Una Sra. de edad
Es la historia es de cuando me acosté con una dama de avanzada edad. Tenía yo por aquellos días cuarenta y cinco años. Vivía en santo matrimonio con mi esposa Francisca. Nuestra vida sexual dejaba de ser una rutina alguna que otra vez cuando salíamos con otra pareja de copas o a bailar. No es por vacilar pero he de reconocer Francisca gustaba mucho más a los maridos de las parejas que salíamos que sus propias mujeres.
Cada celebración, cumpleaños, santos etc. Nos reuníamos con alguna o varias parejas. Íbamos a cenar y luego e invariablemente nos acercamos a una sala de fiestas asta la madrugada. Cuando llevamos unas copas de más solíamos intercambiarnos de pareja para bailar. Frecuentemente francisca solía y sigue siendo la más solicitada. Por la noche me contaba que la pareja que le había tocado estaba tan cachonda que a propósito refregaba por el paquete por donde podía. Esto la ponía cachonda y servia de inicio para montarnos unas fantasías con los maridos de las amigas y sus mujeres. Las otras veces que nos uníamos en santa penetración no dejaba de ser un poco rutinaria. Pero en fin no era esta la razón de esta historia. Esta introducción es para que os hagáis una idea de lo convencional de nuestra vida. O sea un matrimonio de lo más convencional.
Vivimos en un bloque de apartamentos. Francisca y yo vivimos en el quinto piso primera puerta. En el tercero primera vive una señora de avanzada edad. Casi todos los días nos cruzamos en algún momento o en el ascensor o el portal y alguna que otra vez nos vemos comprando en el súper. Se llama Edelmira, lo se porque así reza en el buzón del portal. Aunque llevamos años cruzándonos nunca se me habría ocurrido tener una historia con ella.
Cierto día, en pleno mes de agosto coincidimos en el portal, ella iba cargada con la compra del súper, bolsas y más bolsas. Me ofrecí para ayudarla a subirlas hasta su rellano. Subimos los dos pegaditos en el ascensor, tan pegaditos que sus pechos descansaban sobre mis hombros. Ya en rellano mientras habría la puerta de su vivienda me quede observándola, Era una mujer esbelta la edad que yo le conjeturaba se acercaba a los sesenta y no muchos más. De un metro sesenta y dos poco más o menos, no le haría mas de 55 kilos de peso, llevaba una falda ancha por debajo de las rodillas y ceñida por la cintura, se percibía una figura de finas curvas. A través de la transparencia de la tela sedosa de la falda asomaban unas piernas largas y bien moldeadas El culin redondo estaba adornado por un tanga de los pequeñitos. Todo esto la hacia parecer bastante mas joven. Rubia de cuello largo adornado con una blusa de seda azul decorada con flores de un azul más oscuro. A través de la blusa se podía ver la forma de los pechos pequeñitos y con grandes y oscuros pezones. Ojos grises pequeños de mirada profunda.
Este día tuve la primera fantasía con Edelmira, por la noche me acosté temprano Francisca estaba con sus labores viendo un “Reality Show” Empecé a pensar en la dama y lo maravilloso que seria poder acceder a aquel cuerpo, poderlo redescubrir, acariciarlo hacerle sentir placer que posiblemente ya hubiera olvidado, no podía resistirlo cerraba los ojos y la excitación aumentaba. Casi sin darme cuenta me estaba masturbando. Tengo que decir que desde que tenia veinte años no me había masturbado y puedo aseguraros que fue mejor que muchos polvos.
Pasaron los días y el deseo aumentaba. Por un lado pensaba que si la viera desnuda se me pasaría la obsesión pero por otro lado pensaba en ella como una joven inocente o así quería imaginármelo. Quería creer que sus relaciones no habían sido lo placenteras que su cuerpo de otros tiempos se merecía. Este pensamiento me satisfacía enormemente, de ser así podría jugar con ella “en el mejor sentido” y hacerla disfrutar. No sabía como hacer para llegar a ella y declararle mis anhelos más íntimos, el miedo a su reacción frenaba todos los intentos. Después de darle muchas vuelta decidí escribirle una carta anónima manifestándole estas emociones.
