Autor: lu | 28-Jan
Mi debut sexual fue atípico, al menos eso es lo que creo hoy, pero de lo que no tengo dudas, es que fue infinitamente espectacular en lo físico. Mi primera vez fue el día que cumplí los 18 años, con mi sobrinito, pero mi verdadero gran debut sexual, con todo lo que esta palabra implica, lo fué una semana después de cumplir los 24 años con el mismo sujeto, como sino pudiera escapar a la cita que el destino ya nos había decretado.
Creo que es conveniente aclarar primero, como era mi vida sexual antes de llegar a este desenlace. Soy la menor y única mujer entre 4 hermanos, llevando una diferencia de 6 años con el menor, 9 con el siguiente y 10 con el mayor. Mi papá siempre fué la máxima autoridad en la familia, motivo por el cual mi crianza se desarrolló de un modo muy particular, siendo mi madre mi única confidente y muchas veces juez. El cariño severo de mi papá, fue cercando mi entorno de desarrollo, limitándome a imitar la forma de ser de mamá, muy femenina y tímida, único modelo durante gran parte de mi vida. Mi primer beso lo recibí de mi primo a los 15 años, durante un juego de gallito ciego, me sorprendí tanto al sentir penetrar su lengua en mi boca, que quedé paralizada de vergüenza. Cuando al fín pude desprenderme de él, corrí desesperada en busca de los otros chicos. Cuando volvimos a vernos, no pude reprocharle su aptitud, de la vergüenza que aún sentía, guardé el secreto por siempre.
En casa el tema sexo era considerado tabú y lo único que sabía, lo había escuchado de mi cuñada o de alguna compañera de clase. Mi primer novio lo tuve a los 23, mi caracter rebelde y esquivo, producto de mi timidez parecía desalentar a los chicos que me pretendían. Mis primeras excitaciones las recibí en los viajes en tren que efectuaba de mañana rumbo al colegio. Estos viajes fueron mi alimento y consuelo a angustias y deseos. Allí aprendí a sentirme mujer. El contacto con los hombres, me excitaba. Pero nunca acepté sus propuestas. Cuando cursé la universidad, continué aprovechándome de los servicios gratis que este medio de transporte ofrecía. Por todo esto creo que mi experiencia en este tipo de transporte es mucha, considerándome una veterana en el arte copular sin penetración, recuerdo infinidad de experiencias que me serían imposibles de escribir, por la cantidad de matices y circunstancias en las cuales sucedieron. Nunca me masturbé con los dedos ni introduje ningún aparato en mi vagina, los estímulos que recibía en el tren saciaban mi apetito sexual.
Cuando cumplí los 18 años mi sobrinito, hijo de mi hermano mayor, descubrió mi sexualidad en un juego que practicabamos muy seguido. Tenía siete años, era el mimado de toda la familia, en ese entonces vivíamos todos juntos. El era como mi juguete, al que tanto mimaba y le permitía todo. Con el tiempo él fué dependiendo cada vez más de mí, sin haber cumplido los siete años, inventó un truco para para que lo acunara y lo pusiera a dormir. Era díscolo, ya con el pijama puesto daba vueltas y vueltas hasta que lo tomaba en mis brazos y lo acunaba deciéndole dulzuras hasta dormirlo. Esto lo hizo tan bien, que se convirtió en hábito diario, aceptado como un hecho por todos: El nene no se dormía sin los mimos de su tía. Muchas veces lo acostaba en mi cama, ya que mi cuarto era el más cercano al living, mientras que mi cuñada debía desplazarse 30 metros hasta el fondo del terreno donde tenía su vivienda.
