Autor: Drin | 28-May
Hola. Mi nombre es Samuel y tengo 36 años. Soy gay... o eso pensaba yo, porque lo que voy a relatar no tiene nada que ver con mis gustos de toda la vida.
Tengo un amigo homosexual de 20 años precioso, divino. Es un chavalito con el que no me he acostado, porque mi cariño hacia él va más allá. Tiene una hermana de 25 años que físicamente es muy parecida a él. Me refiero a la cara. La verdad es que es muy guapa y con buen tipo, con sus pechitos redondos y un culito que más bien parece de chico.
Un día de verano, decidimos ir a la piscina de otro amigo gay. Pasamos la tarde nadando, jugando y, finalmente, merendando. Una vez saciamos nuestro apetito, nos pusimos algo de ropa sobre los bañadores y entramos a ver la tele. No había nada especial en la programación, pero no nos importó. Los otros dos chicos se acariciaban en un sofá y la chica y yo nos hacíamos los suecos en otro; mirando a la aburrida pantalla.
Ella no estaba cómoda con la situación, por lo que decidió tumbarse como pudo, pues mi cuerpo también ocupaba su parte. De ese modo, veía la tele sin ver a su hermano haciendo cosas con el otro. Yo noté su incomodidad, por lo que le propuse apoyara su cabeza en mis piernas, para estirarse bien. Así lo hizo. Llevaba un pantalón suelto, sobre la pieza del bañador y un top que dejaba marcar sus pezones, pues se había quitado la parte superior de ese bikini. Yo apoyé la mano en el asiento, pasándola sobre su cintura, evitando tocarla en lo posible. Después de un ratito, apartó mi brazo, diciendo: "Quiero tocarme la tripa... O mejor, ¿puedes tocármela tú?" Yo acepté y puse la mano sobre su tripa lisa y bastante dura. La sensación fue extraña. Yo estaba acostumbrado a la piel de los chicos y aquélla era mucho más suave. La chica se quedó adormilada, mientras yo acariciaba su abdomen. Cuando llegaba a los costados, se estremecía y sonreía con cara de placer. Froté con un dedo la zona de su tripa pegada a la citurilla del pantalón y reaccionó igual. Me decía: "No pares", susurrando de gusto. En un momento dado, no pude resistir la tentación de tocar algo nuevo para mí. Introduje la mano poco a poco bajo el pantalón y acaricié su vello púbico. Se estremeció de nuevo.
A todo esto, los otros dos se había ido a otro cuarto menos concurrido.
La chica agradeció mi trato, poniendo una mano en mi entrepierna suavemente y frotando con la punta de un dedo la punta de mi pene, medio erecto por el morbo de la situación. Bajé más la mano y noté su rajita húmeda pidiendo guerra. Pasé un dedo por ella y la chica se retorció, apretando mi miembro, consiguiendo que me retorciera yo. Cogió mi mano libre y la puso sobre su pecho, indicándome que eligiera cual de los dos tocar. Vi sus pezones tan erectos, que combiné mis movimientos para dar placer a ambos. Como ella no tenía las manos dentro de ningún sitio, pudo despojarse del top sin moverse demasiado, siempre con mis dedos en su vagina, frotando a lo loco, por mi inexperiencia. Pero le iba bien.
Aquellos pechos encendidos al aire, me atrajeron como nunca imaginé. Los sobé a placer, hasta que bajé mi cabeza, consiguiendo lamerlos con lascivia. Ante mis actos, ella bajó como pudo el pantalón de mi chándal y el bañador, dejando mi polla a la vista. Ni yo me creía cómo estaba, la verdad. Comenzó a chupar, sabiendo cómo hacerlo, de eso no cabe duda. Yo no sabía qué más hacerle, pero la desnudé del todo y me puse en plan 69. Al principio me dio algo de asco, por el sabor medio amargo de aquel chichi. Pero la calentura del momento y el recuerdo de la primera corrida en mi boca, igual de extraña en sabor, hicieron que me comiera aquel jugoso coñito sin rechistar. Hombre!, algunas películas había visto; eso sí. Siempre se aprende algo. Estuvimos así un buen rato; hasta que ella se incorporó, me indicó que yo también lo hiciera, y se puso en pie. No se iba, no. Sólo estaba preparando lo siguiente: Se sentó sobre mí... bueno, sobre mi polla, y empezó a darse embestidas como una posesa. A mí me gustaba, pese a que siempre he sido pasivo en la cama; salvo cuatro o cinco veces en que penetré a mis acompañantes. Y eso fue lo que me preguntó: "¿Te has follado a alguien, chico o chica?" Respondí lo que acabo de decir, añadiendo que sólo a esos chicos. "Pues ahora vas a hacer lo mismo, pero a una tía" ¿Lo mismo?, me preguntaba yo. Pero si ya me la estaba follando.... Pero no era eso. ¡Qué vaaaa! Se la sacó del coño y sin esfuerzo alguno, se la metió en el culo. Cogió mis manos y con las cuatro se acariciaba el coñito, mientras se movía impulsivamente, jadeando de forma muy excitante. No sé cuántas veces se corrió en todo el proceso. Empujaba mi mano dentro de su vagina, mientras me llevaba la otra a su clítoris. Cuando la acción se hizo automática para mí, empezó a pellizcarme los pezones y a arañarme con cuidado el pecho y la pelvis.
De repente, se detuvo. Se puso en pie y cogió un vaso de agua de la mesa, echándola sobre mi polla. Luego la frotó, como limpiándola. Se puso sobre mí a lo largo y me pidió que le comiera el coño de nuevo, mientras metía mi mano en su culo, tanto como pudiera, y la otra la masturbara. Eso hice. Ella se dedicó a mi polla, con la boca y las manos.
Notó perfectamente cuándo me iba a correr y apretó su garganta contra mi glande. El chorro no se hizo esperar más. El palcer que me sobrevino hizo que embistiera con mi lengua en su clítoris, consiguiendo su orgasmo. Yo seguía con mi mano en su culo, moviendo hacia todas partes.
Exprimió cuanto pudo, secando con su lengua mi leche y succionando sin parar.
Tras unos minutos de relax, fuimos a la piscina y nos bañamos desnudos. Su hermano y el otro chico aparecieron poco después, de la misma guisa, y entraron al agua con nosotros.
Desde ese día, soy bisexual. Estuve todos estos años perdiéndome una parte del sexo que es sumamente agradable. Pero siempre hay tiempo para rectificar.