Autor: anonimo63237 | 29-Jun
A pesar de mis catorce años ya he adquirido una notable experiencia referente a la sexualidad.
Mi hermano Raúl tiene desciseis años y se ha convertido en un pendejo super fuerte. En una ocasión en que nos encontrábamos en la piscina,la conversación derivó hacia el sexo. Me preguntó si alguna vez había visto una verga y le dije que no. Entonces él corrió hacia un lado la pierna de su short de baño y puso ante mi su miembro, largo y delgado, pero endurecido. Rápidamente volvió a guardarlo, temiendo nos vieran nuestros padres.
Aquella visión me inquietó. Era la primera vez que veía una pija y me no pareció, como decían mis amigas, algo feo o grotesco, sino todo lo contrario; era hermoso, fino, y se veía como si tuviera vida propia.
Minutos después Raúl se fue al baño. Curiosa yo, le seguí. Pude ver, por el ojo de la cerradura, que, sentado en el inodoro, se había quitado el short y se acariciaba su sexo suavemente.
No pude contener un gemido. Raúl se acercó a la puerta y la abrió, desnudo como estaba.
-¿Así que estas espiando? -me dijo con una sonrisa.
Me tomó de un brazo y me hizo entrar, cerrando con pestillo.
-Perdona, Raúl... -comencé a decir, pero me hizo callar.
-No tiene nada de malo que quieras aprender.
Y diciendo esto volvió a sentarse y comenzó nuevamente la tarea de pajearse, mientras no despegaba la mirada de mis ojos. Yo no pude retener mi curiosidad y le miré su choto duro, con la cabeza oscura por la excitación.
-¿Nunca te has masturbado? -me preguntó.
-No -contesté turbada.
Entonces con su mano libre comenzó a bajarme la bikini. Yo intenté impedírselo, pero su actitud fue tan tierna, y mi
sensación tan intensa, que decidí dejarle hacer.
Entonces yo misma me quité la prenda. El metió su mano entre mis piernas, las que abrí por instinto. Entonces, con uno de sus dedos, comenzó a frotarme suavemente en la comisura de los labios de mi conchita. Un placer intenso me embargó. Me senté en la orilla de la bañera y abrí completamente mis piernas, permitiéndole no solo tocar, sino también, mirar. Notaba con que placer devoraba con sus ojos el fruto que su mano acariciaba. Poco a poco una sensación de voluptuoso abandono me atacó. Era mi primer orgasmo. Sentí desfallecer. Entonces escuché los quejidos de mi hermano. Abrí los ojos y vi como su pija arrojaba chorros de semen.
Él tomó una de mis manos y me hizo agarrarle la verga. Estaba dura, tensa, pero suave y cálida. El mismo dirigió los movimientos, hacia arriba y hacia abajo. Instintivamente lo apreté con fuerza y vi como continuaba manando aquel lechoso líquido.
Salimos separadamente del baño para evitar no vieran, después de hacerle prometer que lo repetiríamos. El estuvo encantado.
Al día siguiente, después del almuerzo, Raúl me hizo una seña luego de decir que iba al baño. Mis padres se retiraron a dormir la siesta. Estaba realmente inquieta por volver a repetir aquella dulce experiencia. Pero antes quise asegurarme de que no tendríamos contratiempos, así que, saliendo al balcón, me deslicé sigilosamente hacia la ventana del dormitorio de mis padres para comprobar que dormían.
Pero la escena fue diferente. Mi madre, de rodillas, le chupaba la pija a mi padre que lanzaba exclamaciones de gozo. Después ella se levantó y, volviéndose, se ofreció.
-Métemela toda -dijo jadeante- Hasta el fondo, papito mío.
Pude ver, entonces, el miembro de mi padre, grande y gordo, tremendamente endurecido. Pensé que iba a reventar a mi madre,pero cuando se la puso, ella lanzó una exclamación de enorme placer.
-Oh, querido. Que pija que tenes,que grande y sabrosa. Movete con ganas.
No pude seguir mirando. A pesar que aquella imagen me había sobresaltado, noté que, también, me había excitado. Mi conchita comenzaba a chorrear.