Mi querida Señora
Perdonad, Señora Mía, el atrevimiento por mi parte al pretender entrar en vuestra intimidad, la osadía de pensar que puedo ofreceros algo que quizás no deseéis, la arrogancia de pensar que solo yo os puedo brindar el deseo talvez no deseado, y la cobardía de no haberos entregado este escrito a mano. Si ante estas, mis más sinceras excusas me habéis indultado, os manifestare el motivo de este escrito y las razones que me inducen a no entregaros la misma en persona tal como rezan los principios de la caballerosidad. Debéis de saber, Bella Dama, que días ha que estoy cobijándome en vuestra sombra, piso por donde pisáis, respiro de vuestra fragancia y enloquezco con vuestro pensamiento. No puedo contestarme ni a mí mismo la causa que forja esta pasión pero puedo deciros que en esta sin razón solo hay un deseo. Deseo poder mimaros, poder descubrir el cuerpo que escondéis, saciaros de besos y embriagarme de ellos, sentir, ver, tocar, curiosear todas las parte de vos, Sentir vuestro placer, poseerlo, que poseáis mi placer y lo sintáis como vuestro. En definitiva yacer junto a vos. Sé, Señora que mi atrevimiento es desmedido pero a la vez es sincero. Dadme la más pequeña esperanza de que podéis sentir, ver, tocar, curiosear, poseer y sentiros poseída. Y seré vuestro atrevido y arrogante servidor. Espero que me deis alguna indicación de que esta misiva no os ha enfurecido, pero aun si os ha enojado os presentare mis excusas en persona. Como ya sabéis que me conocéis podéis manifestar esta premisa en la forma y manera que mejor os agrade yo la encontrare. Guardo el secreto de no haberme presentado antes a vos, el cual os comunicare la próxima vez que me dirija a vos.
Vuestro, sincero admirador.
Los días siguientes a la carta no pare de observar a la dama esperando encontrar cualquier señal que me indicara alguna cosa, me acogería a cualquier cosa por pequeña que fuera. Cuando hacia una semana de la carta, la vi salir del portal con las mismas prenda que el día que le envié la misiva. Al principio no parecía que ello fuera una señal aunque no se había vestido igual asta este día. Estuvo paseando por el parque durante casi una hora y media, como si esperara a alguien. Antes del mediodía se salió del parque camino de su casa.
Supe que esta era la señal, Estaba esperando que alguien se le acercara, varios hombres se le acercaron y los rechazo. El momento había llegado, no dejaría pasar otro día, me adelantaría y me presentaría en la puerta de su piso. Cuando llego, yo estaba en el rellano frente a la puerta. Cuando salió del ascensor y me dirigí hacia ella que ya habría adivinado el porque de mi presencia. Le cogí la mano la acerque a los labios y la bese con delicadeza cuando termine de besarla la mire fijamente a los ojos y le dije, ella estaba esperando que yo rompiera el silencio.
- Puedo tutearos?
- Pronuncio mi nombre con cierto rin tintín. Ya sabes que soy yo el autor de la carta que recibisteis?.
- Cómo lo adivinasteis? Dije totalmente confuso. Ella noto mi enrojecimiento y me ofreció una sonrisa de simpatía.
- Por lo que veo no estas enojada u ofendida. Y estos pensamientos e intenciones no son tan descabellados.
- Es muy simple muchas noches me masturbo pensando en estar contigo haciéndote el amor. Me salió de golpe.
- Esto aun es más simple solo he visto, hice una pausa larga y seguí con voz firme. Una mujer, una mujer que no tiene edad, tiene un cuerpo delicado de formas exquisitas de andares elegantes. No sé que más puedo decirte. No puedo decirte que me he enamorado porque no seria cierto. Lo único que es cierto es el deseo que tengo de ti. Y por favor te ruego que no me hables de mis deberes conyugales.
- Para mi no hay situación y si seguimos adelante ha de ser solo entre tu y yo, me refiero que nuestras conciencias estarán tranquilas si así lo queremos.
- Lo que tú digas. Y salí. Mientras ella me observo mientras salía.
Por como se había desenvuelto la conversación intuí que su vida sexual había sido un desastre pero que había perdido todo castidad. Estaba seguro que llegaríamos a tener una relación satisfactoria. Sabía que Francisca estaba todos los viernes por la tarde entre el gimnasio y la peluquería. Así que tendríamos unas cuatro horas.
El viernes cuando Francisca se fue me duche, me perfume y me puse unos calzoncillos de la marca Uno muy estrechos y de color blanco. Llame a su puerta y me abrió. Al igual que yo salía de la bañera, bestia un batín de seda azul, Su perfume era realmente exquisito. Le bese la mano y nos sentamos en el sofá.
- No gracias café solo.
- Las fantasías no me han dejado dormir. Y tú que tal?
- Ya me veras.