Recuerdo la noche de mis 18 años, era muy calurosa, recuerdo que me retiré al poco tiempo, después de soplar las velitas y compartir la torta con todos los de casa, para ingresar ansiosa a mi dormitorio y estrenar la combinación de satín negra, que yo misma me había regalado, la tenía guardada desde hacía una semana, era muy corta y transparente, de tonalidad negra, quería sentirme distinta esa noche, para lo cual me quité la bombacha y el corpiño. Quería descubrir esas sensaciones, que me habían dicho unas amigas, producía esa tela milagrosa en contacto con un cuerpo desnudo. Ya estaba acostada cuando el destino quiso que mi sobrinito pasara la noche conmigo. Entró a mi cuarto diciéndome que su mamá le había dado permiso. Jugamos un buen tiempo, haciéndonos mimos, hasta que no se como, quizás un mal movimiento mío coincidió con otro de él, logrando que uno de mis pechos saltara fuera de mi combinación, mi asombro fué mayor cuando el chico llevó su boca hasta mi teta, chupándola con total naturalidad como si fuese un bebe. Me pareció tan tierno sentirlo mamar de mi teta, que desnudé la otra y se la ofrecí, el la aceptó y también mamó de ella. Esta situación era nueva, para mis pechos vírgenes, por supuesto que no tenía leche, pero descubrí después de varios meses de dejarlo mamar continuamente, que mis tetas habían aumentado de volumen, por la fuerte succión que el producía al chupármelas. Descubrí un tiempo después con asombro, que él succionaba un líquido que no se si era leche, pero que el mamaba con mucha dedicación. Volviendo al relato anterior, su succión me excitó, apagué la luz del velador y cubrí nuestros cuerpos con la sábana, mientras él no dejaba de chuparme las tetas. El se encontraba sobre mi cuerpo, cuando su succión me inflamó los pechos, intenté desplazarlo más abajo, pero él volvía a la posición original que teníamos, entonces lo volví a desplazar hacia abajo, abrí mis piernas y lo sujeté con ellas abrazándolo. Un instante después me sentí más excitada, había olvidado que no tenía puesta mi bombacha y que el niño parecía tener una pequeña erección, perdí la cabeza, guíe su pijita hasta mi vagina, perdiéndose ella junto con su escroto en mi interior. El sintió curiosidad y me preguntó que sucedia, lo engañé diciéndole que solo se trataba de un nuevo juego y que si se quedaba quieto, lo llevaría al cine.
Asi fué como por primera vez una pija aunque chiquitita se alojó dentro de mi vagina, por supuesto que apenas podía sentirla, pero fué suficiente para lograr que tuviera un orgasmo, después del cual lo acuné hasta dormirlo. Cuando desperté a la mañana me sentí muy mal por lo que había hecho, jurándome no volver a hacerlo nunca más, pero no pude cumplir mi promesa, al menos parcialmente, ya que dejé que chupara mis tetas por algunos meses más, pero ya no utilicé su pijita para llenar mi vagina. Con el correr del tiempo poco a poco fuí alejándolo de mí, hasta lograr que olvidara su costumbre por mamarme. Después de este hecho volví a mis consoladores viajes en tren, que solo interrumpía en raras ocaciones. A los 23 años me puse de novia con un chico muy apuesto que cursaba el quinto año de medicina. El era muy tímido como yo y poco insistente para pedirme una entrega total, por lo que solo le permitía acabar entre mis piernas, sin que existiera penetración. Por lo cual me puse en campaña para conseguir nueva pareja o un amante, pero mi timidez siempre era un obstáculo muy difícil de salvar. Unos días antes de cumplir los 24 años me recibí de licenciada en física y no se porque motivo sentí la necesidad de festejarlo, entregando mi virginidad a un buen macho y así liberar de una vez por todas, todos mis deseos reprimidos. Para colmo justamente en esos días tuve una experiencia muy fuerte en el subterráneo con hombre maduro, que acarició mis piernas y cola de una manera tan suave y sensual que me calentó el cerebro. Con la idea de que había llegado el momento de perder mi virginidad si o si, para lo cual, pensé en contratar los servicios de algún hombre y mantener de este modo el secreto de mi desvirge.
Sentía una gran necesidad de dejar de ser virgen, sabía que me sería muy fácil si eso se lo pedía a mi novio o a cualquier otro chico conocido, pero como deseaba hacerlo en secreto, no quería involucrarme con nadie más. Un día leyendo en los clasificados del diario, encontré infinidad de avisos con gente que se dedicaba a este tipo de servicio. Elegí uno que aseguraba absoluta reserva y lo cité en un hotel muy importante, porque no me animaba a ir a su departamento donde ofrecía el servicio. Nos encontramos en una confitería cercana al hotel, luego de compartir un café y acordar los términos de como deseaba ser penetrada, nos dirigimos directamente al hotel. El era rubio, muy apuesto, tendría unos 38 años y segun él con toda la experiencia del mundo. Ya dentro de la habitación él se desvistó totalmente y me invitó a que hiciera lo mismo, me desvestí tan lentamente por la vergüenza que me producía desnudarme ante un desconocido, que tuvo que ayudarme a hacerlo. Me preguntó si le permitía besar tocar o chupar cualquier zona de mi cuerpo ya que me consideraba muy hermosa, le contesté que por ahora solo le permitiría acariciarme.