Casi corrí hacia el baño.
-¿Por qué tardaste tanto? -me preguntó Raúl, pero fui incapaz de contarle.
Él se quitó los pantalones y comenzó su faena. Yo, aún con aquellas imágenes vivas en mi mente, me quité toda la ropa. Mi hermano me imitó. Entonces, tal cual lo viera, me arrodillé y, tomando el miembro de Raúl, lo agité un momento, para luego metermelo completamente en mi boca.
-¡Qué haces! -me dijo en un susurro.
Pero mi acción lo desarmó.
-¡Oh! -dijo-. Sigue así... así... Chúpala...
Su verga comenzó a latir con fuerza. Entonces me retiré, para evitar que acabara en mi boca. Aquello aún lo sentía como algo sucio.
Entonces me volví e imité la postura que viera en mi madre.
-¿Quieres que te la meta? ¿Estás loca?
-Si... -dije-. Loca de deseo... ¡Vamos, hermanito! Dame placer.
Entonces él, decidido, puso la punta de su pene entre los labios de mi vagina. Poco a poco fue entrando, primero suavemente hasta encontrar la natural resistencia de la viginidad. En ese momento me penetró con fuerza. Sentí un rasguido, un dolor pequeño y luego, como premio a mi entereza, un placer maravillosamente intenso.
-¡Oh..Dámelo, hermanito!
-Si... Te voy a acabar hermanita... Pero no puedo irme dentro tuyo...
Me retiré rápidamente y me volví justo en el momento en que acababa como loco, recibiendo su leche en mis tetas y estómago. Su calidez y suavidad me encantaron. Comencé a masturbarme como si hubiera venido haciéndolo de la cuna, hasta que acabe yo yambien con fuerza, vigorósamente.
Salimos del baño a escondidas, pero antes de separarnos, instintivamente, tomé su cabeza entre mis manos y le besé fuertemente en la boca.
Al día siguiente repetimos aquel acto maravilloso. Pero esta vez nos descuidamos y, cuando abandonamos el baño, mi madre venía por el pasillo.
-¿Qué hacen los dos en el baño?
Yo me turbé completamente. Raúl le contó una mentira sobre el dentífrico y yo me sonreí, pero a mi madre le bastó mirarme para saber que él mentía y que no jugábamos inocentemente.
Me hizo ir a su dormitorio.
-Ya eres una mujercita y tu hermano un hombre. No quiero que vayan a hacer una tontería -me dijo.
-No mamá.
-Quiero que me digas la verdad. ¿Te ha tocado?
Me ruboricé hasta los cabellos. No necesitaba decir nada más.
-No quiero que pienses que has hecho algo malo -continuó diciendo-. Simple curiosidad. Además, no creo que tengan suficiente experiencia como para saber realmente de que se trata.
Pero mi mirada y mi leve sonrisa le describieron mejor que nada la situación.
-¡Ya veo! Son unos cochinos -dijo riéndo.
Yo me alegré que tomara el asunto con tanta lijereza.
-No volveremos a hacerlo, te lo prometo.
Ella me sonrió.
-Si te ha gustado, chiquilla, buscarás con quién hacerlo.
-No, mamá, en serio.
-Dime, ¿Raúl ya tiene experiencia?
-No sé. No me ha contado.
-¿Pero te hace gozar?
-¡Oh, si! -exclamé espontáneamente, dándome cuenta que había metido la pata.
-Cochinita... Espero que no te haya... Tu entiendes.
-No -le dije-. Tiene cuidado en eso.
-¿No te acabó dentro tuyo?
-No...!!
Me agradó la confianza que ella demostraba.
-¿No te ha hecho doler?
-No. No la tiene tan grande.
-Todavía.
-No es como la de papá -dije entusiasmada por la confianza.
-¿Y cómo sabes eso?
-Bueno -tuve que confesarme-. Hace dos días, por casualidad, los vi a ambos...
-¡Así que espiándonos! Parece que tienes demasiada curiosidad, chiquilla.
-No lo hice a propósito,mami. -aclaré.
