Tenía ganas de sexo

Autor: georgy | 08-Dec

Infidelidades
Soy una chica de Barcelona y trabajo en una ingeniería. Acabamos de trasladarnos aquí, así que aún no he aprendido el catalán. Menos mal que he encontrado a alguien en el estudio que tampoco lo habla. Supongo que por eso hemos empezado a tener más amistad mi marido, él y yo. Muchas veces quedamos en mi casa o en la suya, pero casi nunca se apunta su novia... creo que es porque deben tener problemillas.

El caso es que pasamos muchas horas juntos en el trabajo, comemos juntos y trabajamos los dos solos... quiero decir sin ningún compañero más en el despacho. Es una estancia con dos mesas enfrentadas y sólo nos separan ellas y los ordenadores, pero estamos conectados, así que nos solemos enviar mensajes cuando queremos decirnos cosas sin que nadie pueda oírnos. Con todo ese tiempo, hablamos de muchas cosas, de su vida, de la mía, de lo que nos gusta... y hace tiempo acabamos por hablar de lo que nos gusta en el sexo.

Todo empezó como una conversación intrascendente... datos y situaciones curiosas, pero que nos iban poniendo cada vez más cachondos. Claro, disimulábamos y dejábamos que parecieran charlas normales entre compañeros, hasta que un día había tormenta y él sabe cómo me pone la lluvia, ya se lo había contado antes, y decidió mandarme un mensaje por el ordenador: “Me estoy poniendo caliente... ¿Cómo te sientes con el ruido de la lluvia, cómo estás?” y yo decidí contestarle siguiendo su tono: “Empiezo a mojarme”. Entonces noté como se pusieron duros mis pezones y le miré para ver qué hacía y me estaba mirando el pecho. Soy una chica muy normal: 1,65 de altura, 54 kilos, pecho grande (demasiado para mi gusto), culo respingón y una cara normal, sin defectos destacables. Quizá la descripción suene más interesante, pero soy muy normalita. Aunque siempre me han dicho que mis tetas llaman la atención y mi marido no hace más que repetirme lo cachondo que le pongo y cuánto le gusto.

Ese día llevaba casi 4 días sin tener sexo con mi marido porque él estaba de viaje y yo había estado sola en casa, había jugado un poco con mis dedos y algunos “cacharritos” que tengo por casa, pero nada parecido a lo que consigue hacerme mi marido. Pero vuelvo al despacho. Jorge y yo estábamos empezando una de nuestras conversaciones sobre el sexo, pero esta vez estábamos jugando a llevarlo un poco más allá. Me apetecía ponerle cachondo, calentarle y que se le pusiera el rabo duro... y parece que él pensó lo mismo y al ver la reacción de mis pezones se animó a dar un paso más. Me dijo que se había fijado en lo duros que se me estaban poniendo y que empezaba a ponérsela dura a él también. Yo le dije que además de lo que veía me estaba mojando y que notaba cómo me palpitaban los labios. Según leíamos nos poníamos más a tono y nos escribíamos mensajes más eróticos. Yo me movía en mi silla para notar el roce del pantalón, de las costuras y sin darme cuenta me humedecí los labios y paseé mi lengua por ellos. Jorge también estaba inquieto en su sitio y de repente me rozó con su pie por debajo de la mesa. Yo me incliné hacia atrás y me senté todo en el borde que pude y abrí mis piernas para que él pudiera alcanzar a tocarme sin perder la postura para no levantar sospechas... no estaba segura de hasta dónde se atrevería a llegar y le retaba. Él me miró y vio lo excitada que estaba, tenía los pechos duros, los labios entreabiertos y el chochito empapado (aunque esto él no podía saberlo). Entonces le propuse salir a toar un café y a disfrutar de la lluvia. La verdad es que no tenía ni idea de qué sería lo siguiente.

Yo nunca he engañado a mi marido y tampoco sabía qué pensaba Jorge de todo esto. Él aceptó y salimos a la calle. Al pasar por su lado me susurró que sabía de un sitio donde ponían mejor café que al bar donde iban todos los de la ingeniería, pero que tendríamos que ir en coche. Él vive cerca del trabajo, así que imaginé que realmente iríamos a su casa, lo que me puso más cachonda aún, me estaba muriendo de ganas de rozarme contra él y al entrar en el ascensor me acerqué para que mis pezones tocaran los suyos. En el trabajo nadie sospechó nada, porque era normal que saliéramos juntos a desayunar, pero para tener más tiempo, se le ocurrió avisar de que salíamos a obra y cogió unas carpetas y unos planos. Ahora dispondríamos de toda la mañana.