Nos recostamos en la cama y mientras él me acariciaba todo el cuerpo, me dijo que yo podía hacer con él lo mismo, invitándome con un ademán a que tomara su pija y la chupara. Era enorme, la más grande que había visto hasta ese entonces aunque aun no estaba totalmente erecta. Le pedí que me dejara calzarle el preservativo antes de poder chupársela, pero me dio un gran trabajo hacerlo, aún flácida era enorme para el tamaño del preservativo. Me quedé con las ganas de poder chuparla toda, era tan enorme que apenas podía contener parte de su cabeza en mi boca y si intentaba chuparla más profundamente me producía arcadas. Mi excitación ya era tal que le exigí ser penetrada como lo habíamos acordado en la confitería. Ambos parados y el desde atrás como si estuviéramos en un tren o colectivo, ya que esa es mi fantasía y tenía derecho a ella. El lo intentó, pero todos sus intentos fracazaron, su pija era enorme, pero flácida y para colmo mi conchita pequeña y virgen. Opté finalmente por agacharme y quedar en cuatro patas, pero también fué inútil. Cuando mi excitación se convirtió en enojo, él me pidió disculpas y me dijo que hacía una hora atrás había cogido a una señora muy ardiente y que no se encontraba totalmente recuperado, pero que tenía un consolador en su saco y que si yo quería él lo podía usar conmigo, le expliqué que el uso de un consolador en mi cuerpo virgen me parecía un insulto a mis deseos. Fue entoces cuando escuché la propuesta más loca en mi vida. El me dijo que mi virginidad sumada a mi belleza me podría hacer ganar mucho dinero, y que el mismo podía consegirme un hombre que pagaría una buena suma de dinero por mi condición de virgen y que si yo era más audaz y seguía los consejos que él me daría, en 2 meses nos llenaríamos de dinero y regalos. Por supuesto que le dije que no, pero el insistió tanto que me dio su tarjeta con el dinero que yo ya le había anticipado. Me vestí y salí lo más aprisa que pude, otra vez el destino me preservaba para una experiencia distinta.
En esos meses mi sobrinito que ya tenía para ese entonces 14 años, me acosaba constantemente, espiándome cuando me bañaba o acariciándome las piernas de manera no disimulada. Varias veces jugando de manos me hizo sentir la dureza de su pija erecta especialmente cuando jugábamos a las cosquillas y él siempre terminaba tomándome desde atrás con sus manos, por dentro de mis brazos para terminar posándolas en mis tetas y su pija bien apoyada contra mi cola, haciéndome sentir las pulsaciones de su miembro erecto. Esa situación me trastornaba porque no podía reaccionar de manera cortante hacia él, ya que siempre tenía la duda de si él recordaba esos tiempos en que le permitía jugar con mi cuerpo. Una semana después de visitar al hombre del aviso del diario, sucedió lo que siempre ansié, pero no con la persona debida. Un viernes partieron todos los de casa hacia el interior del país al casamiento de una prima nuestra. Yo no podía viajar porque el sábado tenía una cena en la casa de mi novio y mi sobrino tampoco porque tenía que definir un campeonato de fútbol ese fín de semana. Así es que terminamos quedándonos solos como caseros de la casa.