-Lo sé. Y esta bien -dijo besándome en una mejilla-. No tiene nada de malo. Creo que ya sabes que puede ser muy bueno.
-Si. Lo sé...
-¿Raúl lo hace bien?
-No conozco otra cosa, pero siento que está muy bien.
Me dijo que fuera a ayudar a la cocina. Yo, que nunca había sido muy colaboradora en las tareas domésticas, estaba tan contenta,que fui feliz a lavar platos.
Raúl me salió al paso.
-¿Qué te dijo? -preguntó nervioso.
-No te preocupes. Ella lo comprende, pero no quiere que sigamos haciéndolo.
-¡Raúl!
La voz de mi madre era perentoria.
Mi hermano se persignó y partió a su encuentro. Yo, enferma de curiosa, decidí averiguar que le diría, por lo que volví a deslizarme por el balcón hasta la ventana de su dormitorio.
Mi madre estaba sentada al borde de la cama y Raúl, de pie, estaba con la cabeza agachada. Seguramente recibía un buen reto.
-Sientate aquí -le dijo ella indicándole su lado.
-Mamá, yo...
-¿No crees que tu hermana es muy pequeña aún para hacer eso ? Sin olvidar que es tu hermana.
-Si. Pero no creas que no sabe.
-Lo sé. Las mujeres nacemos con el instinto. ¿No te le acabaste adentro ,verdad?
-No. Me cuidé de no hacerlo.
-Bien. Quiero que sepas que no se los reprocho.
-No volveremos a hacerlo. Fue una tontería.
-Quiero ver que no te hayas hecho daño. Muéstrame tu cosa...
Raúl la miró con inquietud, pero la orden era tan absoluta, que, abriendose la bragueta, sacó su miembro.
-Perdona hijo -dijo ella-, pero tendre que tocarlo para ver si está bien. No quisiera que te dañaras en algo tan importante.
Entonces lo tomó con sus hábiles manos y con algunos movimientos expertos logró que se pusiera duro. Corrió la piel del glande hacia atrás y lo observó.
-No veo que tengas problemas, pero sin duda que eres fuerte.
Entonces mi hermano, en un acto reflejo, metió una de sus manos bajo la blusa de mamá, tocándole una teta.
-¡Raúl, por Dios! No seas tan impulsivo.
-Lo lamento, mami.
-Parece que eres demasiado fogoso.
-Lo soy...
-¿Te pajeas mucho?
-Todos los días.
-Eso no es bueno.
Ella volvió a tomarle la pija.
-Vamos a guardar esto antes que te desesperes.
Pero estaba tan duar que no era posible volverla a su sitio.
-¡Cielos! Que dura la tenes, hijo... -dijo ella riendo.
Mi hermano volvió a tomarle un seno, pero esta vez ella le dejó hacer.
-Pobre niño mío. Sacó el ardor de sus padres. Ven... -le dijo y, sacándose la blusa, acercó sus tetas enormes a la cara de Raúl.
Yo estaba paralizada. Mi madre comenzaba a cogerse a mi hermano. Pero luego pensé que era lo mismo que hacía yo con él.
Ella se inclinó y comenzó a besarle la pija con suavidad, pasándole la lengua a todo lo largo.
-Que hermosa cosita tienes... Sin duda llegará a ser grande y fuerte...
De pronto lo sorbió de un golpe, chupándolo con vigor. Mi pobre hermanito gemia.
Entonces mi madre se levantó y le quitó las pantalones y la camisa a Raúl. Después se desvistió ella y, haciendo que él se arrojara de espaldas en la cama, se colocó encima de el.
-¿Esto es lo que quieres? -le dijo.
-Si...
-Pues es tuyo, hijo mío. Tómalo.
Y diciendo esto se lo metió completamente en su concha.
Mi hermano se movia impulsando sus cadera hacia arriba, buscando una penetración absoluta, mientras ella movía su culo en círculos. Desde mi posición podía ver todo aquello. Me afirmé en la pared y metiendo mi mano bajo la bombacha, comencé a masturbarme.