Como supuse, fuimos a su casa. Por el camino ninguno dijimos nada, para no romper la situación y que él o yo nos echáramos atrás. Aparcó y fue delante. Yo le seguía, pensando en todo lo que podríamos hacer. Subimos con la excusa de que le hacían falta unas cosas... los dos sabíamos que no necesitaba excusas para hacerme subir: yo lo estaba deseando tanto como él, estaba a mil, notaba mi excitación, cómo me mojaba, pensaba en sus manos tocándome, su lengua chupando y su polla haciendo que me corriera en cualquier posición. Por fin llegamos y cerró la puerta. Me sentó en el sofá para “hablarme”, dijo que se había excitado leyendo nuestros mensajes en el trabajo y que no sabía qué hacer con eso que tenía ahora en su pantalón. ¿Puedo ayudarte?, le pregunté y respondió “Mira a ver qué sabes hacer con esto” y se sacó la polla, que estaba a reventar dentro de los vaqueros. Tenía ganas de chuparlo hasta que se corriera, pero decidí aguantar y hacerme un poco la dura. Yo me quité la camisa, la desabroché para que mis tetas quedaran a su alcance... no sería yo quien empezara aquello. Llevaba un sujetador blanco de encaje que parecía que las estaba ofreciendo, los pezones duros y hacia fuera, como si fueran a romper el tejido. Se puso de pie y se acercó hasta colocar el rabo entre mis tetas, yo sentada en el sofá y él frente a mí, las agarró con sus manos y se arrodilló para chuparlas, pasó la lengua por el canalillo mientras con los dedos apartaba las copas del sujetador, cogía mis pezones y los apretaba, pellizcaba y pasaba las yemas por ellos. Empecé a gemir suavemente, le dejaba hacer y estaba deseando que siguiera, pero él paró, terminó de desnudarse mientras yo me quitaba el pantalón y me quedaba sólo con el tanguita a juego con el sujetador.

Estábamos los dos de pie, frente a frente y me hizo sentar, me echó hacia atrás y acerco su rabo a mi boca. A esas alturas yo ya estaba empapada y tenía la boca jugosa y preparada para hacerle una de las mejores mamadas de su vida. Jugaba con mi lengua y mis labios a cogerle toda la polla que podía meterme en la boca, apretaba, succionaba, movía la lengua y le iba haciendo una paja y masajeándole los huevos para excitarle aún más. Me tumbó y se sentó en mi pecho, puso su pene entre mis tetas y la agarró para pajearse, yo sacaba la lengua para chupársela cada vez que se acercaba a mi boca y ahí estuvo a punto de correrse, pero me paró para hacerme disfrutar a mí también. Bajó hasta los pies del sofá y me separó las piernas... yo me moriría si no empezaba pronto a tocarme y le ofrecía mi chocho depilado (me gusta llevarlo casi sin pelo, con un pequeño triángulo arriba, pero nada más) y él se hacía el difícil, hasta que empezó a pasar su lengua por mis piernas, subiendo hasta esos labios, hinchados, mojados, palpitantes...de repente noté su lengua cerca de mi clítoris, moviéndose en círculos y arriba y abajo, y dos de sus dedos entando y saliendo... iba a correrme, gemía y me retorcía de gusto, pero le pedía más, quería una polla en mi boca y él giró para dármela, le chupaba con fuerza, con ganas y él hacía lo mismo con mi coñito. Ahí me corrí, no aguantaba más y no pude evitarlo, pero a él le pasó lo mismo y me llenó la cara de leche.

Aún tenía ganas de más, en ese momento habría deseado a otro hombre follandome hasta hartarme y pensé que él ya habría terminado cuando me propuso ir a su habitación...en la cama estaríamos más cómodos y tenía más cosas para mí. Fuimos allí y no me dejó que me tumbara, me puso a cuatro patas, agarró de mis caderas y se agachó a chuparme un par de veces más los labios, metió y sacó la lengua hasta que su polla volvió a estar dura y dispuesta...de repente noté como me penetraba desde ahí, metió el rabo hasta el fondo. Ya lo había visto y era grande y grueso, de unos 22 cm. y proporcionado, pero sentirlo dentro superó lo que esperaba de él. Se movía dentro y fuera, con fuerza, me empujaba con ganas y agarraba mis caderas para moverme a su antojo, me estaba cabalgando y yo no podía evitar gritar de gusto, aaahhhh... me agarró del cuello para empujarme con más fuerza... uuummmm... yo me agitaba, arqueaba la espalda para que entrara más y más, sentía escalofríos y noté cómo iba a correrme otra vez, así que quise pararle pero no me dejó, me obligó a seguir ahí hasta que vio mi corrida. Entonces me giró hacia arriba para follarme hasta correrse él. Jorge empujaba y yo abría las piernas para dejarle entrar más, levantaba el culo para que sintiera más placer y apretaba los músculos de mi vagina para obligarle a correrse dentro. Cuando acabó quedó tendido sobre mí sin haberse salido aún. Descansamos un rato y me levanté para darme una ducha y volver al trabajo.

Pero él aún tenía ganas de más... después de esto hemos seguido trabajando juntos y nadie ha notado nada, pero los días de lluvia solemos salir a obra. Quiero a mi marido, pero con Jorge también disfruto del sexo y os aseguro que David sólo lo nota cuando llego a casa tan caliente que no dejo de follarle en toda la noche.

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