de su boca mientras subí­a y bajaba por mi verga, tení­a la concha

bastante dilatada por la cantidad de pijas que se habia comido esa noche, pero ella no estaba cansada y se moví­a con la misma maestrí­a que habí­a demostrado en el primer polvo, el guardia, apoyado en la pared, babeaba al ver el espectáculo.

-¿Te ha gustado la actuación? me pregunto Laura.

-Demasiado larga.

-Si, se me ha escapado de las manos, solo pretendí­a gogerme a uno.

-Has estado estupenda.

Al oí­r estas palabras me dedicó una sonrisa, de pronto, cerró los ojos, le llegaba el orgasmo, sentí­a que estaba apunto de acabar y querí­a concentrarse, le gustaba que acabásemos al mismo tiempo.

Un gusto enorme me bajó del estomago hasta la punta del choto, entonces, comencé a descargar chorros de lecha en la concha de mi mujer, mientras sentí­a como se contraí­a de placer al llegar el orgasmo,

-¡siiiiiiiiiiiiii! gritó de placer, lo habí­a conseguido.

Tras un momento de silencio para degustar el enorme placer, Laura, abrió los ojos, bajó de la cama y se metió mi pija en la boca para limpiarla, me fijé que el guardia llevaba rato masturbándose, este se acercó a mi mujer por detrás y le puso una mano en su culo para acariciarlo, Laura se irguió al notar su mano y le dijo:

-Señor, que está mi marido delante.

-A él no le importa dijo cogiendo a Laura por detrás de la

cabeza y obligándola a agacharse hacia su entrepierna.

Mi mujer, se arrodilló para que le entrara mejor la pija en la boca, en seguida le estalló una inmensa acabada -trágatelo le dije, y escuché el glup glup de la garganta de mi esposa al tragar, no tengo ni que decir, que Laura, tan cachonda como siempre, se la mamó un rato más para

tragarse hasta la ultima gota.

Una vez acabó de satisfacer al guardia, cogió su uniforme y se lo puso, -¿me acompaña a la salida? Preguntó mi esposa, -desde luego contestó él.

Después de despedirse de mí­, ambos salieron de la

habitación, no sin antes darle una palmadita en el culo a mi mujer cuando se puso a su altura.

En el pasillo, no habí­an dado cuatro pasos, cuando al guardia de seguridad se le ocurrió una cosa.

Cogiendo a Laura por el brazo y la metió en una habitación pequeña con una sola cama.

-¿Qué hacemos aquí­, tienes más ganas?

-No declaró el hombre he pensado que podrí­as ayudarme con

un asunto que tengo.

-Cuéntame tu plan.

-Veras, debo un dinero, y he pensado que podrí­as dejarte

echar un polvo para saldar la deuda.

-¿Y que ganarí­a yo?

-Bueno, puedo hacer la vista gorda en muchas cosas, y puedo

conseguir lo que quieras en este hospital, llevo muchos años trabajando aquí­.

-No tengo nada que hacer, está bien, te ayudaré.

-Tú quédate aquí­, ahora vuelvo.

El hombre salió de la habitación y no tardó en volver

acompañado.

-¿que es lo que querí­as decirme? Le preguntó el acompañante

al guardia de antes.

-Puedo pagarte la deuda dijo.

-Pues paga.

-Con dinero no, con ella.

El hombre miró a Laura y esta se subió el uniforme hasta la

cintura, el acompañante quedó boquiabierto, su compañero le dio unas palmaditas en la espalda, añadiendo que era toda suya, para después salir de la habitación.

¿Se imaginan que paso?, pues les diré que esta no es la

única historia que tengo sobre este hospital, ya iré mandando mis historias según las vaya escribiendo¦

Eso si, la deuda fue saldada, jijiji.

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