Me arrodille con sus piernas entre las mías y con el aceite que había traído comencé ha hacerle un masaje por toda la espalda asta llegar a los muslos, los pase por alto y seguí con las piernas asta los tobillos, le puse mas aceite y subí el masaje asta llegar al ángulo que formaban sus piernas. Tenia el vello del pubis muy afeitado lo que hacia que sintiera mas las manos masajeándole las ingles. Seguía sin decir nada. Sus gemidos empezaban a ser más largos y profundos mientras se arqueaba. Tenía la certeza que estaba excitada por lo que ya era hora sentir toda su intimidad. Le puse un dedo entre las dos mitades de la vagina moviéndolo con suavidad por encima, estaba muy húmeda, habría las piernas y se arqueaba invitándome a poner más dedos dentro. Empecé a lamerle la espalda siguiendo el curso de la columna hasta llegar al ano. Lo recorrí de arriba debajo de izquierda a derecha. Sus gemidos se confundían con los suspiros. Me puse encima para que notara mi miembro duro jugueteando entre sus piernas. La gire y por fin pude contemplar todo su cuerpo desnudo. Su madurez estaba bien conservada, Algunas arrugas por aquí otras por allá, el vello pubico casi blanco, lo creaba cierto morbo al momento, los pechos un poco caídos y el coño casi nuevo. Cuando me acomode encima, pensó que la iba a penetrar y se acomodo para tal efecto abriéndose de piernas para dejarme el camino bien dilatado. Todavía no quería penetrarla aunque el instinto del macho no deseaba otra cosa que entrar dentro de aquel coño que era casi virgen. Le pase la lengua por los labios antes de besarla. Ella cedía a todos mis caprichos musitando gemidos inteligibles.
- No te detengas, pequeña déjalo salir. Ha estado mucho tiempo encerrado y seguía mordiéndole el clítoris y aferrándome con fuerza a las nalgas.
Al fin sus gemidos casi ahogados dejaron salir una exclamación de lo más profundo de su ser estaba corriéndose, quizás como nunca lo había echo. Estuvo más de un minuto retorciéndose, chillando gimiendo. Cuando termino se quedo casi desmayada, aproveche estos instantes para acariciarla y besarla con ternura. No podía hablar. Le pregunte si podía seguir y su respuesta fue un largo beso. Le saque la venda de los ojos y le dije soy todo tuyo haz conmigo lo que quieras. Seguidamente empezó a lamerme con ferocidad. Quería recuperar el tiempo perdido. Algo temerosa dijo:
- Haz todo lo que desees o mejor dicho lo que habrías deseado hacer en otros tiempos.
No había terminado de hablar que ya tenia todo el pene dentro de la boca lo succionaba con tanta pasión que tuve que decirle que fuera mas despacio. Supongo que estas cosas no se olvidan nunca. No tenía mucha habilidad para mamarla pero la pasión que le ponía compensaba con creces la falta de destreza. Estaba a punto de correrme y la pare para decírselo, me contesto que quería hasta la última gota. Acto seguido empecé a correrme con tanto placer que mis gemidos la asustaron. La retuvo dentro hasta que no quedo ni una gota. Me beso y paso la ultima gota del semen que le quedaba. Nos relajamos un rato para contarnos cosas de nuestra vida. Ella me contó que nunca había mamado una polla y mucho menos le habían comido el coño. Tenía esta frustración desde que se caso. Durante todos los años de casada treinta quizás se habría corrido en “minúsculas” no más de treinta veces, y menos aun más de un orgasmo seguido. Ahí me desbanco, había tenido dos orgasmos, como los de antes pero al tercero no pudo más y exploto.
A todo esto noto que estaba otra vez empalmado y se monto encima de espaldas. Tuve que ayudarla a metérsela dentro, dijo que era de las frustraciones, ella seguía más mojada que antes y empezó a cabalgarme, de vez en cuando se le salía y con maestría se la encoñaba, y siguió cabalgando, al rato largo dijo que quería que se la metiera como a una perra, y acto seguido estaba de rodillas mostrándome por donde la penetraría. La así por los hombros y se la metí toda dentro apretando con toda la fuerza que podía, no podía mas y le dije que me correría otra vez, contesto que aguantara un poco y me acompañaría. A los cinco segundos estábamos corriéndonos como un perro y una loba. Yo estaba exhausto y ella no se creía lo que había ocurrido. Nos acariciamos durante un rato, comimos, bebimos vino y nos duchamos. Cuando me despedí me dijo al oído.
- Tendrás noticias mías.
Estuvimos gozando durante un par de meses tres veces al mes, Después ella dijo que se buscaría un novio para seguir gozando de la vida y sus placeres más ocultos.
Fue una experiencia fascinante al principio era como acostarse con una chiquilla inexperta y al rato como si un volcán entrara en erupción. Creedme si tenéis ocasión de reposaros con un volcán aunque este apagado no dejéis de hacerlo veréis lo maravilloso que es encenderlo.
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