-Ven, hijito. Tócame las tetas -decía ella, enardecida hasta el alma-. Tócamelas...
-Dejame chupártelas,mami.
-Si... Chúpalas... ¡Oh! Queridito... Como me gusta sentirte... Tienes un choto suave y delicado... Que amoroso...
Raúl estaba pegado a sus tetas con fuerza, mientras ella continuaba en su tarea de atraparle el miembro con su concha.
Luego de un buen rato se separó de él y, deslizándose con las rodillas, colocó su concha frente a la cara de Raúl.
-Ahora, hijito mío, vas a hacerme acabar con tu lenguita.
Aunque había quedado casi de espaldas a mi, el espejo del toilette me permitía ver todo aquello. Su sexo exuberante, de labios carnosos, se movía lentamente mientras Raúl introducía su lengua completamente en el excitado orificio de su vagina.
-Ya me viene, querido... Ya me viene... Así... Más rápido... Más.... ¡Aaaah!
En ese momento sentí que también yo acababa, por lo que tuve que detener mi acción para no lanzar una exclamación y ser descubierta.
Vi como ella, extasiada de placer, salía de su posición y tomaba entre sus manos la pija de Raul. Comenzó a chuparlo
lentamente, para ir aumentando la energía poco a poco. Ví como lo masturbaba con la boca. Mi hermanito se retorció.
-¡Aaah! Me voy... Te acabo mama...
-Dámelo, cariñito -dijo mamá, desprendiéndose, recibiendo en su cara el chorro de su semen. Inmediatamente volvió a
chuparlo con energía, mientras Raúl se retorcía.
-¡Oh! Que placer tan grande... Chúpamela... Así...
-¿Todavía te queda?
-Un poquitito.
Y continuó su tarea hasta dejarlo exhausto.
Yo me deslicé silenciosamente por el balcón hasta mi dormitorio y, arrojándome sobre el lecho, me hice una paja formidable...
Todo aquello me inquietaba, no por lo irregular de la situación, sino que por el contrario, porque no me producía rechazo, lo encontraba perfecto, maravilloso. Me preguntaba si sería yo normal, si no estaríamos cometiendo un crimen terrible en esta casa.
Tenía pánico que mi padre fuera a descubrir todo el asunto.
De noche, Raúl entró a mi dormitorio.
-¿Estás dormida?
-No. Pasa.
-Hablé con mamá -dijo...
-No solo hablaron. Lo vi todo.
El me miró sorprendido.
-Se me olvidaba que eres una mirona.
Entonces le abracé y le besé con fuerza en la boca.
-Quiero probar todo aquello.
-No creo que me queden fuerzas.
-Ya verás que sí -dije.
Y quitándole la ropa me avalancé sobre su choto, chupándoselo con todas mi ganas. Se puso inmediatamente rígido, duro y potente.
-Ay, hermanita. Que gusto me das... Chúpalo así.
-¿Te gusta que te lo chupen?
-Me encanta.
-¿Así lo hace mamá?
-No necesitas que te enseñe.
-Quiero que me chupes la conchita -dije, quitándome la ropa y arrojándome de espaldas. Abrí mis piernas al máximo para que Raúl pudiera hacerme gozar en plenitud.
-Tienes una conchita exquisita -dijo.
-Chúpamela... Así... Oh, que maravilloso...
De pronto miré hacia mi ventana y vi que, por entre los visillos, mi madre nos observaba. Puso el índice en los labios para hacerme callar. Yo le sonreí. El saber que nos observaba me excito aún más. Obligue a Raúl a tenderse sobre mi y con mis manos guié su choto duro y deseoso dentro de mi jugosa concha.
-Métemela... Así... Dame con ganas... Quiero acabartee...
-Ay, hermanita mía, que conchita tan rica tienes... Te la meto entera... Siéntela.
-Si... Me gusta... Es deliciosa.
Entonces, rápidamente, Raúl se desprendió. Supe que estaba por acabar, y no quería hacerlo dentro mío por obvias razones. Entonces me incorporé y con mi boca terminé lo que había comenzado. Sentí el chorro caliente golpeando mi garganta y me vino un orgasmo espléndido. Descubrí el enorme placer de recibir una descarga en la boca.
