La sala roja

Autor: Aimee | 15-Feb

Orgias
Soy una chica joven, con una vida bastante agitada, sin estabilidad, tal y como a mi me gusta. Cada día es diferente y me gusta experimentar con cosas nuevas. Nunca tengo miedo. Soy bastante alta, con el pelo largo y oscuro, mis ojos son de color verde claro, mis piernas largas... pero la parte de mi cuerpo de la que me siento mas orgullosa son mis senos, amplios, redondos y firmes. Por ello siempre me encontrarás con camisetas ajustadas que se ciñan a mi figura, resaltando esos encantos que a los hombres vuelve locos.

El caso es que caminaba por el parque cuando me encontré con Susana, una conocida. Ella es muy atrevida y si bien es cierto que a veces se mueve por círculos de contactos oscuros, me llevo bien con ella. Con un saludo alegre y cordial, me propuso un plan para esa noche.

- Naiara, unos amigos míos van a celebrar una fiesta un poco especial en un lugar también especial “La Sala Roja” le llaman.

Pensé que como eres muy abierta de mente no te importaría participar, además así te entretienes. Yo dudaba. La Sala Roja... alguna vez creía haber oído a Susana hablar de ese lugar, siempre entre susurros y con risas que me causaban desconcierto. Vi un extraño brillo en sus ojos y comprendía que no podría decirle que no, ella estaba dispuesta a insistir. Además, para que negarlo, tenía curiosidad. En un mensaje por móvil me escribió la dirección y la hora.

A las 10 de la noche daba los últimos retoques a mi vestuario. Una minifalda negra y unos tacones de vértigo realzaban más mis piernas. Un escote muy pronunciado en el que se insinuaban mis senos, deseosos de sentir una mano atrapándolos, una lengua lamiéndolos. Ya salí de mi piso sabiendo que esa noche deseaba sexo. Fui por las calles buscando la mansión de la dirección que Susana me había dado hasta llamar a la puerta del número 53, una mujer muy guapa me abrió la puerta “¿Invitada de Susana? Pasa” De repente, me agarró de los brazos, me taparon los ojos y me llevaron a una habitación. Allí, quitándome la venda de mi mirada, me dijeron que debía desnudarme. Dos hombres y una mujer más se estaban desnudando. No entendí lo que pasaba, pero obedecí, la mirada de aquella mujer que me agarró era pícara “Enseguida lo entenderás, Susana no te contó nada pero créeme que vas a disfrutar”:

Una vez desnuda, caminé por el pasillo hasta dar con una sala enorme, de paredes rojas y el suelo cubierto por moqueta roja. Había sofás con mullidos cojines, todo de color rojo, la luz estaba velada y aunque se veía todo con absoluta claridad era tenue. Pero lo que más me sorprendió fue ver varios cuerpos de ambos sexos completamente desnudos, como el mío, y más aún, había tres parejas follándose con ganas. Una mujer estaba a gatas mientras un hombre introducía y sacaba su polla rítmicamente de su culo, otras dos mujeres se masturbaban la una a la otra con un consolador gigante a la par que lamían su clítoris como si fuese a desaparecer. Comprendí el juego, una gran orgía.

De repente me dí cuenta de que unas manos agarraban mis pechos con fuerza mientras una lluvia de lametones caían sobre mi cuerpo. Caí junto con aquel desconocido en uno de los sofás rojos, comencé a besarlo y vi la polla más grande que habría podido imaginar. Mi boca no pudo resistirse a la atracción que aquel miembro enorme le producía, lo introduje en mi boca y le lamí el capullo, ancho como ninguno que hubiera visto hasta que un río de semen inundó mi cara. Envuelta en el olor a semen del desconocido, me levanté ya caliente, con mi coño húmedo y ardiendo, deseosa de sentir una polla penetrándolo. Pero no podía dar dos pasos sin que una mano tocara mis tetas, con los pezones erectos y a esto no podía resistirme.