La tarde del viernes luego de que se fueran todos, preparé una tarta como cena para mí y Pablo, luego de la cena me retiré al cuarto de mamá a disfrutar de algún buen programa de de TV y de su clima fresco, ya que es el único cuarto que esta equipado con un amplio ventanal que permite una buena circulación del aire, esto lo hace ser el cuarto más fresco de la casa, muy codiciado en las noches de calurosas como lo era ese viernes. Me desprendí de mis ropas y me vestí con lo mas breve que encontré, una combinación muy delgada, transparente y corta. Debajo de ella solo me quedé con mi bombachita. Hacía mucho calor para mantener el corpiño, por lo cual me lo quité y liberé mis lolas del aprisionamiento al que estaban sometidas. Cuando ya estaba instalada totalmente en la cama viendo una serie nocturna, apareció Pablo con una porción de tarta en la mano, diciéndome que en un canal estaban dando una película muy buena "Verano del 42", me dijo que le habían contado que estaba buenísima y sin consultarme se apoderó del control remoto, cambió el canal y se instaló junto a mí en la cama. Como no quería pasar por puritana ni tenía deseos de discutir, acepté verla fingiendo tener algún interés, para mi asombro la película era muy buena, era divertida y dramática y muy erótica al final. Cuando en uno de los cortes anunciaron que al termino de verano del 42 pasarían "Bajos Instintos" opté por acomodarme para dormir, argumentando que estaba con mucho sueño, pero en realidad ya la había visto y como muchas de sus escenas eran de sexo muy fuerte creí prudente no verla con él y aislarme en un profundo sueño, el cual pude conseguir, pero fuí despertada al rato por un dulce cosquilleo en mi entre pierna, cuando volví a la realidad me dí cuenta que estaba perdida.
Sin atreverme a abrir los ojos, comprobé por las sensaciones que recibía mi cuerpo, que me encontraba casi totalmente descubierta, con mi combinación levantada y las manos de Pablo en mis caderas. Simulé que aún permanecía dormida profundamente, aumentando el nivel de mi respiración. El cosquilleo que sentía en mi sexo, provenía del miembro de Pablo que en un total estado de osadía y desfachatés lo había ubicado en mi entrepierna estando el pegado a mi espalda. Permanecí inmóvil en esa posición, sin saber como reaccionar, como esperando despertar de una pesadilla. Me encontraba recostada de costado, con Pablo tras mi espalda. Si bien no lo veía por no atreverme a abrir los ojos, sabía que se trataba de él, podía sentirlo en mi piel. Con el transcurrir del tiempo mi cuerpo comenzó a excitarse al contacto con su anatomía, por un momento deseé tanto que se tratara de otra persona. Con cualquier otro sujeto sabría como poder liberarme o amarlo sin prejuicios, pero si descubría que se trataba de Pablo como lo suponía, no sabía como proceder a poner fín a su acoso. Sus caricias iban aumentando en intensidad y los labios de mi vulva protegidos por mi bombacha sentían el latir de su miembro erecto. Tomé valor para abrir los ojos levemente, prometiéndome antes, que si comprobaba que se trataba de cualquier otra persona dejaría que dispusiera de mi cuerpo como mejor lo deseara. Entre abrí mis ojos y pude ver por el reflejo en los vidrios del ventanal que efectivamente era Pablo mi acosador y que por el TV se estaba proyectando la nueva película.
Mil pensamientos recorrieron mi cabeza buscando una salida a la vergonzosa situación en la que me encontraba. Encontré varias soluciones alternativas para liberanme, pero no logré tener el valor suficiente para ejecutarlas. De algun modo me sentía culpable y no creí tener el derecho a avergonzarlo, quizás también se tratase de su primera experiencia como a mí por lo cual debía ser más comprensiva. Opté por dejar correr el tiempo con la esperanza que se arrepintiera de su acción o que acabara entre mis piernas como lo hacía mi novio y se retirara, pero nada de eso sucedió, lo único que conseguí con mi pacividad fée que él fuera aumentando su confianza. Hasta el grado de que incrementó su movimiento de vaivén con su pija y desvió una de sus manos hacia mi pubis por debajo de mi bombacha y la otra hacia mis tetas. Mi grado de excitación iba en aumento y mi cuerpo se alejaba cada vez más de mi mente, negándose a ser controlado, mojándome por dentro. Esta situación se había vuelto insostenible a tal grado que para ahogar mis gemidos debía apretar mis labios. Estos movimientos continuaron hasta que su mano rozó mi clítoris y uno de sus dedos se abrió paso entre los labios de mi vulva para introducirse en mi vagina, esto me produjo una reacción eléctrica, un ardor tal que no pude contenerme y terminé volcándome hacia adelante quedando boca abajo. Por unos instantes creí que él ya se había conformardo y que se retiraría, pero una vez más me había equivocado. El se acostó arriba de mí, cubriéndome toda, acomodándose en mis curvas, para luego bajarme la bombacha a la altura de mis rodillas y colocar su dura pija entre los cachetes de mi cola, amenazando con penetrarme en cada uno de sus vaivenes. Sentía como me destruía por dentro, aún sin estar penetrada comenzaba a gozar con los desplazamientos de su miembro, ahora su recorrido era mayor, comenzaba en mis glúteos pasando por mi cola hasta rozar mi clítoris, bañándose en mis jugos cuando pasaba por mi vulva.
