La abuelita del tren
Todo ocurrió en un viaje a París hace apenas unos días, tuve que ir por negocio y no quedaban vuelos, así que no tuve más remedio que usar un tren hotel y compartirlo con una señora mayor. Tengo que decir que yo ya no soy un niño, acabo de cumplir los 40, y ella podía rondar los 65 años, yo soy bajito y nada especial. Ella una abuelita de pelo rubio y canoso, bajita, con unos pechos enormes, pero para la edad que tenía no se le veían las carnes demasiado caídas.
Cuando me acomodé, la saludé, comprobando que no hablaba nada de español, ni francés, ni ingles, ósea que la comunicación entre los dos sería más bien nula, parecía de algún país del este, tenía una grata sonrisa y unos ojos azules, me quede mirándola por unos instantes, y pude comprobar que esa mujer tuvo que ser bastante llamativa en su juventud, puesto que ahora lo seguía siendo.
El compartimiento contaba con un pequeño cuarto de baño, por lo que enseñándole un pantalón corto y una camiseta, le indiqué que me iba a cambiar de ropa para acostarme, me saqué toda la ropa y me lo puse, al salir ella ya había hecho las dos camas y sonriendo le di las gracias, ella acariciándome la cara me guiño un ojo, eso, sin saber porque, actuó como resorte y sin poder evitarlo, mi pene creció hasta que me costó poder disimular la erección, cosa que no pasó desapercibida tampoco para ella, ya que no dejaba de sonreír y mirar descaradamente el bulto de mis calzonas. Ella seguía con su vestido, nada excitante, normal para una mujer de su edad, sacó una prenda blanca de un pequeño maletín y haciéndome señas de que cerrase los ojos, me dio la espalda.
Ni que decir tiene que no cerré los ojos y me quede mirando el espectáculo que se me iba a brindar.
Se desabrochó el vestido y lo dejó caer detrás suya, podía ver toda su espalda, morenita, el sujetador grande que se abrochaba en su espalda, y unas bragas blancas nada sexy, ella se quito el sujetador y solo pude ver los filos de sus enormes pechos colgando, se coló la prenda, que parecía un camisón, y antes de que cayese del todo se bajo las bragas, dejándome ver todo su hermoso culo, fueron solos unos segundos, pero creo que con solo habérmela meneado dos veces hubiera soltado toda la leche que llevaba dentro, se giró para mirarme y vio que yo la estaba mirando sin quitar ojo, ella no dejaba de sonreír y ya mis ojos no se despegaron de sus enormes pechos, caídas y con unas aureolas y unos pezones impresionantes, que a pesar de la tela, se dibujaban perfectamente, soltó todas sus prendas en la cama y fue a cerrar la puerta del compartimiento con llave, se acercó hasta mi cama, sentándose en el filo, sin decir nada, paso un dedo por el bulto de mi pene, y con la mirada, me pregunto si podía seguir, asentí con la cabeza y la deje hacer, me bajo con mucho cuidado las calzonas y agarrándo mi pene se lo metió en la boca, llenándomela de saliva por todas partes, no pude evitar soltar un gemido de placer y en pocas chupadas, solté toda mi leche en su caliente boca.
Ella no dejó de chupar hasta sacar mi última gota, yo estaba tan excitado que mi pene no bajo nada la dureza, hasta me dolía de lo dura que la tenía, ella no decía nada, se apartó un poco y con la mirada y un gesto me pregunto si yo quería más, yo no atinaba a decir ni mu, solo asentí de nuevo y levantándose se sacó el camisón que poco le había durado puesto, quedó completamente desnuda a mi lado, sus pechos colgaban, su vientre tapaba parte de su pubis, relleno de escaso vello por la edad, colocó una rodilla a un lado de mi cuerpo y se subió encima mía, sin preámbulos cogió mi pene con su mano guiándola hasta sus labios, paso varias veces mi capullo por sus labios, podía sentir su flujo y cuando la hubo colocado se dejo caer sobre ella, cerrando los ojos, mi pene quedo enterrada dentro de ella, estaba muy caliente, y podía sentir como su flujo me mojaba todo, ya en ese momento no pude contenerme más y me abalancé sobre sus pechos, bailaban delante mía, pesaban, apoyé los pies en la cama para tirar y poder apoyar la espalda en el respaldar, de esa manera, sus pechos quedaron al alcance de mi boca, ella botaba encima mía, y yo pasaba de un pecho a otro, mordía, chupaba, lamía sus grandes pezones, apretándolos incluso con fuerza.
Sus enormes pechos no me cabían en las manos, ni agarrándolas con las dos manos conseguía sujetarlas, sus pezones eran grandes y duros, su olor y su sabor eran muy agradables, ella empezó a emitir pequeños gemidos y colocó sus manos en mis hombros, yo la dejé hacer mirándola, dejé sus pechos colgando, acaricié su vientre, sus muslos, podía sentir como su flujo me chorreaba todo, ella terminó de correrse y poco a poco fue parando de moverse, yo no había llegado aún y eso ella podía notarlo, pero parecía cansada, ya que todos los movimientos lo había hecho ella, yo me había limitado a chupar y apretar sus pechos. Se levantó, miró mi pene y sonrió, lo tenía duro y con ganas de seguir moviéndome dentro de ella por un rato más. Me hizo gestos como preguntando si yo quería más, y le asentí con la cabeza, dejó un pie apoyado en el suelo, y colocó su pierna derecha flexionada sobre la cama de tal manera que se puso en pompa, mostrándome todo su trasero, se movió un poco, sus nalgas se movían flácidas, era una pasada, mi pene estaba duro como la piedra, la embestí con fuerza, hasta conseguir sacar varios pequeños grititos de su garganta, pero no se apartó lo más mínimo.
Después de varias embestidas, me tranquilice y pasé a moverme despacio y jugar con mis manos con sus nalgas, las abría e intentaba a la vez meter unos de mis dedos por su ano, ella terminó por girarse un poco y con su mano se sacó mi pene y lo colocó en la entrada de su ano, fue una pasada un escalofrío recorrió mi espalda, era la primera vez que iba a metérsela por detrás a una mujer, una fantasía que tenía desde niño, apreté poco a poco y mi pene entró, era una pasada, sentía más calor, y sobre todo como las paredes comprimían mi pene, saqué y metí varias veces, hasta tenerla hasta los huevos, con mis manos abría sus nalgas y poco a poco la fui embistiendo con más fuerzas, incluso ella se movía con más fuerzas, hasta que terminé por correrme dentro de ella, la corrida más larga de mi vida, podía sentir su esfínter apretando mi pene, hasta que yo no terminé ella no se apartó, cuando la saqué ella me hizo señas de que me tendiera, ella se acostó a mi lado y nos quedamos dormidos.
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