-¡Ah! -gimio Raúl-. Toma mi semen, trágalo...
Yo estaba fascinada. Lo chupé y lamí hasta que perdió su vigor. Volví a mirar hacia la ventana y vi como mi madre me hacía una seña de despedida.
A la tarde siguiente decidí ir a remojarme a la piscina para calmar el calor. Mi padre estaba tirado en el pasto, leyendo, mientras tomaba sol. No pude evitar el posar mi mirada en el bulto que se notaba bajo su traje de baño.
Me metí al agua. Estaba nadando cuando escuché el chapuzón. Mi padre se había arrojado a la piscina, pero no veía donde estaba.
De pronto sentí que me hundían. Me había tomado por las piernas.
-Eres un antipático -le dije riéndome.
-Y tu una lindura -respondió y rozó mis labios con los suyos-. Te apuesto a que te gano.
Su desafío me entusiasmó. Salí nadando rápidamente pero él me alcanzó y comenzó a adelantarse. Entonces intenté detenerlo. Lo tomé de su traje de baño, quitándoselo por completo.
-¡Eres una malvada! -exclamó mientras flotaba.
Yo tomé la prenda, la agité en el aire, y la arrojé fuera de la piscina.
-Vas a tener que traerla.
-No. Tendrás que ir a buscarla.
Entonces él se abalanzó sobre mí y sin que pudiera evitarlo, me quitó la malla y la arrojó fuera.
-Estamos a mano.
Yo reía sin poder contenerme. De pronto bajé la vista y vi que su miembro se levantaba bajo el agua.
-¿Qué estas mirando, intrusa? -dijo.
-Creo que así no vas a poder salir -contesté entre risas.
Traté de alcanzar la orilla, pero me atrapó. Al volverme quedamos abrazados. Sentí pegado a mi cuerpo su miembro, el que creció aún más. Se me hizo un nudo en el estómago. No podía dejar de mirarlo. El me soltó, pero yo a él no. Con mis piernas le abracé por la cintura y nos hundimos. Su choto endurecido estaba verticalmente, tocándo mis labios vaginales. Con un movimiento rápido solté el tirante de de mi bikini y lo arrojé fuera de la piscina.
-¡Que estás haciendo! -dijo él, tratándo de separarse, pero se lo impedí.
Me pegué a su boca con la mía. Empujé con mi lengua hasta que vencí su resistencia y me dejó entrar, jugando a su vez con la suya.
Entonces bajé una mano y toqué aquella maravilla. Estaba como un hierro candente. Me solté y me zambullí y allí, dentro del agua,se la chupé con ganas.
Salí y, volviendo a tomarla, la coloqué en la entrada de mi conchita.
-Métemela, papito... Por favor.
-Eres una perra caliente, chiquilla.
-Si. Soy tu perra caliente. Garchame con todas tus ganas.
Y me la metio suavemente. Sentía mi concha repleta, absolutamente ocupada con aquel palo vigoroso y enorme. El placer me enloquecía.
-Movete...Movete con ganas. Metemela hasta el fondo.
-Si, chiquitita mía. Que turrita eres.
-¿Te gusta mi conchita?
-Es maravillosa. Ajustadita.
-¿Te da placer?
-Enorme hija.
-Oh, que gusto me da eso. Cogeme... Quiero acabar...
-Si, chiquitita. Acabame...
-Y quiero que vos tambien me acabes.
-No puedo. Dentro tuyo no puedo.
-Lo sé... Te juro que tomaré anticonceptivos. Lo haremos de nuevo, ¿no?
-Cada vez que quieras. Oh, chiquitita... Mueve tu conchita.
-¿Así? ¿Te gusta así,papi?
-Oh, Dios... Tengo que sacarla. Te voy a acabar...
Entonces la sacó. Se le agarré con mis manos y se la sacudí hasta que sentí el chorro caliente, mientras pegaba mi boca a la suya, tragando su saliva que manaba a consecuencias de su orgasmo.