Su poca experiencia o quizás su instinto de macho hizo que en un momento su anatomía viril me penetrara vaginalmente arrancándome un grito de dolor y lágrimas, asustándolo lo suficiente como para que me soltara. Aproveché este momento para escapar de debajo de su cuerpo y retirarme al borde de la cama permaneciendo ahora boca arriba para proteger mi cola. Aproveché también este momento para subir mi bombacha, pero en el instante en estuve a punto de completar mi objetivo sentí como sus manos detenían las mías y su cara se posaba en mi pubis para lamerme apasionadamente, arrancándome gemidos de de gozo. Otra vez el tomó poseción de mi cuerpo y lo único que pude hacer yo, fué tomar parte de la sábana y taparme la cara mientras sentía como el abría mis piernas levantándolas para dejarlas posar sobre su hombro. Sabía que estaba a punto de penetrarme, pero yo no tenía fuerzas para resistir. Lo sentí venir dentro mio, creí morir cuando sentí como su pija me penetraba llenándome totalmente, me estaba haciendo mujer. Sentí como sus estocadas perforaban mi carne y como su semen me inundaba por dentro, mientras él se derrumbaba sobre mi cuerpo hasta quedar inmóvil. Entonces pensé que por fín todo había terminado, pero me equivoqué, el recién comenzaba conmigo y estaba dispuesto a poseerme de las más diversas formas. Estuvo un rato inmóvil recostado sobre mí, cuando quise apartarlo lo único que conseguí fué despertarlo y comprobar que en todo ese momento su pija estuvo dentro mío, y que ahora comenzaba a erectarse engrosándose nuevamente, hasta sentirla latir en mi interior.
Nunca había pensado que un niño a esa edad fuera tan activo y que tuviese tanto vigor como para hacerme gozar de placer. Me estaba cogiendo en la posición del misionero, por lo cual tenía acceso al resto de mi cuerpo. Cuando sentí sus labios posarse en mis tetas lo empujé con violencia hasta apartarlo de mí, no podía soportar tener su cara tan cerca de la mía. Mi reacción pareció enfurecerlo ya que me volcó dejándome boca abajo para luego montarme frenéticamente como si fuese una muñeca de trapo, su poca experiencia hizo que una de las estocadas de su pija safaran de mi conchita, introduciéndose dentro de mi cola. El dolor fué tan intenso que no pude controlar mis gritos, aullé de dolor y le supliqué por favor, que por ahí no quería, que me la sacara porque me sentía morir, pero él no me escuchaba. Le supliqué de mil maneras que me soltara, hasta le prometí que me dejaría coger por la concha todas las veces que él quisiera esa noche, pero ni así pude hacerle entender el dolor que sentía. Aquí fué donde maduré sexualmente y descubrí nuevos modos para evitar el dolor.
Mientras más me resistía moviéndome, su miembro más profundamente me penetraba cuando sentí como los pelos de su pubis tocaban mi cola, supe que estaba penetrada totalmente, me relajé unos instantes hasta sentir que el comenzó a darme estocadas con su miembro pulsante y para no sentir dolor acompañé cada uno de sus desplazamientos de modo de tener en todo momento su pija en mi interior. Así descubrí una nueva forma de gozar, lo que por aquí se conoce como culear. Otra vez lo sentí descargarse dentro mío, me había hecho su hembra. No recuerdo todas las veces que me montó esa noche, ya que amanecimos cogiendo, solo recuerdo que desperté cogiendo a las 3 de la tarde.
Nos amamamos todo ese día y nos prometimos olvidar este hecho para siempre y nunca más repetirlo, pero no pudimos cumplirlo. Pablo fué mi amante por años hasta el día de hoy.
Me hacía el amor en cualquier sitio y momento tan rápidamente que lo podíamos repetir varias veces al día. Aun hoy de casada lo consuelo con sexo en sus momentos tristes.