Mientras otro hombre acariciaba mis senos pude ver a mi amiga Susana enfrente mía con el hombre al que le había estado lamiendo la polla de forma tan magistral. Carlos, aquel hombre, introducía los dedos en el coñito de mi amiga mientras ella suspiraba y daba pequeños gritos. Ella intentaba darse la vuelta para introducirse la polla de Carlos pero él quería verla sufrir de desesperación. Los metía despacio y los sacaba mientras Susana se retorcía hasta que ella consiguió deshacerse de la fuerza de él y lo tiró al suelo, montándose encima de su polla. Carlos parecía encantado mientras Susana subía y bajaba encima suyo, pero de repente él la tiró de espaldas al suelo otra vez, enterrando la cara en su raja y lamiéndola. Ella con sus piernas agarró su cabeza y empezó a moverse. Cuando ella iba a correrse, Carlos la penetró bestialmente, ella lanzó un grito de placer contenido y aunque ella se estaba corriendo Carlos siguió dándole más y más hasta correrse dentro de su coño. Introdujo de nuevo sus dedos en el coño para manchárselos un poco de semen y después hizo que Susana se los lamiera.

Mientras tanto, el hombre con el que yo estaba, Eduardo, seguía acariciándome mis pechos y me dio la vuelta poniéndome frente a él, de espaldas a la escenita de Susana y Carlos para coger mi pezón con la boca y empezar a chuparlo a un ritmo frenético. Otras manos aparecieron por detrás tocando mi trasero y de vez en cuando se escapaban metiendo un dedo dentro de mi culo, a lo que yo gemía de placer de sentir aquellos dedos dentro mío y la lengua de Eduardo sobre mis pezones. Después los dedos se fueron deslizando hasta mi raja y me penetraron con un consolador enorme. Al sentir como me penetraban me retorcí y me tiraba hacia el consolador para que me penetrase con más fuerza. Girando un poco la cabeza vi que aquel consolador lo agarraba Susana. Después de pocos minutos más alcancé el mejor orgasmo que había tenido desde hacia varias semanas.

Vi la cantidad de hombres que pululaban por La Sala Roja, mientras que mujeres había pocas. Ellas aprovechaban para follar uno tras otro y parecían felices por esa desigualdad.

De repente se me ocurrió una idea que me haría enloquecer de placer, me puse a bailar sensualmente y enseguida un corrillo de hombres me rodeaba con mirada lujuriosa. De vez en cuando unas manos trataban de alcanzarme y yo me alejaba un poco sonriéndoles “No os impacientéis”. Era un espectáculo ver esas cinco pollas totalmente erectas deseando tocarme. Cuando ya estaba suficientemente caliente, les dije “Podéis empezar, lo que queráis”.

El que tenía atrás me agarró mientras el de adelante se lanzó a mis pechos, me tumbaron y mientras una polla se abría paso en mi boca dos lamían mis pechos y otro penetraba mi vagina. El quinto quería que chupara las pollas por turnos y así lo hice, tan grandes estaban y tanto vi temblar a sus propietarios de placer que aceleré mi ritmo con ansia. Cuando no resistieron mas me lanzaron su semen por mi cuerpo, a lo que yo me lo esparcí, chupando hasta dejarles las pollas bien limpias de nuevo. Ahora notaba una lengua acariciando mi clítoris y arqueé mi espalda de placer, porque a la vez sentía como me penetraban. Notó llegar mi orgasmo y paró antes de que me llegara, quería follarme ahora. Se sentó y me sentó encima suyo, de modo que llegó a lo más profundo de mí ser. Los otros dos hombres se masturbaban a nuestro lado hasta que sentí su leche caliente resbalando lentamente por mi piel. El último sobre el que yo cabalgaba sin cesar se corrió dentro mía suspirando y gimiendo sin control, casi gritando.

La fiesta continuó y acabamos todos extasiados. Cuando miré el reloj ya iba a amanecer, así que me duché en uno de los baños, borrando de mí la huella del semen de todos aquellos que habían eyaculado sobre mí esa noche, volví a la habitación a recoger la ropa que con tanto cuidado había elegido el día anterior sin saber que no me haría falta y volví a mi casa.

De vez en cuando llega un mensaje de Susana a mi móvil con tan sólo una hora, entonces esa noche vuelvo a la mansión de la Sala Roja donde, durante toda la noche, volvemos a estar todos con todos, liberando tensiones y rindiendo culto al placer.

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