-Maravillosa chiquitita. Veo que has aprendido mucho.
-Contigo lo aprendí todo,papi... -dije.
Entonces me salí del agua y fui a buscar nuestras prendas, antes que apareciera Raúl o mamá, aunque ya no me importaba mucho.
A la hora de la cena, sentados a la mesa, yo me sentía bastante extraña al ver como todos actuaban como si nada hubiera pasado.
¿Qué diría mamá si supiera que yo me habia cogido a papá? ¿Y papá, si supiera que Raúl se había cogido a mamá?
De pronto papá golpeó su copa con el tenedor.
-Hijos, atiéndanme por favor. Con mamá queremos hablarles de algo muy importante.
Raúl y yo nos miramos.
-Queremos que sepan -dijo mamá- que con su papá no tenemos secretos. Ambos sabemos todo lo que sucede.
-¿Lo saben? -preguntó Raúl.
-Así es -dijo papá-, pero hay algo que ustedes no saben.
-¿Y que es? -inquirí.
-Que su mamá y yo... somos hermanos.
Raúl se atoró y yo los miré con incredulidad. Fue mi mamá la que habló.
-Si. Somos hermanos, como los fueron nuestros padres y sus padres también.
-Ha sido algo que viene desde muy antiguo, por muchas generaciones. Pensamos que, si manteníamos el secreto, ustedes podrían hacer una vida normal, pero ya vemos que lo llevan en la sangre, como nosotros.
Yo, decidida, me puse de pie y me senté en la falda de papá.
-Entonces, ¿qué estamos esperando?
Nos besamos. Vi como mamá acariciaba a mi hermano y comencé a excitarme.
-¡Vamos al dormitorio! -dijo ella.
Todos la seguimos, mientras en el camino ibamos quitándonos las ropas. Nos arrojamos sobre la cama. Yo me puse sobre papá quién estaba como un toro, con su pene gordo,grande y duro como un hueso. Mamá comenzó a chuparle la pija a Raúl. Después se arrojó de espaldas y mi hermano la chupó a ella. Sentí como la verga de mi padre me llenaba por completo.
-¿Te gusta tu padre? -me preguntó mamá, jadeante.
-¡Tiene un palo maravilloso! -dije.
-¿Te gusta que te la meta? -prosiguió.
-Me encanta. ¡Me fascina! Oh, papito, hazme gozar... Así. Adentro y afuera. Toma mi concha, tómala...
Entonces mi madre de incorporó.
-Dejame un poquito -me dijo.
Me retiré y ella se puso sobre él, introduciendo su pija ¿Te gusta que tu padre te la meta? -preguntó a Raúl.
-Si... Se siente delicioso...
-Cojetelo, querido. Enseñale lo que es el placer.
-Si... enseñame, papito. Más rápido...
-¿vas a acabar?
-Si...
Entonces papá se desprendió y se colocó de bruces.
-Correte dentro mío -dijo y levantó la colita.
Raúl se retiró de mi culo y montó a papá.
-Cógeme, hijo... Dame con todas tus ganas.
Con mamá observábamos la escena mientras nos masturbábamos mutuamente.
Entonces Raúl se enderezó.
-¡Acabooooo!
-¡Oh! Lo siento acabar -dijo papá-. Siento su jugo...
Yo ya estaba en el punto justo. Mamá también. Entonces ví como papá eyaculaba sobre la cama. Caí de espaldas mientras mamá me metía tres dedos en la concha y yo casi me desmayaba de la emoción. Entonces la imité y, una frente a la otra, yo la penetraba con mis dedos y ella a mi. Y así, ambas acabamos como condenadas.
-¡Acabá, puta...! -grité.
-Si... Puta... Y tu, putita hermosa... Acaba mi putita.
-Méteme la mano... -le dije.
Y de un golpe me penetró con su puño. Entonces un orgasmo formidable me electrizó el cuerpo completo.
-¡Oh... mamá...! Que maravilla hacer el amor contigo.
-Y seguiremos haciéndolo.
-Si... Toda la vida... Toda la vida.