Autor: Rebeca | 21-May
Sobre el cielo del bosque se perciben las nubes viajeras.
Fuera de la luz de las estrellas, ninguna otra fuente de luminosidad hace del bosque su territorio.
Distingo aquella silueta delgada entre los árboles. Es demasiado delgado, sin ninguna otra virilidad que la que le confiere su sexo. Parece débil,rompible, frágil.
Alto y moreno, se confunde con la oscuridad del bosque, resguardado en la penumbra.
Milagrosamente, logro sortear el laberinto de árboles, acercándome a él.
El cabello negro y liso de su raza, hasta las orejas. La sonrisa blanca y la piel de niño.
Su larga y delgada mano, mano que no ha hecho trabajos físicos, me hace una seña. Quiere que me acerque.
Disminuye la distancia entre los dos.
Aquella mano delgada recorre mi cabello, acaricia mi piel, casi sin tocarla.
Percibo su respiración, un quejido suave y grave que ya habita en mi piel.
Toma de mi cintura, casi con violencia. Sus labios se acercan, me besa.
Su lengua entra en contacto con la mía. Me separo y contemplo aquellas dos llamaradas de fuego negro. Deseo.
Me vuelve a besar, ahora con más fuerza.
Una de sus delgadas manos me conduce a un claro del bosque.
Lentamente me despoja de mi ropa, quedándome sólo en ropa interior. Se arrodilla.
Su respiración recorre mi vientre, mientras sus manos acarician la parte baja de la espalda. Nalgas, muslos, pies.
Tus manos están en todos lados.
Rompe el fino panty. Poco tiempo despúes, el brassiere queda en el suelo.
Totalmente desnuda, estoy a su disposición. Territorio libre a ser explorado.
La lengua acaricia un pezón, luego el otro.
Bebe de mis senos. Sus manos aprietan las nalgas con desesperación.
Me acuesta. Yo no lo toco. Sólo disfruto.
Separa mis piernas, me come.
Torbellino de emociones, nubes que se confunden. Sensación embriagadora.
Su lengua recorre mi vientre, los labios acarician. Después un último beso en los labios.
Después, nada.
Las nubes siguen ahí, él ya no.
Soledad absoluta.