Autor: Lahechicera | 10-Mar
Soy una chica de quince años, y mi pasión, como buena ninfómana que soy, es el sexo. Estoy en mi habitación, acariciándome la vulva húmeda, hundiendo los dedos en mi gruta caliente. Me masturbo con urgencia, y algún que otro gemido ocasional sale de mi garganta. Gruñidos de placer, que pugno por ocultar, ya que sólo un delgado tabique me separa de la habitación de mis padres. La luz del pasillo se enciende. Lo se por la claridad que se filtra en la puerta de mi habitación. Oigo pasos, y sé que es mi padre. Tiene ese andar lento, pero seguro. Es posible que se dirija al cuarto de baño. Dejo de masturbarme, pero no separo los dedos de la humedad de mi coño. Espero a que vuelva a acostarse. Unos escasos segundos, y el pomo de la puerta de mi habitación se mueve. La puerta se abre, y veo a mi padre, con su bata de franela, que entra en mi cuarto y cierra la puerta. Me apresuro a hacerme la dormida. Mi padre llega hasta la cabecera de mi cama, acerca su cara a mi rostro, y me susurra al oído. - No finjas, te he oído- me dice- suerte que tu madre no tiene el sueño ligero. Abro los ojos y le miro. No se que hacer, pero mi padre resuelve el problema. Retira la colcha que me tapa, y contempla mi vulva, llena de jugos húmedos, palpitando por la masturbación a la que la he sometido hace unos instantes. Su grueso dedo toca mi vulva. Un estremecimiento recorre mi cuerpo. Sin dejar de mirarme, empieza a masturbarme, arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo... Empiezo a suspirar levemente. No dejamos de mirarnos a los ojos. Con la otra mano, me separa las piernas, que yo abro totalmente. Acerca su boca a la mía. Nos besamos con fruición. Su dedo adquiere velocidad y fuerza. Empiezo a mover mi vulva adelante y atrás. Un pequeño grito indica que voy a correrme. Mi padre deja de masturbarme. Se sitúa de forma que mi coño está solo a unos milímetros de su boca. Saca la lengua y la pasa por los labios ardientes y húmedos. Vuelvo a gemir. Me morrea el coño con su boca, adentrando su lengua hasta que la siento llenarme. Me retuerzo de gusto en la cama. Me vuelvo loca de placer, gimo y grito que me de más, que me haga correr como a mamá. - ¡Dame más, papá!, más lengua, ¡ahh, ahhhh!, papá, como me gusta- gimo mientras sostengo su cabeza con mis manos y la aprieto contra mi raja, ahora mojada como nunca lo había estado. Mi padre mueve la lengua con fuerza, me masturba el clítoris hasta que creo que voy a morir de placer. Y en ese momento me deja y sale de la habitación. Casi le grito que no se vaya, que vuelva y termine el trabajo, pero en un susurro, ya casi fuera de su habitación, me dice que espere. No puedo evitar masturbarme con fuerza, gemir ya sin que me importe nada más. No pasan ni quince segundos cuando mi padre vuelve a entrar en mi cuarto, esta vez desnudo, con su verga totalmente tiesa y su capullo color púrpura reluciendo casi en la oscuridad. Yo abro las piernas, me las cojo con las manos y las sostengo así, exhibiendo la vulva ante mi padre. Creo que va a penetrarme cuando se acerca a mí, pero no..., todavía no. Vuelve acariciarme los labios mojados con el dedo, y acerca su enorme rabo a mis labios. No es necesario decir nada, al principio beso su capullo, insegura, luego, me lo voy metiendo en la boca, lentamente, mientras un gemido lento y profundo se le escapa. A medida que absorbo su trozo de carne palpitante, se va poniendo aún más duro. Pero mi boca golosa se lo traga todo. Me habla en voz muy baja mientas se la chupo. - Nena, nenita, así... si ¡Ahhh, sigue, ahhhh!, ahora, si, recorre el glande con tu lengua, ahhh, si, chupa con fuerza, que boquita tiene mi niña, ahhh, ahhhh... Su dedo vuelve a obrar un efecto mágico en mi. Y mi vulva expele una nueva riada de gotas espesas, de fluido vaginal que impregna su dedo. Este, cada vez más atrevido, empieza a insinuarse en la entrada, penetrando ya la primera falange en mi vulva. Y yo gimo, con su polla en la boca, chupando sin parar, y sintiendo como su dedo me va llenando. Me la saco de la boca, le miro a sus ojos, y observo como me desea, como me frota y me mima. Ya no puedo aguantar más. - Papá- le susurro entre gemidos- fóllame... Él no se hace esperar. Se sitúa encima de mi, y me masturba ahora con su verga, que está tiesa y dura, como aquella vez que le sorprendí meneándosela mientras contemplaba un vídeo casero, en el que yo hacía aerobic. Me masturbé tres veces imaginando que me follaba. Ahora el sueño se hacía realidad. Su enorme glande se va introduciendo en mi vagina, que se abre y lo acepta con gusto. Suspiros de placer llenan la habitación. Nos miramos, nos besamos mientras me penetra hasta lo más hondo. Nuestras lenguas se entrelazan, en un baile frenético de lujuria y placer. Y empieza a bombear dentro de mí. - Ahh, papá - le digo entre gemidos- sigue, sigue así, ¡por Dios!, ¡No aguanto más, me corro!, Ahh, papá, como me follas, me encanta; ¿te gusta follarme?- a lo que él asiente- ¿te vuelve loco verdad?, pues no pares, no, sigue, más... más... ¡Ahh, ahhh!, papá, de verdad que voy a correrme... que no aguanto... ¡Ahhhh..... En el instante en que alcanzo el orgasmo, mi padre gime con fuerza, bombea, dos, tres veces... y eyacula un espeso chorro de semen en mi interior. Yo le abrazo con mis piernas, quiero que esté siempre así, corriéndose en mi vulva mojada. Suspiramos, gemimos, nos abrazamos con fuerza, y el bombeo se va haciendo más lento, pero sin pararse. Mi padre me mira, y me besa con mimo los labios. Le devuelvo el beso. Pasamos casi toda la noche abrazados, acariciándonos y besándonos. Cuando llegó la mañana, nos despedimos con un último beso, y se fue a acostarse con mi madre. Estoy segura que a partir de ahora no necesitaré masturbarme. Mi papá se encargará de calmar mis ansias.